lunes, 15 de octubre de 2012

ENSEÑANZA GENERAL BÁSICA

Cuentan que en cierta ocasión un grupo de personas muy comprometidas social y políticamente e implicadas en un trabajo serio para el cambio de conciencia fueron a visitar a un maestro espiritual con el fin de consultarle sus inquietudes y pedirle su opinión y su consejo.

-Nos han hablado de usted y venimos a consultarle nuestras inquietudes. Somos conscientes de la necesidad del cambio, pero no todos estamos de acuerdo en los métodos para lograrlos. Unos apuestan por la noviolencia y otros por la contestación contundente cuando los tiranos se pasan en sus castigos y represiones. ¿Cuál es el método mejor?

El maestro les miró con atención y simpatía. No dijo nada. Se levantó e hizo un gesto indicando que le acompañasen. Les condujo hasta un edificio muy sencillo, edificado con materiales naturales, paja, madera, barro y cal. Grandes ventanas y la puerta abierta. Dentro un espacio diáfano acogía a numerosas personas trabajando cada una en una cosa distinta, unos cosían o tejían, otros seleccionaban semillas consultando libros y dibujándolas, otros limpiaban legumbres, otros escribían o pintaban, alguno, con un instrumento, componía; mantenían un silencio natural y se comunicaban serenamente cuando lo necesitaban. 
Luego les llevó a una explanada donde todos hacían chi-kung y tai-chi al aire libre. Más allá otros hacían kung fu con espadas o sin ellas. Otro grupo de personas meditaba traquilo debajo de un emparrado. Unos estaban en posición de loto, otros sentados. Otros de pie o paseando. Luego dieron la vuelta a las sencillas construcciones y vieron a otros lavando ropa y tendiéndola mientras parecían danzar con movimientos delicados y rítmicos. Lo mismo que quienes estaban amasando pan o recogiendo el arroz y las frutas. Se hablaban con naturalidad y con una familiaridad agradable y próxima. Cálida.
Cuando el recorrido terminó, el  maestro les condujo a la estancia donde les había recibido al llegar. Se sentaron y les dijo

-¿Qué les parece lo que han visto?

-Nos ha gustado mucho, pero nosotros deseábamos una opinión suya acerca de como enfocar  la dinámica del compromiso social.

-Acompáñennos mañana a la manifestación que hacemos cada jueves por la tarde ante el Palacio del Gobierno.

-Ah, pero ¿ustedes se manifiestan también?

-Por supuesto.

Al día siguiente, a la hora convenida, una gran multitud llenó la plaza. Los visitantes esperaban ver aparecer al maestro y a sus discípulos . Les vieron al fondo detrás de un gran grupo de personas que portaban pancartas llenas de sugerencias. Cada una de ellas apuntaba una idea realizable y fácil. "Comprométete, pero no te enfades", "lucha por el bien común, pero no combatas a nadie", "exige a los demás la misma justicia que tú practiques contigo", "antes de insultar, respira y mírate por dentro", "sin honestidad no hay crecimiento", "cuando no se acierta a gobernar , dimitir es una virtud y permanecer en el gobierno, un delito", "el pan, la salud y la escuela, son la vida de un pueblo, quien no puede garantizarlos, no puede gobernar", "un libro y un buen maestro son alimentos de primera necesidad, pero el alma es lo que los hace posibles y necesarios". Los manifestantes se sentaron en el suelo y la policía comenzó a charlar con algunos de ellos. Los alumnos y el maestro repartieron dulces caseros y botellas de agua recogida en la fuente de la plaza. 
Se debatió, se habló, se cantó. Al final se hizo un silencio flexible y natural. Un murmullo se comenzó a levantar desde la plaza hacia lo alto. No eran palabras, era un susurro cada vez mas armónico. Nada se había preparado. Todos, hasta el maestro, se sorprendieron. Durante un par de horas aquel sonido no sólo llenó la plaza, sino también el centro de la ciudad. Poco a poco se fue haciendo silencio nuevamente y poco a poco los manifestantes se fueron marchando sin a penas hacer ruido. El ambiente era otro.

Al día siguiente, la televisión, la radio y la prensa, al medio día, dieron la primicia: el gobierno había dimitido en pleno y el Jefe del Estado pidió a los ciudadanos que quisieran colaborar a la reconstrucción del país, que dejasen sus ideas por escrito en unas cajas que la policía colocó junto a la fachada del Palacio Presidencial. En grupos de diez, se permitió la entrada intermitente en el Parlamento. Y desde aquel día todo empezó  a cambiar.

-Maestro ¿cómo ha sido posible este milagro?

-Porque no es un milagro, sino una cosecha. Durante dos años muchas personas espirituales y comprometidas decidieron "perder" su tiempo en crecer por dentro y en convertirse en educadores de calle; se acercaron a las personas que conocían y las contagiaron de inquietud, y ellas despertaron e hicieron igual con las demás. Empezaron a reunirse  y poco a poco, ya lo ven, se ha cosechado lo que se sembró, se regó y se cuidó. Mucho más que una revolución. Un cambio de conciencia que ya era urgentísimo e imprescindible para la supervivencia de la especie y de la vida en el Planeta.

-Nosotros pensábamos que sin lucha y reivindicaciones violentas para acosar a los poderosos nunca se lograría nada.

-La violencia nunca es una solución sino un problema más que arrastrar  y un retroceso en la evolución que ya no podemos permitirnos si queremos un cambio verdadero -dijo el maestro-.

-Nosotros, en cambio, pensábamos que los problemas se acaban solos.

-Claro que se acaban solos, pero para que se acaben hay que dejar de alimentarlos con nuestra indiferencia, con nuestra resignación, nuestro conformismo inmovilista y nuestra falta de ideas y/o de voluntad para ponerlas en marcha. 

-Pensábamos que el mal gobierno terminaría cuando muriese el mal gobernante.

-Si no cambia la conciencia de los pueblos, detrás de un mal gobernante llegará otro, que sumará nuevos problemas a los del anterior. Es el mismo pueblo dormido el que produce a los que le gobiernan, con el agravante de que los que aspiran y llegan al poder son más ambiciosos, inhumanos, ciegos, amorales y estúpidos que los demás. La conciencia de los pueblos nunca la despertarán quienes los gobiernan y manipulan, porque saben que un pueblo despierto y consciente no necesita gobernantes adictos al poder, sino servidores, a los que el poder sobre los demás no les interesa, precisamente porque ya saben gobernarse a sí mismos, por ello carecen de ambición partidista y de ánimo de lucro a costa del prójimo. Aman la verdad porque son verdaderos. Reales. No fantasmas de las emociones incontrolables ni de las ideas fijas. Llenos de miedo y de fanatismo. De inutilidad.

( "La cosecha de los sabios")



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