lunes, 2 de julio de 2012

LAS COMPENSACIONES DE LA JUSTICIA CÓSMICA

Desde el jueves pasado arde uno de los respiraderos verdes del País Valenciano. Castigado por la infamia de la negligencia, tarado por las decisiones estúpidas de los gobernantes del negocio, por su irresponsable inutilidad manifiesta. Recuerdo al presidente Zapatero cuando hubo grandes incendios en Galicia y en Canarias. Le recuerdo interrumpiendo sus vacaciones de verano para estar presente a pie de fuego y con disponibilidad absoluta. Recuerdo el incendio terrible de Guadalajara en el que murieron once trabajadores porque las llamas superaban la capacidad de auxilio y la negativa de la Comunidad de Madrid a enviar sus bomberos porque el incendio no era suyo, sino de Castilla La Mancha. Y siento rabia. Sí, mucha. Cuando, además de ignorar el abandono y el peligro de los bosques descuidados, el gobierno autonómico ppero es incapaz de enviar efectivos, tarda dos días en reaccionar, permite a sangre fría que se quemen tierras de cultivo, bosques, hogares, tiendas, talleres, maquinaria, animales, plantas y todo signo de vida posible. Siento rabia porque nos gobierne un incompetente sin una gota de humanidad ni la menor sensibilidad solidaria y social, que vive de nuestros impuestos y se los gasta en irse a ver un partido de fútbol, que por muy decisivo e importante que fuese, es una nadería comparado con lo que está pasando en España. En Valencia. Ir a gritar por un equipo de fútbol cuando eres el presidente del Gobierno y tu país está sufriendo un cataclismo ocasionado por la incuria, el desastre y la pésima gestión  de tu propio partido, que nadie de tu entorno te recuerde tus obligaciones políticas y éticas, es un cuadro demencial que debería hacer dimitir a ese inútil Don Tancredo paseante de infortunios, avergonzarse a su partido y despertar de una vez a los ciudadanos que aún duermen atontados por  la euforia estupenda del éxito de la selección, para olvidar lo que nos aplasta y hunde, con la borrachera mediático-deportiva. Rajoy y su des-gobierno deben dimitir en bloque. Por simple ley de la consecuencia. Por no estar a la altura de nada. Por ser lo más perjuducial, tonto, fatuo e inútil que se ha perpetrado contra España desde dentro de ella misma, como una autoinmunidad ruinosa. 
Es cierto que por otra parte las Leyes del Universo han compensado la debacle ppera en Valencia y een eurolandia, con un juego bellísimo, elegancia, talento y humildad excelente, en el partido final de la eurocopa; no sólo de la cantidad de goles magistrales vive el buen deportista, sino de la superiorioridad humana de sus cualidades.  Del genio ético-estético que lleva dentro y que nunca se puede improvisar ni sustituir por habilidades, cuando no se tiene. 
Las cualidades superiores, igual que la buena economía, aumentan con la buena inversión y decrecen y desaparecen con la miseria. Un país se levanta con el trabajo bien hecho y remunerado con justicia y generosidad. Un país se hunde con el miedo a gastar dinero, energía y compromiso en el riesgo del bien común, procurando el malestar y el abuso a los ciudadanos, mientras acumula sus tesoros  en el cubil de la rapiña, del pánico y de la evasión. Así sucede con el buen juego deportivo: se crece y se gana potenciando a las personas que componen los equipos, desde la cantera, que es la escuela. No incentivando la "guerra" y la rivalidad, la soberbia vanidosa de los necios, sino la cooperación, la solidaridad y el respeto en el juego, la limpieza y la noviolencia; enseña a distinguir que el coraje hay que volcarlo en el objetivo sano del juego, no en aplastar al "rival", que en realidad es compañero de juego y de avatares. Y así funciona La Roja y así juegan su vida los españoles decentes y estupendos que son muchos más de lo que parece. Sin esa semilla nunca habría sido posible aducar chicos tan sanos, inteligentes, cívicos y geniales. Tampoco habría Camachos ni Del Bosques, dispuestos a formar no sólo máquinas de goles ni estrellos malabaristas del balón, sino, y sobre todo,  hombres completos, excelentes y magníficos. Unas cualidades que no son exclusivas de nadie, todos pueden desarrollarlas a su ritmo y en su momento, pero, eso sí, con un trabajo titánico de higiene ética sobre sí mismos. No desde la fatua autocomplacencia del ego envidioso y comparativo, aburrido y pretencioso, sino desde el agradecimiento sencillo al cielo y a la vida, como revela la imagen preciosa de Jordi Alba, lanzando besos a las alturas mientras corría y saltaba de alegría por el segundo golazo del partido, como resultado del esfuerzo, del trabajo común y del impulso luminoso de esa gracia festiva que acompaña siempre a los inocentes.  Hagan lo que hagan y están donde estén. Los árabes la llaman Baraka. Los cristianos, milagro o bendición. Los sabios, justicia y equilibrio. Los niños, juego divertido y estupendo. Los tontos ni la ven. Por eso cuando les pasa al lado, no la reconocen y cegados por su idiotez piensan que no existe. Ellos se lo pierden.

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