He estado dándole vueltas a este artículo de Javier Marías; tiene sus razones para ver el panorama social y político sin fisuras. Sin matices. Sin más.
Por desgracia la realidad que vivimos día a día no es tan plana ni tan
fácil ni hay a nuestra disposición ningún diccionario que nos la
explique y defina con total acierto y exactitud. Tenemos que bandearnos
cuerpo a cuerpo con los acontecimientos y sin flotador ni salvavidas
para millones de personas que tratan de mantenerse a flote agarradas a
un madero o nadando sin más fuerzas que las propias, en medio de un
naufragio colosal. Llamar idiotas a quienes en ese estado intentan
construir un balsa o una patera para sostenerse hasta llegar a tierra,
aunque sea a una isla desierta para sobrevivir, no es justo ni decente
si tenemos aunque sea una chispa de humanidad por algún lado. Y es de
ese estado de desespero social de lo que ha nacido la respuesta de los
'idiotas', según el autor les descalifica.
Considerar la Transición como un bien absoluto tampoco es un acierto. Tuvo también sus fisuras y muchas. Los que ahora nos acercamos a los 70 lo recordamos muy bien.
Tampoco nos sentimos culpables porque se hizo lo que se pudo y como se
pudo, viniendo de donde veníamos: nacidos en una España acomodada al
pánico como tratamiento contra sí misma. Autocastigada a través del
dictador, los oligarcas y caciques de siempre y la Iglesia católica, que
acabaron por convencerla de que la guerra había sido su mejor medicina
para bajarle los humos a la chusma y que sólo eran chusma los
insumisos y desobedientes. Resultaba atroz y dantesco escuchar a los
excarcelados "rojos" decir, absolutamente en serio, que habían sufrido
mucho porque se equivocaron de bando y se fueron a la zona de los
'malos'. Con esos antecedentes cualquier tipo de transición era un
milagro, pero eso no significa que el milagro fuese para bien a lo largo
del tiempo. El problema de la Transición no fue ella misma en sí, sino su prolongación ad libitum temporis durante otros cuarenta años, primero a paso de tortuga y ahora de cangrejo, o sea, para atrás.
También
es cierto que la arrogancia prepotente del "jovencismo" arrollador
actual que quiere cambiarlo todo de un plumazo es una fanfarronada y una
falta de luces propia del ardor entusiasta juvenil sin experiencia,
propio de una educación que no ha educado sino adiestrado simplemente y
dejado pasar todo sin orientar ni cuidar los valores fundamentales para
desarrollar el equilibrio psicoemocional. Se han entrenado máquinas
egocéntricas de ganar, de quedar por encima, de trepar, de apabullar a
los viejos que no alcanzan ya su nivel disparado. Se les han dado
herramientas para hacer cosas sin que se haya formado el SER capaz de
regularlas más allá de los valores de La Guerra de las Galaxias, El
Señor de los Anillos , V de vendetta y Matrix, Juego de Tronos, el Opus
Dei para pijos selectos, más Fbook y Twitter. Y con ese equipaje
instalado ya en la Universidad se ha producido lo que hay. Si tuviesen
50 años su discurso obviamente sería mucho más sereno y menos agresivo
pero con idéntica vacuidad porque el terreno ético es más o menos el
mismo en la misma Transición interminable. Pero es inútil y absurdo negar que sus cajas destempladas tienen causa y no son porque sí. La
realidad social y política que nos golpea les avala y les da razones que
ellos, obviamente, están aprovechando sin demasiada inteligencia y con
un exceso empachoso de oportunismo que les quita credibilidad y
solvencia, debido a las carencias evidentes de fundamento y valores
sólidos, que se han hecho líquidos según Bauman. Pero ni están todos los
que son ni son todos los que están. Hay jóvenes que dentro del
maremagnum tienen capacidad para ser objetivos y valorar con equilibrio
el momento que vivimos y hay otros que están poseídos por la alucinación
colectiva de un cambio "milagroso" imposible, por fortuna. Y hay
adultos que están en el mismo plan. Lo peligroso del trance no es que se
anuncie y se desee una transformación, sino que por prisa, impaciencia e
impertinencia, no se produzca el cambio necesario por repetición de
viejos esquemas de poder y se frustre el logro.
Este
impulso renovador es universal y necesario como lo fue el de Mayo del
68. Como lo fueron la Reforma Protestante, la Revolución Francesa, la
Americana o la proletaria en su día. Lo que ahora hagamos con
esepotencial depende de nosotros. De todos. Atribuirlo sólo a una
generación respondona y arrogante, e idiota, no es inteligente ni lúcido
sino una rabieta de los que en el fondo no necesitan cambios y
justifican la precariedad y el sufrimiento de la mayoría oprimida por
una oligocracia sin pudor ni decencia y con una ambición mercantil
enfermiza y ciega que está acabando con los recursos y la naturaleza del
Planeta. Esa conmoción renovadora es imprescindible para despertar a
los que duermen y/o vegetan en la comodidad de lo seguro.
Que
las tácticas, opacidades y marrullerías de Podemos o de Ciudadanos no
nos gusten y deban ser revisadas democráticamente para poder darles
credibilidad política, es evidente, pero eso no debe quitar en absoluto
la necesidad de que existan tales respuestas sociales y políticas a una
realidad criminal y mafiosa como la que se nos está imponiendo en Europa
y en el mundo occidental. Y no ver la relación de esta calamidad
generalizada en la Europa del Sur, sobre todo en España que está
doblemente daminificada, con el hecho agravante de no haber superado el
estado de Transición interminable, es algo extraño en alguien de tan
buen juicio como Javier Marías.
Si la Transición hubiese resultado total y real, se habría habría convocado un referendum sobre el modelo de Estado que limpiase de una vez las huellas del franquismo en el diseño de modelo y la imposición por narices. Se habría llevado a cabo una adaptación de la Constitución al nuevo modelo, nada difícil ya que cualquier gobierno y oposición pueden corregir sin más la Carta Magna a gusto del opresor de turno y no pasa nada. Y además se habría conseguido una reconciliación pedagógica y definitiva de la memoria histórica. Lo chungo
de la Transición es que nunca se han limpiado los archivos ocultos que
pringan constantemente nuestra historia reciente descompuesta y llena de tachones innobles y repulsivos. La desconocemos. Todos son tops secrets, chanchullos y birlibirloques.
El resultado de esos ambientes cerrados y sin ventilar es que en ellos
todo se pudre y se corrompe, desde el bedel, al ministro, desde el
ministro al rey. Y ya se sabe que los pueblos que ignoran su historia y
sus puntos débiles la repiten constantemente hasta que aprenden. Y así será nuestro karma político y social hasta que los "idiotas" se hagan inteligentes y los "inteligentes" comprendan a los idiotas.Y ambos reconozcan que padecen idéntico adanismo prepotente e inquisidor, unos por exceso y otros por defecto.
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