jueves, 4 de octubre de 2012


Independentismo, ¿qué opina?

En las últimas semanas se ha roto un tabú en Cataluña y se ha abierto un enorme debate sobre el independentismo


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Buena pregunta la de hoy. Como ya es habitual, no puedo acceder al foro de comentarios en El País, así que contestaré desde aquí, para compartir una reflexión tan interesante y oportuna sobre la cuestión independentista, que me encantaría discutir con más lectores. 
Propone Iñaki varias posiblidades como opciones. Me parece que dejar que los problemas se resuelvan por sí mismos es una concesión al miedo  y a la pereza antidemocrática y el origen de más problemas derivados de la misma demora irresponsable. Como no ir al médico cuando hay graves problemas de salud y mirar para otro lado.
Proponer soluciones e intentar arreglar las cosas con la visión unilateral del gobierno central e idearios afines a él, no es eficaz ni los catalanes más radicales en su independentismo lo aceptarían.
Una solución impuesta por la fuerza por un tribunal constitucional que ya para quienes no se consideran españoles sino catalanes no tiene la menor autoridad, lo mismo que obligar a que se acepte por la fuerza una nacionalidad a la que una mayoría no se siente vinculada, además de un atropello, sería una estupidez y una verdadera ruptura de la convivencia vecinal.
Creo que la mejor opción es que los catalanes decidan en referéndum qué tipo de vinculación quieren con el resto del  estado Español. Que se pongan de acuerdo. Y que el grupo que obtenga la mayoría se organice con el resto de fuerzas afines o contrarias. Y que con lo que decidan, se separen, se divorcien o se reconcilien con el resto de españoles. Allá ellos, que ya son adultos democráticos. O por lo menos deberían serlo a estas alturas. Al resto del país en realidad no le va afectar demasiado lo que decidan ni en la vida cotidiana ni para solucionar la crisis, ni para sacudirnos de encima la maldición gitana del pp, si Dios no lo remedia con algún milagro inesperado. 
Por suerte o por desgracia, la geografía no puede cambiarse de sitio, así que nos da lo mismo una cosa que otra, lo único que se puede desear es que sea lo que sea aquello que decidan, sea para bien de todos y no sólo de ellos o de el resto del Estado. Un federalismo tipo Suiza es una solución magnífica. Pero es que España no tiene el temple suizo sino latino y mediterráneo y los talibanismos y el patrioterismo es una bestia parda que hay que educar. Posiblemente si Cataluña, Euskadi, Galicia y poco a poco todas las regiones que aún no se sienten nacionalidades, sino gajos de una misma naranja, consiguen acordar un nuevo mapa político y eso lo votamos todos, será un éxito para la convivencia y la paz. 
¿Vale la pena sujetar a la fuerza a quienes se quieren salir de un tipo de sociedad o de relación? No. Claro que no. Es lo mismo que los hijos cuando dicen que se quieren emancipar porque no se sienten demasiado afines a sus padres. O unos hermanos emigran y otros se quedan en el pueblo de origen porque tienen distinta forma de pensar el futuro. O una pareja se separa porque uno de los dos no quiere continuar por motivos que el otro quizás no comparte. ¿Será más feliz, más próspera y más armónica una distancia respetuosa y civilizada o una presión violenta que fuerce una convivencia indeseada por una de las partes?
Personalmente, Cataluña me encanta. Los catalanes me parecen estupendos, y además tengo raíces catalanas de las me siento muy orgullosa; lo mismo me pasa con Euskadi y los vascos y con los gallegos y Galicia, aunque no esté vinculada por genética con ellos; decidan lo que decidan, para mí seguirán siendo mis hermanos de península, mis amigos y mis paisajes de siempre, mi literatura y mi cultura, mis lenguas vernáculas y ellos siempre tendrán un sentimiento mio de agradecimiento y siempre estarán federados en mi cariño y en mi respeto. Todo, menos pelear por una causa inútil y perdida. Sólo la paz social, el respeto, la tolerancia, la escucha mutua, la franqueza, la transparencia y la comprensión recíproca, ayudan a madurar a las sociedades humanas. Y sólo con ese alfabeto se puede escribir y hablar el idioma de la democracia verdadera.

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