“Para acabar con el narco hay que matar el deseo de consumo”
PAULA CHOUZA México / Xalapa
El escritor nigeriano Wole Soyinka, Nobel de Literatura en 1986, considera que la crisis ha arrollado grandes proyectos culturales.
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Tomo como referencia para esta segunda parte del artículo de ayer, esta noticia de hoy, con el aval de Wole Soyinka, que además de premio Nobel de Literatura es un defensor de la libertad, la igualdad, la fraternidad y la dignidad. De los derechos humanos, lesionados durante siglos en su propio país, Nigeria, por los mismos inventores, predicadores y difusores de las crisis sempiternas.
Coincide con lo que pensé esta mañana al despertar. ¿Cómo se puede combatir y superar una crisis general, si no se superan al unísono las crisis individuales que ni siquiera se relacionan con la gran crisis globalizada? Y así, ha llegado Soyinca a revalidar esa idea: ¿Cómo acabar con el narcotráfico si no se acaba con el deseo de consumo de lo que el narco ofrece como mercancía? ¿Cómo sanar la herida mundial si no se sanan al mismo tiempo las heridas particulares, cuya suma cuantitativa se incrementa con el contagio cualitativo de las mismas? ¿Qué pueden hacer los enfermos de un gran hospital por curar a los médicos enfermos que deberían curarles, pero están infectados por la misma enfermedad y tan afectados como ellos? Ahí está el porqué; el sistema "sanitario" del mundo se ha quedado inservible.
Recordando a Ilya Prigogine, el otro Nobel de Física que citaba ayer, deducimos por los síntomas que el mundo entero como sistema se ha colapsado en su propia entropía, que es un fenómeno recurrente y casi, casi, necesario en la evolución cuando los que deberían evolucionar, involucionan; es el sistema de alarma y de saneamiento que tiene el mecanismo de la vida para regenerarse, limpiarse e iniciar caminos nuevos.
Es fundamental ver y comprender que es imposible ir hacia adelante en plan moribundo. Que no es sostenible un estado agónico por mucho tiempo, manteniendo una vida que ya no es vida, enchufada a mecanismos de ventilación asistida mediante aparatos que no funcionan. Para que el mundo empiece a recuperarse necesita que sus gestores, o sea, todos nosotros, nos recuperemos, no sólo con trabajo, economía, derechos y democracias. Sino que sobre todo nos recuperemos como individuos sanos por dentro. Que una mayoría cada vez más numerosa comprenda y se transforme. Que superando las amenazas y las trampas diarias, se empeñe en hacer algo que todavía no está hecho, tanto fuera como dentro de cada uno.
Desde el año pasado vengo observando que esta vía es la que ha emprendido el 15-M. La vía del trabajo personal unido a la puesta en marcha de iniciativas imprescindibles para mejorar las condiciones de vida en el interior de las comunidades humanas. Una asamblea de barrio no es sólo un punto de encuentro de descontentos y despotricones aplastados por los escombros del sistema en derrumbamiento imparable, sino un núcleo de humanidad solidaria que empieza a conocerse, a estimarse y a quererse, no en plan sectario, por afinidades y feeling solamente, sino en plan universal, porque todos importan, lo mismo los despiertos que los dormidos, lo mismo los que participan que los que no lo hacen. Y si hay que acudir a impedir desahucios o a apoyar a un desasistido o atropellado en sus derechos, no se le pide el carnet de afinidades, ni el consenso ideológico. Se le acoge y se le atiende, simplemente, se le quiere y se le considera un igual. Tan válido como uno mismo. Es esa apertura la que cura heridas sociales y personales, la que desbloquea complejos varios, la que normaliza el camino hacia la sana autoestima y hacia el crecimiento individual, sin el que es imposible la mejoría y el crecimiento colectivos.
Por primera vez en la historia conocida se produce este fenómeno transmutador socio-personal. Ya con el cristianismo en sus inicios sucedió algo parecido, un núcleo de personas con una determinada experiencia liberadora personal y compartida, consiguió cambiar una sociedad cruel como la del imperio romano, cuya base económica era la mano de obra de los esclavos y su sistema gestor, la corrupción totalitaria. Fue un avance importante que a partir del siglo IV comenzó a decaer, justamente, cuando la jerarquización de poderes temporales se infiltró en los cristianos reconocidos como un poder más de la troika: el sacerdotal-religioso, que era algo impropio de los orígenes cristianos, a quienes romanos y judíos tildaban de ateos, porque no necesitaban templos ni símbolos "sacros" ni clero, para venderse y publicitarse; al contrario, los más "relevantes" eran los que más y mejor servían. Con la estafa claudicante del Edicto de Milán en el 313, la palabra que tradujo en griego la buena noticia de los bienaventurados -euangellós- dada por el Nazareno, hasta la denominación de origen cambió; ya no eran "los cristianos", sino la "iglesia, ekklesia, (concepto griego de asamblea cívica, que nada tiene que ver con lo que hizo y aconsejó Jesús de Nazareth) católica ( universal, como el imperio) apostólica, (o sea, proselitista, puesto que apostolós en griego no significa mensajero ni portador de noticias nuevas y salvíficas, que sería angellós, sino expedicionario, invasor, alguien que llega a un lugar para tomar posesión de él por orden de otros) y romana. Ésta última condición, "romana", es el broche de cierre que elimina cualquier referencia al origen real del cristianismo. Una vez más la manipulación semiótica aprovechó el lenguaje para "adaptar" un nivel más alto de energía a otro bastante más bajo. No es nada malo en sí, porque es también el modo de acercar la antorcha encendida al agujero negro para iluminarlo y hacerlo visible para sí mismo, con el riesgo de que los agentes de la negrura se apoderen de la antorcha y de su portador y la llama se consuma en la oscuridad sin poder dar ni obtener más luz. Y deje a oscuras y sin encontrar la salida del antro, al mismo portador que no supo tomar precauciones antes de adentrarse en la oscuridad inexplorada y desconocida.
El primer aldabonazo en la conciencia de Occidente, que marcó el cambio ideológico del medievo al Renacimiento lo dio Martín Lutero, escandalizado por los métodos papales y tras su visita a Roma, cuando en 1517 reivindicó los 95 puntos fundamentales del fallo católico y su comercio con las indulgencias como si fuesen chistorras o longanizas de Pascua, en la puerta de la iglesia de la universidad de Wittemberg. De ahí se derivaron las terribles guerras de religión que asolaron Europa durante más de un siglo y tomaron forma lo dos "conceptos " sociales que hora mismo condicionan la Eurozona de " dos velocidades". La católica ( Irlanda, Portugal, España, Italia y Grecia) pobre, retrógrada, resignada social, obediente y oligárquica y propensa a mafias y corrupciones de todo tipo, y la protestante, ( el resto de la UE) próspera, mucho más racional, organizada e idependiente. Los motivos de esta revolución fueron religiosos y éticos.
El segundo intento importante fueron las revoluciones sociales en la segunda mitad del siglo XVIII, con la independencia de EEUU y la Revolución Francesa, que impulsaron el crecimiento de la conciencia asamblearia social y ciudadana; los motivos fueron políticos y reivindicadores de la libertad y la igualdad.
El tercer intento lo aportó Karl Marx con su visión reformadora de la historia y la aplicación de la dialéctica de Hegel al pensamiento social. El aviso profético de que el dinero puede llegar a convertirse en el mayor tirano de la historia si se le coloca como único objetivo del bienestar, porque la avaricia unida al poder es la muerte de cualquier sociedad. La recuperación ética de la dignidad de lo que hasta entonces se consideraba una masa infrahumana: los trabajadores, que sólo habían sido hasta entonces el combustible "natural" y monstruoso de la caldera social privilegiada que alimentaba la revolución industrial. Además Karl Marx vio con clarividencia meridiana el papel de adormidera social que desempeñan las religiones usadas como instrumento de poder sobre la psique de las masas a favor de los señores de este mundo. El marxismo que realmente puso en evidencia donde estaba el anticristo isntalado en nuestra sociedad, pardógicamente, fue acusado por los pseudocristianos fanáticos de ser la doctrina del propio anticristo.
Los motivos de Marx fueron económicos, filosóficos y sociales, con un gran peso ético, que desgraciadamente no caló en las revoluciones proletarias que siguieron sus pautas hasta donde sus capacidades de comprender les permitieron. Para terminar en los rencores de Lennin y en las atrocidades de Stalin.
La cuarta iniciativa fue la de Gandhi. Una nueva concepción "evolucionaria" emparentada con el evangelio cristiano -como el mismo Gandhi afirmó tantas veces- y como reverso social para el liberalismo y las luchas sociales desgarradoras que estaban machacando Europa y al mundo con dos monstruosas guerras mundiales . Con el gandhismo se superó el tabú de la necesidad de la violencia para hacer triunfar una revolución. Y se derrotó a un imperio sin derramar más sangre que la que hicieron derramar los ingleses a los hindúes manifestantes y resistentes pacíficos. Algo que además se volvía contra ellos mismos. Así como se descubrieron los recursos justos e incruentos para el cambio social que nacen de un nivel de conciencia mucho más elevado y de su pedagogía práctica : resistencia pacífica ante la imposición de las injusticias y desobediencia civil siempre desde la paz y la noviolencia. Y una gran capacidad organizativa sin jerraquías, donde todos eran tenidos en cuenta e incorporando el ayuno, la meditación orante, la simplificación y austeridad digna y voluntaria y la corresponsabilidad como las herramientas de trabajo y al mismo tiempo de cambio personal que influye en el social. Desde entonces, como en el cristianismo de los primeros tiempos, se comienza a valorar la ética, el respeto,la compasión y la solidaridad, la autonomía que da salirse de un sistema consumista y mantenido por la esclavitud moderna del obrero explotado y mal pagado, como el motor más importante de cualquier reivindicación. Al mismo tiempo después de casi dos mil años, se vuelven a reunir por segunda vez en la historia de los movimientos sociales, el compromiso inapelable por la mejora social y la espiritualidad como motor interno, que procura la sanación y revisión constante de quienes trabajan al servicio de las causas justas. La misma vida de Gandhi, como la de Jesús, se convierte en testimonio vivo de los logros de un trabajo interior metarreligioso, con la iluminación y la gracia, que son lo mismo en realidad, como motores de la evolución personal, pero sin que signifique una teocracia ni una manipulación política ni apetencia de puestos relevantes, porque ninguno de los dos guías, aceptó ni un cargo público ni un privilegio ni se dejó comprar jamás por el poder.
La quinta puede ser ahora. La nuestra. La de todos a una. Ya podemos repasar qué ha faltado y qué ha sobrado en cada cambio de nivel de conciencia en la humanidad. Qué podemos hacer nosotros de lo que todavía no se ha hecho. Seguramente se trate de humanizar el progreso. De equilibrar la balanza de lo necesario y lo superfluo. De encontrar el "secreto" de algo que siempre se ha buscado y aún no se ha convertido en patrimonio de la UNESCO: la felicidad personal unida al bien común. De descubrir juntos y por separado, en el mismo movimiento evolutivo, el sentido de la vida y de la creación. De salir de la periferia de la exhibición de logros materiales para encontrar respuestas profundas y utilidades superiores a esos logros propios del homo habilis pero todavía muy insuficientes para satisfacer la necesidad evolutiva del pretendido y no logrado aún, homo sapiens.
Resumiendo. Los cambios que hemos ido haciendo a lo largo de la historia nos han aportado bases muy importantes para continuar la vía sanadora capaz de superar la entropía que enrarece la vida y la mata, cuando no se produce, - y cito otra vez, a Prigogine- una "estructura disipativa" que provoque el "punto de bifurcación" sin posible retroceso, hacia un nuevo paradigma social. O sea, hablando en román paladino, como diría Berceo, el "fundador" del castellano, eso significa, que es imprescindible, y no sólo para salir de la crisis, sino para sobrevivir como especie, que cambiemos de óptica, todos. Que comprendamos que la repetición de lo que nunca ha dado buenos resultados definitivos, no lo va a hacer ahora que estamos con el agua al cuello y "lo de siempre", agotado. Que el camino complicado y laberíntico está equivocado porque la energía que se pierde en hacer y deshacer inútilmente nudos gordianos que se reproducen sin tregua, no se emplea en el trabajo adecuado ni en descubrir nuevas pautas en las que no se produzcan esos nudos infinitos. Que la solución siempre está en lo más sencillo y por eso simplificando estructuras de poder y erradicando las secuelas del ego colectivo repartido en ideologías, fobias y filias, no sólo se ahorra dinero y esfuerzo inútil, enfermedades colaterales y no sólo se acelera la solución de los conflictos, sino que se reducen a su mínima e imprescindible naturaleza. Que la casa se construye con ladrillos y cemento. O sea, que la sociedad está hecha de seres humanos individuales, unidos por una sustancia amalgamante que los convierte en estructura habitable. Los individuos somos los ladrillos. La casa, la humanidad. El cemento es la solidaridad y la justicia. El proyecto de la casa lo diseña el arquitecto que es el contenido espiritual de nuestra inteligencia y lo realizan los albañiles que son nuestras cualidades personales. Y habitamos la casa de todos, obra nuestra, cuyos muros, paredes, suelos y tejados, dependerán tanto de la calidad esencial de cada ladrillo, como de la capacidad unitiva del cemento y de como se mezclen con él el agua y la arena, para conseguir el hormigón más sólido de los cimientos que son la fraternidad generosa, el servicio, no por lucro ni por glamour ni por ambición de poder ni ansias de destacar, sino por amor. Simplemente. Una clase de amor, que en nada se parece al "amor" peliculero de las cancioncitas "de toda la vida"; es otra especie nueva que nace para solucionar los retos de hoy. Amable. Sencillo. Facilitador. Bondadoso. Aconfesional. Cooperador. Trabajador por la justicia. Valiente y sin miedos. Libre, en la más noble de las posibilidades de libertad. Sanado de sus propias manías, aborrecimientos y heridas viejas y por eso capaz de sanar las heridas del mundo.
Cambiemos ya y los políticos y las políticas, los tiburones financieros y las pirañas del poder que se han posesionado de las mentes y las emociones de la humanidad, a través de los miedos que difunden los medios y viceversa, cambiarán o desaparecerán por incompatibilidad con la vida, que ya se encarga de poner en su sitio cada pieza en el universo. Como desaparece la enfermedad cuando llega la salud y como desaparece la oscuridad de una estancia cuando encendemos una luz.
Soyinka tiene razón: si no desaparece el deseo desordenado de la condición humana hacia el absurdo de la noconciencia, mediante un cambio de energía de los individuos, nunca desaparecerá la droga-niebla que nos deja ciegos, como en la novela de Saramago. Si no quieres sufrir los efectos de la droga, no la compres. Si no quieres estar viviendo en un mundo inhóspito, comienza tú mismo por ser hospitalario. Si te molesta la garrulería de tu gobierno, deja gruñir en tu bloqueo inútil y de apoyarlo con tu miedo, tu ira estéril o con tu indiferencia suicida; únete a quienes están diseñando un nuevo mundo sin garrulería. De nada servirá que te desgañites en las manifestaciones si tu conciencia sólo pretende vomitar insultos y condenas. Y se queda ahí.
Y sobre todo, recupérate como ser humano, libre, responsable de su libertad, lleno de contenido creador y tan solidario y generoso como para ayudar a los demás a descubrirse libres, responsables y llenos de contenido creador. Únicos e irrepetibles. Como tú mismo.
Con individuos así no volveremos nunca a un estado tan lamentablemente entrópico, caótico y globalmente corrompido como éste que ahora amenaza con acabar matando a la misma humanidad que lo ha hecho posible y sostenible. Igual que las células cancerosas. Nunca se cura un cáncer añadiendo más veneno "terapéutico" al enfermo, sino cambiando su dieta, su higiene mental y rehabilitándose como individuo en todos los aspectos de su vida. Desde pedir y conceder el perdón, cambiar el ambiente, los vínculos y las costumbres en que se ha generado la enfermedad, hasta poner al ego particular y colectivo en el lugar que le corresponde.
Coincide con lo que pensé esta mañana al despertar. ¿Cómo se puede combatir y superar una crisis general, si no se superan al unísono las crisis individuales que ni siquiera se relacionan con la gran crisis globalizada? Y así, ha llegado Soyinca a revalidar esa idea: ¿Cómo acabar con el narcotráfico si no se acaba con el deseo de consumo de lo que el narco ofrece como mercancía? ¿Cómo sanar la herida mundial si no se sanan al mismo tiempo las heridas particulares, cuya suma cuantitativa se incrementa con el contagio cualitativo de las mismas? ¿Qué pueden hacer los enfermos de un gran hospital por curar a los médicos enfermos que deberían curarles, pero están infectados por la misma enfermedad y tan afectados como ellos? Ahí está el porqué; el sistema "sanitario" del mundo se ha quedado inservible.
Recordando a Ilya Prigogine, el otro Nobel de Física que citaba ayer, deducimos por los síntomas que el mundo entero como sistema se ha colapsado en su propia entropía, que es un fenómeno recurrente y casi, casi, necesario en la evolución cuando los que deberían evolucionar, involucionan; es el sistema de alarma y de saneamiento que tiene el mecanismo de la vida para regenerarse, limpiarse e iniciar caminos nuevos.
Es fundamental ver y comprender que es imposible ir hacia adelante en plan moribundo. Que no es sostenible un estado agónico por mucho tiempo, manteniendo una vida que ya no es vida, enchufada a mecanismos de ventilación asistida mediante aparatos que no funcionan. Para que el mundo empiece a recuperarse necesita que sus gestores, o sea, todos nosotros, nos recuperemos, no sólo con trabajo, economía, derechos y democracias. Sino que sobre todo nos recuperemos como individuos sanos por dentro. Que una mayoría cada vez más numerosa comprenda y se transforme. Que superando las amenazas y las trampas diarias, se empeñe en hacer algo que todavía no está hecho, tanto fuera como dentro de cada uno.
Desde el año pasado vengo observando que esta vía es la que ha emprendido el 15-M. La vía del trabajo personal unido a la puesta en marcha de iniciativas imprescindibles para mejorar las condiciones de vida en el interior de las comunidades humanas. Una asamblea de barrio no es sólo un punto de encuentro de descontentos y despotricones aplastados por los escombros del sistema en derrumbamiento imparable, sino un núcleo de humanidad solidaria que empieza a conocerse, a estimarse y a quererse, no en plan sectario, por afinidades y feeling solamente, sino en plan universal, porque todos importan, lo mismo los despiertos que los dormidos, lo mismo los que participan que los que no lo hacen. Y si hay que acudir a impedir desahucios o a apoyar a un desasistido o atropellado en sus derechos, no se le pide el carnet de afinidades, ni el consenso ideológico. Se le acoge y se le atiende, simplemente, se le quiere y se le considera un igual. Tan válido como uno mismo. Es esa apertura la que cura heridas sociales y personales, la que desbloquea complejos varios, la que normaliza el camino hacia la sana autoestima y hacia el crecimiento individual, sin el que es imposible la mejoría y el crecimiento colectivos.
Por primera vez en la historia conocida se produce este fenómeno transmutador socio-personal. Ya con el cristianismo en sus inicios sucedió algo parecido, un núcleo de personas con una determinada experiencia liberadora personal y compartida, consiguió cambiar una sociedad cruel como la del imperio romano, cuya base económica era la mano de obra de los esclavos y su sistema gestor, la corrupción totalitaria. Fue un avance importante que a partir del siglo IV comenzó a decaer, justamente, cuando la jerarquización de poderes temporales se infiltró en los cristianos reconocidos como un poder más de la troika: el sacerdotal-religioso, que era algo impropio de los orígenes cristianos, a quienes romanos y judíos tildaban de ateos, porque no necesitaban templos ni símbolos "sacros" ni clero, para venderse y publicitarse; al contrario, los más "relevantes" eran los que más y mejor servían. Con la estafa claudicante del Edicto de Milán en el 313, la palabra que tradujo en griego la buena noticia de los bienaventurados -euangellós- dada por el Nazareno, hasta la denominación de origen cambió; ya no eran "los cristianos", sino la "iglesia, ekklesia, (concepto griego de asamblea cívica, que nada tiene que ver con lo que hizo y aconsejó Jesús de Nazareth) católica ( universal, como el imperio) apostólica, (o sea, proselitista, puesto que apostolós en griego no significa mensajero ni portador de noticias nuevas y salvíficas, que sería angellós, sino expedicionario, invasor, alguien que llega a un lugar para tomar posesión de él por orden de otros) y romana. Ésta última condición, "romana", es el broche de cierre que elimina cualquier referencia al origen real del cristianismo. Una vez más la manipulación semiótica aprovechó el lenguaje para "adaptar" un nivel más alto de energía a otro bastante más bajo. No es nada malo en sí, porque es también el modo de acercar la antorcha encendida al agujero negro para iluminarlo y hacerlo visible para sí mismo, con el riesgo de que los agentes de la negrura se apoderen de la antorcha y de su portador y la llama se consuma en la oscuridad sin poder dar ni obtener más luz. Y deje a oscuras y sin encontrar la salida del antro, al mismo portador que no supo tomar precauciones antes de adentrarse en la oscuridad inexplorada y desconocida.
El primer aldabonazo en la conciencia de Occidente, que marcó el cambio ideológico del medievo al Renacimiento lo dio Martín Lutero, escandalizado por los métodos papales y tras su visita a Roma, cuando en 1517 reivindicó los 95 puntos fundamentales del fallo católico y su comercio con las indulgencias como si fuesen chistorras o longanizas de Pascua, en la puerta de la iglesia de la universidad de Wittemberg. De ahí se derivaron las terribles guerras de religión que asolaron Europa durante más de un siglo y tomaron forma lo dos "conceptos " sociales que hora mismo condicionan la Eurozona de " dos velocidades". La católica ( Irlanda, Portugal, España, Italia y Grecia) pobre, retrógrada, resignada social, obediente y oligárquica y propensa a mafias y corrupciones de todo tipo, y la protestante, ( el resto de la UE) próspera, mucho más racional, organizada e idependiente. Los motivos de esta revolución fueron religiosos y éticos.
El segundo intento importante fueron las revoluciones sociales en la segunda mitad del siglo XVIII, con la independencia de EEUU y la Revolución Francesa, que impulsaron el crecimiento de la conciencia asamblearia social y ciudadana; los motivos fueron políticos y reivindicadores de la libertad y la igualdad.
El tercer intento lo aportó Karl Marx con su visión reformadora de la historia y la aplicación de la dialéctica de Hegel al pensamiento social. El aviso profético de que el dinero puede llegar a convertirse en el mayor tirano de la historia si se le coloca como único objetivo del bienestar, porque la avaricia unida al poder es la muerte de cualquier sociedad. La recuperación ética de la dignidad de lo que hasta entonces se consideraba una masa infrahumana: los trabajadores, que sólo habían sido hasta entonces el combustible "natural" y monstruoso de la caldera social privilegiada que alimentaba la revolución industrial. Además Karl Marx vio con clarividencia meridiana el papel de adormidera social que desempeñan las religiones usadas como instrumento de poder sobre la psique de las masas a favor de los señores de este mundo. El marxismo que realmente puso en evidencia donde estaba el anticristo isntalado en nuestra sociedad, pardógicamente, fue acusado por los pseudocristianos fanáticos de ser la doctrina del propio anticristo.
Los motivos de Marx fueron económicos, filosóficos y sociales, con un gran peso ético, que desgraciadamente no caló en las revoluciones proletarias que siguieron sus pautas hasta donde sus capacidades de comprender les permitieron. Para terminar en los rencores de Lennin y en las atrocidades de Stalin.
La cuarta iniciativa fue la de Gandhi. Una nueva concepción "evolucionaria" emparentada con el evangelio cristiano -como el mismo Gandhi afirmó tantas veces- y como reverso social para el liberalismo y las luchas sociales desgarradoras que estaban machacando Europa y al mundo con dos monstruosas guerras mundiales . Con el gandhismo se superó el tabú de la necesidad de la violencia para hacer triunfar una revolución. Y se derrotó a un imperio sin derramar más sangre que la que hicieron derramar los ingleses a los hindúes manifestantes y resistentes pacíficos. Algo que además se volvía contra ellos mismos. Así como se descubrieron los recursos justos e incruentos para el cambio social que nacen de un nivel de conciencia mucho más elevado y de su pedagogía práctica : resistencia pacífica ante la imposición de las injusticias y desobediencia civil siempre desde la paz y la noviolencia. Y una gran capacidad organizativa sin jerraquías, donde todos eran tenidos en cuenta e incorporando el ayuno, la meditación orante, la simplificación y austeridad digna y voluntaria y la corresponsabilidad como las herramientas de trabajo y al mismo tiempo de cambio personal que influye en el social. Desde entonces, como en el cristianismo de los primeros tiempos, se comienza a valorar la ética, el respeto,la compasión y la solidaridad, la autonomía que da salirse de un sistema consumista y mantenido por la esclavitud moderna del obrero explotado y mal pagado, como el motor más importante de cualquier reivindicación. Al mismo tiempo después de casi dos mil años, se vuelven a reunir por segunda vez en la historia de los movimientos sociales, el compromiso inapelable por la mejora social y la espiritualidad como motor interno, que procura la sanación y revisión constante de quienes trabajan al servicio de las causas justas. La misma vida de Gandhi, como la de Jesús, se convierte en testimonio vivo de los logros de un trabajo interior metarreligioso, con la iluminación y la gracia, que son lo mismo en realidad, como motores de la evolución personal, pero sin que signifique una teocracia ni una manipulación política ni apetencia de puestos relevantes, porque ninguno de los dos guías, aceptó ni un cargo público ni un privilegio ni se dejó comprar jamás por el poder.
La quinta puede ser ahora. La nuestra. La de todos a una. Ya podemos repasar qué ha faltado y qué ha sobrado en cada cambio de nivel de conciencia en la humanidad. Qué podemos hacer nosotros de lo que todavía no se ha hecho. Seguramente se trate de humanizar el progreso. De equilibrar la balanza de lo necesario y lo superfluo. De encontrar el "secreto" de algo que siempre se ha buscado y aún no se ha convertido en patrimonio de la UNESCO: la felicidad personal unida al bien común. De descubrir juntos y por separado, en el mismo movimiento evolutivo, el sentido de la vida y de la creación. De salir de la periferia de la exhibición de logros materiales para encontrar respuestas profundas y utilidades superiores a esos logros propios del homo habilis pero todavía muy insuficientes para satisfacer la necesidad evolutiva del pretendido y no logrado aún, homo sapiens.
Resumiendo. Los cambios que hemos ido haciendo a lo largo de la historia nos han aportado bases muy importantes para continuar la vía sanadora capaz de superar la entropía que enrarece la vida y la mata, cuando no se produce, - y cito otra vez, a Prigogine- una "estructura disipativa" que provoque el "punto de bifurcación" sin posible retroceso, hacia un nuevo paradigma social. O sea, hablando en román paladino, como diría Berceo, el "fundador" del castellano, eso significa, que es imprescindible, y no sólo para salir de la crisis, sino para sobrevivir como especie, que cambiemos de óptica, todos. Que comprendamos que la repetición de lo que nunca ha dado buenos resultados definitivos, no lo va a hacer ahora que estamos con el agua al cuello y "lo de siempre", agotado. Que el camino complicado y laberíntico está equivocado porque la energía que se pierde en hacer y deshacer inútilmente nudos gordianos que se reproducen sin tregua, no se emplea en el trabajo adecuado ni en descubrir nuevas pautas en las que no se produzcan esos nudos infinitos. Que la solución siempre está en lo más sencillo y por eso simplificando estructuras de poder y erradicando las secuelas del ego colectivo repartido en ideologías, fobias y filias, no sólo se ahorra dinero y esfuerzo inútil, enfermedades colaterales y no sólo se acelera la solución de los conflictos, sino que se reducen a su mínima e imprescindible naturaleza. Que la casa se construye con ladrillos y cemento. O sea, que la sociedad está hecha de seres humanos individuales, unidos por una sustancia amalgamante que los convierte en estructura habitable. Los individuos somos los ladrillos. La casa, la humanidad. El cemento es la solidaridad y la justicia. El proyecto de la casa lo diseña el arquitecto que es el contenido espiritual de nuestra inteligencia y lo realizan los albañiles que son nuestras cualidades personales. Y habitamos la casa de todos, obra nuestra, cuyos muros, paredes, suelos y tejados, dependerán tanto de la calidad esencial de cada ladrillo, como de la capacidad unitiva del cemento y de como se mezclen con él el agua y la arena, para conseguir el hormigón más sólido de los cimientos que son la fraternidad generosa, el servicio, no por lucro ni por glamour ni por ambición de poder ni ansias de destacar, sino por amor. Simplemente. Una clase de amor, que en nada se parece al "amor" peliculero de las cancioncitas "de toda la vida"; es otra especie nueva que nace para solucionar los retos de hoy. Amable. Sencillo. Facilitador. Bondadoso. Aconfesional. Cooperador. Trabajador por la justicia. Valiente y sin miedos. Libre, en la más noble de las posibilidades de libertad. Sanado de sus propias manías, aborrecimientos y heridas viejas y por eso capaz de sanar las heridas del mundo.
Cambiemos ya y los políticos y las políticas, los tiburones financieros y las pirañas del poder que se han posesionado de las mentes y las emociones de la humanidad, a través de los miedos que difunden los medios y viceversa, cambiarán o desaparecerán por incompatibilidad con la vida, que ya se encarga de poner en su sitio cada pieza en el universo. Como desaparece la enfermedad cuando llega la salud y como desaparece la oscuridad de una estancia cuando encendemos una luz.
Soyinka tiene razón: si no desaparece el deseo desordenado de la condición humana hacia el absurdo de la noconciencia, mediante un cambio de energía de los individuos, nunca desaparecerá la droga-niebla que nos deja ciegos, como en la novela de Saramago. Si no quieres sufrir los efectos de la droga, no la compres. Si no quieres estar viviendo en un mundo inhóspito, comienza tú mismo por ser hospitalario. Si te molesta la garrulería de tu gobierno, deja gruñir en tu bloqueo inútil y de apoyarlo con tu miedo, tu ira estéril o con tu indiferencia suicida; únete a quienes están diseñando un nuevo mundo sin garrulería. De nada servirá que te desgañites en las manifestaciones si tu conciencia sólo pretende vomitar insultos y condenas. Y se queda ahí.
Y sobre todo, recupérate como ser humano, libre, responsable de su libertad, lleno de contenido creador y tan solidario y generoso como para ayudar a los demás a descubrirse libres, responsables y llenos de contenido creador. Únicos e irrepetibles. Como tú mismo.
Con individuos así no volveremos nunca a un estado tan lamentablemente entrópico, caótico y globalmente corrompido como éste que ahora amenaza con acabar matando a la misma humanidad que lo ha hecho posible y sostenible. Igual que las células cancerosas. Nunca se cura un cáncer añadiendo más veneno "terapéutico" al enfermo, sino cambiando su dieta, su higiene mental y rehabilitándose como individuo en todos los aspectos de su vida. Desde pedir y conceder el perdón, cambiar el ambiente, los vínculos y las costumbres en que se ha generado la enfermedad, hasta poner al ego particular y colectivo en el lugar que le corresponde.
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