Entrevista a Marc Andreu
MARC FONT
BARCELONA.- (Público)
Clave durante el final del franquismo y la Transición, el movimiento vecinal de Barcelona mantiene el rol de “consciencia crítica de la ciudad”, en opinión de Marc Andreu. El historiador y periodista publica Barris, veïns i democracia. El moviment ciutadà i la reconstrucció de Barcelona (19681986)
(L'Avenç). El libro pretende cubrir un vacío y retratar el papel de una
realidad que no encaja ni con el relato oficial de la Transición, según
el cual fue un pacto entre las élites, ni con el alternativo, que niega
que se consiguiera nada en esa etapa. Codirector de Carrer, la revista de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), el autor también habla para Público de los paralelismos con la situación actual en la ciudad, sobre todo a raíz de la aparición de Barcelona en Comú.
Hace 40 años el objetivo era
reconstruir una ciudad devastada tras la dictadura. Ahora parece que más
bien se trata de replantearla después de los recortes y el fin de un
modelo.
La ciudad actual no tiene nada que ver con la de los
años setenta. Ha cambiado mucho y sería absurdo negar que ha mejorado,
especialmente en los barrios populares. Pero en todo caso, las demandas
actuales de no retroceder enlazan con las de los setenta. En mi caso,
por ejemplo, soy nacido en 1973 y en mis primeros meses de vida
participaba desde el cochecito en una de las primeras reivindicaciones
de la asociación de vecinos de mi barrio, el Poblenou , para pedir
un instituto. Después, fui a este instituto, el Icaria de Poblenou, y
ahora, que tengo dos hijos, estoy metido en plataformas vecinales para
reivindicar dos institutos más. No se trata sólo de conservar lo que
teníamos, sino que en determinados aspectos las necesidades sociales
siguen existiendo. Estamos en la misma lucha que ayer, sólo que en
contextos históricos distintos.
"Barcelona era muy singular y sostengo
que todavía lo es. Iba un paso por delante del resto del Estado, porque
existía un movimiento organizado".
¿La movilización vecinal del tardofranquismo y la Transición era posible porque existía un consenso urbano desde abajo?
Era
posible porque Barcelona era muy singular y sostengo que todavía lo es.
Iba un paso por delante del resto del Estado, porque existía un
movimiento organizado que tenía un triple origen: el mundo
antifranquista militante, básicamente comunistas; el mundo de los
cristianos de base; y el mundo de las redes sociales, ligadas a la
inmigración llegada a los barrios populares y al mismo tejido
asociativo que había en estos barrios. Este caldo de cultivo es el que
permite que en los años sesenta y setenta surja un movimiento social de
la importancia del vecinal que es capaz de marcar la agenda y de
reconstruir la ciudad.
Hay un consenso popular sobre que la
Marca Barcelona y el modelo actual de ciudad ya no sirven. ¿Pero existe
el mismo consenso a la hora de plantear un modelo alternativo?
En
el modelo Barcelona bien entendido el movimiento vecinal juega un papel
importante. Entendido como un modelo de ciudad democrática que pone los
poderes privados al servicio del modelo público. Y esto tiene mucho que
ver con la hegemonía ganada por el movimiento ciudadano en los años
setenta. Pero el consenso se rompe. Para Manuel Vázquez Montalbán
en 1986, cuando se nombra Barcelona sede olímpica y coincide con el
referéndum de la OTAN, y cambia el paradigma de construir ciudad.
También hay quien considera que el consenso se rompe en 2004, como
[Josep] Ramoneda. En cualquier caso, el consenso se rompe. Y es
sustituido por un nuevo consenso más falso y cooptado desde el poder
político. Con excusas como la operación olímpica o el Fòrum se intenta
crear un falso consenso de construcción de la ciudad, y se reconvierte
el modelo Barcelona, donde lo público primaba sobre lo privado, en la
Marca Barcelona, donde directamente manda el privado. En los movimientos
sociales hay el consenso de que se debe repensar la ciudad, pero no de
ahora, sino desde mucho antes también de 2004. ¿Cómo hacerlo? Aquí es
donde hay las dificultades. La historia se construye sobre la marcha y a
partir de la experiencia y los errores del pasado se ha de plantear el
futuro.
En momentos de cambio histórico y de
cambio social, los movimientos sociales y la movilización ciudadana
tienen más capacidad de incidir y marcar la agenda.
El movimiento vecinal ha cambiado, ha pasado de
70.000 afiliados a 30.000, y gran parte de la ciudadanía movilizada se
organiza a través de movimientos sociales, como la PAH, las mareas, las
asambleas de barrios. ¿Es un movimiento más plural?
El
movimiento vecinal ha hecho de paraguas de muchos movimientos sociales.
La misma FAVB que nace como una organización burguesa, rápidamente es
cooptada y hegemonizada por el movimiento vecinal de izquierdas. La FAVB
y las asociaciones de barrio eran un poco el centro del activismo
social y dentro de estas organizaciones cobijaban a nuevas realidades
de movimientos sociales. Movimientos pacifistas, el movimiento
ecologista, las vocalías de mujeres del movimiento feministas, incluso
las primeras movilizaciones del movimiento gay en Barcelona reciben el
apoyo de la FAVB, que también convoca manifestaciones antiOTAN a
principios de los años 80. Los movimientos sociales ya hace muchos años
que se han independizado de las incubadoras donde crecieron y en vez de
actuar desde una estructura centralizada, como la asociación de barrio o
la FAVB a nivel de ciudad, que lo cobija todo, ahora hay una red, donde
el movimiento vecinal es un elemento más.
¿El rol de la FAVB
también se modifica, pasando de marcar la agenda y la política, hasta
el punto que el Ayuntamiento asumía sus demandas, a intentar a ejercer
‘sólo’ una presión crítica?
Pienso que en el fondo el papel
es el mismo. La FAVB o el movimiento vecinal juega el papel
de conciencia crítica de la ciudad, sea quien sea quien esté en el
gobierno. El rol de la FAVB no ha cambiado mucho, pero sí lo han
hecho las circunstancias históricas. También es portadora de una cierta
idealización de lo que debe ser la ciudad a partir de las necesidades de
los ciudadanos. Sí que es verdad que cuando ha habido gobiernos
llamados de izquierdas en Barcelona, se compartían unos códigos, porque
en algunos casos miembros del gobierno venían de la militancia vecinal o
de una cultura de izquierdas, lo que permitía que incluso desde la más
radical oposición se pudieran entender. Desde que gobierna CiU, el
problema es que no se comparten códigos. Se hablan lenguajes diferentes.
La derecha no tiene en su ADN haber participar en los movimientos
sociales, no los entiende y eso a veces dificulta más la relación.
¿A qué atribuyes el poso combativo que siempre ha tenido Barcelona?
Creo
que hay una parte de singularidad catalana, vinculada a la tradición
asociativa de este país que no existe en el resto del Estado. Esto es
innegable. Es un hecho que cinco días después de morir Franco, el
gobernador civil de Barcelona, Rodolfo Martín Villa, se reunía con la
FAVB, entre otras cosas para poner el termómetro a la oposición más
organizada en Barcelona. Seis días antes, el gobierno civil se negaba
a legalizar a la Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid. Aquí
íbamos delante. Y, por ejemplo, el 1 y el 8 de febrero de 1976 hubo
manifestaciones masivas por la amnistía convocadas por el movimiento
vecinal, y después cobijadas por la Assemblea de Catalunya, que suponen
un cambio importantísimo en la Transición teóricamente diseñada. En
Madrid esta manifestación, también convocada por el movimiento vecinal,
no se produce hasta junio de 1976. Además, el rey reconoce en su primer
viaje oficial a Washington, en una conversación con Gerald Ford y
Kissinger, que la Transición va más o menos bien, a pesar de que hubo
una temporada que no lo tenía claro, porque en febrero en Barcelona lo
pasó mal. Evidencia que el papel de Barcelona era importante. Y es más,
el rey dice que tiene claro que no le pasará lo mismo que a su abuelo,
es decir, que primero convocará unas elecciones generales y dejará las
municipales para más adelante. Tanto el rey como el ministro Martín
Villa tenían claro que los principales problemas de la Transición les
podían venir de los movimientos vecinales, y singularmente del de
Barcelona. "Si en la Transición se logró evitar
que se vaciaran por completo las asociaciones para pasar a las
instituciones, a ver si ahora pasará".
Barcelona en Comú está formada por muchas personas
procedentes de los movimientos vecinales y del tejido vecinal. Existe
el temor de que se repitan los errores de la Transición y que el paso a
las instituciones vacíe a los movimientos.
Es un debate que
está ahí y que se está haciendo aprovechando las lecciones del pasado.
De todos modos, hay una singularidad que no podemos dejar escapar, y es
que en Barcelona esta desmovilización de los movimientos sociales, y del
movimiento vecinal en concreto, no se dio al 100% igual que en el resto
de Catalunya o en el resto del Estado. Y es otra singularidad de
la ciudad. Es evidente que hay una bajada del movimiento, pero no se
vacía del todo, porque hay una serie de gente, empezando por Carlos
Prieto, que fue presidente de la FAVB, al que ofrecieron ir de número
tres del PSUC y dijo que no, que se quedaba. Deciden mantener abierta la
persiana de la asociación de vecinos. Esto hace que se conserve un
sustrato que permite que cuando en los años noventa reviven los
movimientos sociales haya un mínimo común denominador. Existe el debate y
existe la conciencia de que no puede pasar lo que no pasó. Si en la
Transición se logró evitar que se vaciaran por completo las asociaciones
para pasar a las instituciones, a ver si ahora pasará. Me consta que la
FAVB ha hablado el tema y ha habido ofertas y se ha dicho que ya
es suficiente el número de gente que dará el paso, empezando por Ada
Colau, que es vocal de la organización.
¿Qué lección se ha extraído de la experiencia de hace 40 años?
En
1979 el error si acaso fue que los partidos no contaran con el
movimiento vecinal. De hecho, no había muchos representantes en las
listas. Ahora el error podría ser el inverso, con mucha participación
de gente de los movimientos sociales sin adscripción partidista en la
política institucional y que no se contara con los partidos, que también
pueden tener experiencia en las instituciones y en cuestiones
organizativas. Y, eso sí, con la conciencia de que no se pueden
vaciar los movimientos sociales.
¿Si Barcelona en Comú llega el gobierno será más difícil mantener está tensión y movilización desde abajo?
Pienso
que una de las grandes lecciones que se han aprendido en este país, es
que desde las instituciones solas no puedes cambiar nada. Se precisa de
la presión de la gente organizada fuera. En la transición se dio
confianza ciega sólo a los partidos y eso se ha demostrado que no
ha funcionado. Evidentemente deben participar en la política
institucional, pero hay que mantener la presión en la calle. Entre otras
cosas porque te estás enfrentando a unos poderes muy poderosos, valga
la redundancia, que incluso a nivel de ciudad no tienes capacidad para
afrontar desde el ayuntamiento, sino que también es necesaria la presión
desde la calle.
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