miércoles, 17 de octubre de 2012

Silencios y estupores



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El silencio de España. Sí, casualmente, si es que hay casualidades, ayer mismo a medio día,me preguntaba por los motivos del silencio de España. 
Pasé por delante de un gran banco, uno de los más potentes. El BBVA. En su gran escalinata de acceso, dos mendigos compartían un cigarrillo y una cerveza. Y justo, en medio del rótulo que anuncia el nombre de la entidad, han colocado otro rótulo paralelo en grandes letras blancas: "No importa la crisis. ¡Aprovéchate! Tenemos a tu disposición  muchas viviendas que puedes comprar a muy buen precio". Y me vi leyendo aquel panfleto inhumano. Recordé los desahucios a los que he asistido, que por fortuna se impidieron. Pero nunca olvidaré los rostros agotados, las miradas de desamparo, la desorientación y las lágrimas de quienes primero sufren el despido, el recorte o la falta de liquidez para sostener el pequeño negocio familiar y el pago de la hipoteca de una casa mínima, vieja, sin ascensor y en una cuarta planta, por ejemplo. Una casa que no vale nada y que les ha costado un dineral muy por encima de su valor real, y que no pueden pagar porque los mismos que hicieron imposibles los alquileres y bajaron las hipotecas a precio de saldo les pusieron las llaves y las firmas en el mismo anzuelo del engaño. Los mismos que después de quitarles la casa y de obligarles a seguir pagando de por vida la vivienda fantasma, llenando agujeros con ayudas estatales sacadas de los impuestos de los mismos desgraciados, ahora especulan con lo robado y pretenden estimular la codicia de los que todavía no se han arruinado, ofreciendo el botín de la vergüenza  a compradores sin escrúpulos. 
Y vi como los coches, la gente, los autobuses, la inercia, seguían pasando por delante de aquel templo de la aberración. 
El silencio de España es muy preocupante, querido Iñaki. Si ni siquiera hay sensibilidad institucional suficiente como para permitir que se ponga  en venta el propio delito humanitario y no haya un Estado que penalice el latrocinio y su publicidad más propia de filibusteros que de hombres de bien, imagínate como pueden reaccionar ante el dilema del independentismo. Tú quizás lo veas como un toque de respeto o de serena observación. Yo soy más pesimista. Lo veo como una absoluta indiferencia ante cualquier cosa que no sea rascar los bolsillos con recortes. Es más, tengo la impresión, que si mañana mismo la crisis se solucionase y los dineros fluyesen de nuevo, lo que ahora está despertando volvería al sopor machadiano de charanga y pandereta, cerrado y sacristía. 
¿Cómo es posible que el Estado de derecho (¡?) no haya reclamado a los bancos las casas embargadas como aval de los dineros públicos que han llenado sus arcas virtuales  y los bolsillos nada virtuales ni virtuosos de los banqueros, para evitar los desahucios y convertirse en casero temporal de los que no pueden pagar hipotecas monstruosas y desproporcionadas? ¿Cómo es posible que un Estado sea tan débil como para no regular el mercado tóxico de las burbujas varias y permitir tal desastre como rebote? Si el dilema nacionalista ya estaba en pie en la época de vacas gordas, todos entendemos que en la época de vacas flacas, se agudice. ¿A quién no le gustaría separarse ya mismo de tal "estado de derecho" torcido, cuesta abajo y sin frenos? Quizá sea un instinto de supervivencia visceral, tipo ratas en naufragio, mucho más que un deseo secesionista. Se comprende. 
¿Qué cohesión social puede haber en un País de países que tiene una Constitución pensada, redactada y votada con mentalidad de dictadura agónica y absolutamente anacrónica? ¿Qué unidad puede existir en un país donde se despide a los trabajadores por que sí, porque lo mandan el FMI, don rating, doña Merkel y Wall Street, mientras los gestores que no cumplen lo que prometieron, pueden estar cuatro años aferrados a sus cargos sin que la evidencia de su ineficacia y las instituciones los manden a casa?
¿Quién se puede imaginar qué haría cualquier empresario ppero si un ejecutivo que ha contratado a precio de oro para llevar su empresa, por su curriculum, se encuentra con que el tal ejecutivo cuando llega al despacho no tiene ni idea de lo que debe hacer y se dedica a viajar de acá par allá, no comparece a dar cuenta de su gestión y debe conservarle el contrato cuatro años y no sólo a él sino a cientos de cooperantes a sueldo de la empresa? 
¿El silencio de España? Qué quieres que te diga, amigo Iñaki. Yo creo que a estas alturas a España, entre su estupor, el estado de schock social y el alucine cotidiano, ya no le quedan palabras. No como en los silencios loquitontos de las mayorías ilusorias de Rajoy. Más bien sólo le queda el grito mudo. Como el de Munch. Pero sin museo donde asomarse.



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