Madame Cifuentes dice que hay que impedir manifestaciones y reprimir ciudadanía descontenta y harta de abusos. ¿Cómo piensan hacerlo? ¿Dónde piensan meter a miles de ciudadanos andando pacíficamente por las calles de las ciudades y pueblos de España? ¿Todos a la cárcel? ¿Todos detenidos? ¿Todos apaleados? ¿Bombardeados? ¿Cazados a lazo o tal vez por el rifle de su malestad cual elefantes botswanos?
¿Sabe doña Cifuentes que ni todo el Imperio Británico junto consiguió frenar a la India cuando dijo allá voy, podéis hacer barbaridades, pero os cansaréis y os arruinaréis antes de que nosotros obedezcamos vuestras leyes injustas y aceptemos esta esclavitud?
De poco le servirá a la Oreja de don Mayor, prohibir que se editen en tve escenas de manifestantes indignados, porque la indignación se lleva dentro, y crece sin parar y se reproduce como las madres de antes, con familia numerosa de aquellas de los premios franquistas de la natalidad y de repente ta das cuenta de que la indignación también vive en el piso al lado y en el de abajo, en el de enfrente y en el de encima, y en el pequeño comercio del barrio y en el autobús y en el metro y en el taxi y en la gasolinera y en el quiosco de la esquina y en la pelu que ha despedido a todos los empleados y sólo queda el dueño trabajando doce horas sin parar, porque apremian los pagos y los microcréditos que le daban un respiro mensual se han esfumado y vas al hospital y te encuentras a la indignación vestida de enfermera y vas a llevar a los niños al cole, tupper en ristre, y ahí está, en la puerta del ex-comedor escolar y mirándote con rabia contenida y llega fin de mes y la indignación se agranda porque no se cobra ya ni el subsidio y no hay empresa que contrate a nadie, porque, alentadas y jaleadas por el gobierno las empresas prefieren que cada trabajador haga 16 horas diarias, antes que contratar a más personas en turnos de ocho. Y la indignación le va dando capones y collejas a la conciencia y la saca de su prudente conducta habitual, bien educada, demasiado comedida, con tragaderas anestesiadas y resignación barbitúrica entrenada por dictadura y entreverada de democracia chunga. Como un montadito de política chisgarabís y gestores mequetrefes. Y de repente te das cuenta de que es tan imparable y lúcida como justa. Y te da razones que no querías ver. Y les pone rostros, nombres, apellidos y cuerpo serrano. Y ya está en la calle y en la palza o en al parquecito de los columpios sin que nadie la convoque, abriéndose paso a ritmo de batucada y de pancarta, asociando almas y cuerpos, uniéndolos como en una colcha de patchwork, mezclando rayas y lunares, cuadros y círculos, tirios y troyanos, que la indignación tiene más poder de convocatoria que las procesiones del corpus y de San Cucufato , obrero y mártir o de Santa Rudegunda, virgen y doctora sin título por falta de presupuesto y por impago de tasas astronómicas, tan inasequibles a su voto de pobreza evangélica, forzosa, que le impedirán licenciarse en la Universidad Católica y ahora hasta en la pública siendo una eminencia, mucho más inteligente que los pijos ossssea, esos que aprueban a la sexta convocatoria, privada off course, de crédito en credito y cuyos cuatrimestres duran tres cursos con el fin de regalarles la acreditación final sin demasiado desgaste de neuronas.
¿Cómo creerá doña Cifuentes que estará la indignación viendo cada día cómo se perjudica el panorama, cómo se cuartea el paisaje cívico, y como un gobierno inútil y acojonado por su propia inutilidad, pero incapaz de reconocerla y asumirla pretende, además amordazar a las víctimas de su descalabro y amenazarlas por quejarse? En vez de escuchar, recoger las velas de la chulería y ponerse las pilas para terminar esta vergüenza que ni Europa, ni Merkel ni Hollande, ni Monti ni Cameron, aciertan a comprender. En vez de dejar muy claro que sólo se penalizará la violencia, se quiere provocar la violencia con prohibiciones y amenazas que machaquen aún más a los ciudadanos, a quienes deben sus cargos, sueldos y prebendas. Y se condecora a la policía cuando invade la estación de Atocha tirando fogueo y dando porrazos a los viajeros. Mientras "los violentos" frente al Congreso arrancan vallas y cuando los polis les sacuden y les dan una tunda soberana, gritan a voz en cuello: "¡Que soy compañero, joder, no me peguéis más!", "¡Hostia, es verdad, parad, parad, que son los compañeros!" No es nada extraño que a la indignación le crezca el volumen, el peso, la altura y la extensión. Y que a la Oreja de don Mayor le crezcan los enanos del ridículo y de la vergüenza cuando la tv le pone delante la crónica directa del desmadre policial y la desaurotización moral de un gobierno más despistado que un pulpo en la Moncloa.
El error garrafal es creer que porque nadie proteste y nadie vea imágines violentas a cargo de la policía premiada y condecorada por tal demostración de pericia para resolver conflictos, el calvario que España vive gracias a un pp desastroso, que no tiene ni idea de gobernar, ya en situaciones normales y mucho menos en una crisis terrible como ésta, se va a solucionar todo por arte de magia potagia. Hay que ser torrrrrrpes hasta la bandera, para creer semejante estupidez. No sólo no se arreglarán los problemas, es que los aumentarían y los harían incontrolables. Un recipiente a tope que se sigue llenando, rebosa y se sale sin que haya otra solución que no sea parar el llenado, vaciándolo y buscando espacios para el líquido sobrante. Pues eso le pasa la indignación. Si la colman se saldrá y no habrá policía que la reprima, porque la misma policía está hasta el casco. No olviden los Orejas y las Ci-fuentes, que también los policías son personas, ciudadanos que tienen hijos fastidiados en la escuela, familiares en el paro, deficientes, padres ancianos pensionistas en vilo y enfermos sin derecho a atención de dependencia. Y que son mejores personas y más sensatos, en muchas ocasiones, que los delegados de gobierno a los que desobedecen, cuando se niegan a intervenir en manifestaciones, si las autroridades pierden el oremus. Como pasó en Valencia el 15 de mayo des este año. Hemos sido testigos de su buen hacer muchas veces, hemos leído sus denuncias contra el Ayuntamiento y hemos sido muchas veces compañeros de manifestación, también.
Seguramente esta es la forma que tiene la oligocracia de dar golpes de estado.
Seguramente esta es la forma que tiene la oligocracia de dar golpes de estado.
La pena es que este gobierno no merece una ciudadanía tan noble ni esta ciudadanía se merece este gobierno mentiroso y ruín. Tan miserable y corto de recursos y entendederas, que a pesar de imitar al PSOE y hacerlo peor aún porque no tiene ni siquiera un programa, se ha quedado solo, ha perdido toda la credibilidad, la autoridad real, ésa que no necesita tribunales ni fuerzas de seguridad para ser valorada, y también el respeto de los ciudadanos. Y no se ha enterado todavía.
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