martes, 10 de marzo de 2015

A vueltas con el adanismo idiota


He estado dándole vueltas a este artículo de Javier Marías; tiene sus razones para ver el panorama social y político  sin fisuras. Sin matices. Sin más. Por desgracia la realidad que vivimos día a día no es tan plana ni tan fácil ni hay a nuestra disposición ningún diccionario que nos la explique y defina con total acierto y exactitud. Tenemos que bandearnos cuerpo a cuerpo con los acontecimientos y sin flotador ni salvavidas para millones de personas que tratan de mantenerse a flote agarradas a un madero o nadando sin más fuerzas que las propias, en medio de un naufragio colosal. Llamar idiotas a quienes en ese estado intentan construir un balsa o una patera para sostenerse hasta llegar a tierra, aunque sea a una isla desierta para sobrevivir, no es justo ni decente si tenemos aunque sea una chispa de humanidad por algún lado. Y es de ese estado de desespero social de lo que ha nacido la respuesta de los 'idiotas', según el autor les descalifica.
Considerar la Transición como un bien absoluto tampoco es un acierto. Tuvo también sus fisuras y muchas. Los que ahora nos acercamos a los 70 lo recordamos muy bien. Tampoco nos sentimos culpables porque se hizo lo que se pudo y como se pudo, viniendo de donde veníamos: nacidos en una España acomodada al pánico como tratamiento contra sí misma. Autocastigada a través del dictador, los oligarcas y caciques de siempre y la Iglesia católica, que acabaron por convencerla  de que la guerra había sido su mejor medicina para bajarle  los humos a la chusma y que sólo eran chusma los insumisos y desobedientes. Resultaba atroz y  dantesco escuchar a los excarcelados "rojos" decir, absolutamente en serio, que habían sufrido mucho porque se equivocaron de bando y se fueron a la zona de los 'malos'. Con esos antecedentes cualquier tipo de transición era un milagro, pero eso no significa que el milagro fuese para bien a lo largo del tiempo. El problema de la Transición no fue ella misma en sí, sino su prolongación ad libitum temporis durante otros cuarenta años, primero a paso de tortuga y ahora de cangrejo, o sea, para atrás.

También es cierto que la arrogancia prepotente del "jovencismo" arrollador actual que quiere cambiarlo todo de un plumazo es una fanfarronada y una falta de luces propia del ardor entusiasta juvenil sin experiencia, propio de una educación que no ha educado sino adiestrado simplemente y dejado pasar todo sin orientar ni cuidar los valores fundamentales para desarrollar el equilibrio psicoemocional. Se han entrenado máquinas egocéntricas de ganar, de quedar por encima, de trepar, de apabullar a los viejos que no alcanzan ya su nivel disparado. Se les han dado herramientas para hacer cosas sin que se haya formado el SER capaz de regularlas más allá de los valores de La Guerra de las Galaxias, El Señor de los Anillos , V de vendetta y Matrix, Juego de Tronos, el Opus Dei para pijos selectos, más Fbook y  Twitter. Y con ese equipaje instalado ya en la Universidad se ha producido lo que hay. Si tuviesen 50 años su discurso obviamente sería mucho más sereno y menos agresivo pero con idéntica vacuidad porque el terreno ético es más o menos el mismo en la misma Transición interminable. Pero es inútil y absurdo negar que sus cajas destempladas tienen causa y no son porque sí. La realidad social y política que nos golpea les avala y les da razones que ellos, obviamente, están aprovechando sin demasiada inteligencia y con un exceso empachoso de oportunismo que les quita credibilidad y solvencia, debido a las carencias evidentes de fundamento y valores sólidos, que se han hecho líquidos según Bauman. Pero ni están todos los que son ni son todos los que están. Hay jóvenes que dentro del maremagnum tienen capacidad para ser objetivos y valorar con equilibrio el momento que vivimos y hay otros que están poseídos por la alucinación colectiva de un cambio "milagroso" imposible, por fortuna. Y hay adultos que están en el mismo plan. Lo peligroso del trance no es que se anuncie y se desee una transformación, sino que por prisa, impaciencia e impertinencia, no se produzca el cambio necesario por repetición de viejos esquemas de poder y se frustre el logro.

Este impulso renovador es universal y necesario como lo fue el de Mayo del 68. Como lo fueron la Reforma Protestante, la Revolución Francesa, la Americana o la proletaria en su día. Lo que ahora hagamos con esepotencial depende de nosotros. De todos. Atribuirlo sólo a una generación respondona y arrogante, e idiota, no es inteligente ni lúcido sino una rabieta de los que en el fondo no necesitan cambios y justifican la precariedad y el sufrimiento de la mayoría oprimida por una oligocracia sin pudor ni decencia y con una ambición mercantil enfermiza y ciega que está acabando con los recursos y la naturaleza del Planeta. Esa conmoción renovadora es imprescindible para despertar a los que duermen y/o vegetan en la comodidad de lo seguro.  

Que las tácticas, opacidades y marrullerías de Podemos o de Ciudadanos no nos gusten y deban ser revisadas democráticamente para poder darles credibilidad política, es evidente, pero eso no debe quitar en absoluto la necesidad de que existan tales respuestas sociales y políticas a una realidad criminal y mafiosa como la que se nos está imponiendo en Europa y en el mundo occidental. Y no ver la relación de esta calamidad generalizada en la Europa del Sur, sobre todo en España que está doblemente daminificada, con el hecho agravante de no haber superado el estado de Transición interminable, es algo extraño en alguien de tan buen juicio como Javier Marías. 

Si la Transición hubiese resultado total y real, se habría habría convocado un referendum sobre el modelo de Estado que limpiase de una vez las huellas del franquismo en el diseño de modelo y la imposición por narices. Se habría llevado a cabo una adaptación de la Constitución al nuevo modelo, nada difícil ya que cualquier gobierno y oposición pueden corregir sin más la Carta Magna a gusto del opresor de turno y no pasa nada. Y además se habría conseguido una reconciliación pedagógica y definitiva de la memoria histórica. Lo chungo de la Transición es que nunca se han limpiado los archivos ocultos que pringan constantemente nuestra historia reciente descompuesta y llena de tachones innobles y repulsivos. La desconocemos. Todos son tops secrets, chanchullos y birlibirloques. El resultado de esos ambientes cerrados y sin ventilar es que en ellos todo se pudre y se corrompe, desde el bedel, al ministro, desde el ministro al rey. Y ya se sabe que los pueblos que ignoran su historia y sus puntos débiles la repiten constantemente hasta que aprenden. Y así será nuestro karma político y social hasta que los "idiotas" se hagan inteligentes y los "inteligentes" comprendan a los idiotas.Y ambos reconozcan que padecen idéntico adanismo prepotente e inquisidor, unos por exceso y otros por defecto.

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