sábado, 14 de julio de 2012

LA TERCERA GUERRA MUNDIAL

Pasó como un fantasma tocando el escalofrío en la segunda mitad del siglo XX. Nos amenazó durante más de cuatro décadas con guerra fría, con misiles y bombas nucleares, de hidrógeno, de napalm, con bombas matapersonas y respeta objetos, con guerra bacteriológica; por fin cuando "cae el enemigo" bajo el peso de la ideología insostenible y del capitalismo feroz, se inventa la amenaza terrorista. Ahora era el turno de inventarse otro enemigo. El Islam. Cuando éste parece ya desactivado, dividido por falsas primaveras verdaderamente sangrientas y la guerra sucia de las inexistentes "armas de destrucción masiva", Irán en el catecumenado de la siguiente etapa y el mundo árabe sucumbe enfangado en múltiples guerras civiles inducidas: Libia, Siria, Irak, Afganistán y casi Pakistán, la tercera guerra mundial en porciones, como los quesitos del Caserío o de La vache qui rit, se expande con las dos modalidades menos abiertas y más camufladas: la guerra mediática y la guerra económica.

Todos temíamos desde siempre una guerra descarada, militar, uniformada en bandos  más o menos malos, el menor mal y el bien menor frente a frente. Con un principio y un final. Con vencedores y vencidos. Una guerra minimalista y relámpago. Hiroshima-Nagasaki fashion. Rápida y destructiva como un terremoto, como un huracán o como una cadena de maremotos, que nos matase de repente o contaminase el aire, el agua y la tierra. Algunos poderosos hipocondríacos se construyeron hasta bunkers, por si acaso, como Felipe González en Moncloa. Pero los planes Bidelberg & Company iban mucho más lejos. Nada de guerras a campo abierto, detectables. Nada de enfrentamientos cara a cara. Porque seguramente, como en otras ocasiones, perderían. Ellos son pocos y la humanidad es mucha. Adiós a las armas visibles y audibles. Adiós al estruendo, a las marchas militares, a los misiles tierra-aire y a los bombardeos de diseño de los viejos B-52 y sus herederos, los Phamptoms. Esta vez el IV Reich mundial lo ha calculado de otro modo. Muchísimo más discreta la guerra mediática y guerra económica. Intoxicar mentes y reducirlas a fosfatina, liquidar la naturaleza que permite la vida de tantos seres estúpidos que necesitan comer, curarse, trabajar, emigrar a las metrópolis que en tiempos les quitaron sus riquezas, y que, para más inri, con tanto progreso medicamentoso se convierten en seguida en jubilados que viven la tira años y como han cotizado, hay que darles su pensión; y eso es la ruina del sistema, como no se ha recatado en afirmar Mme Lagarde, la lagarta profesional, ya sin máscara, que dirige el FMI. Ante este desmadre social, lo más urgente es matar almas y cuerpos sobrantes e invertir dinero en el proceso, que se ha convertido en el gran negocio del milenio recién estrenado.

La tercera guerra mundial la estamos viviendo ahora mismo en distintos planos. Para los más pobres y vulnerables es el exterminio directo. Para los pobres disfrazados de clase media es la ruina y la esclavitud, para los pirañas es la oportunidad única de explotar el miedo y la miseria y de  hacer carrera política o en la banca; para los cuatro poderosos que manejan este Titanic  es el delirio, la apoteosis, el juego más divertido y cínico de la historia. Por fin, todos los imperios confluyen en este momento, cuando la tecnología permite el control absoluto de los medios y de los media, de las materias primas y de los recursos. El dinero ya sin valor alguno, como en el Monopoly, se ha reducido a la nada. A la calderilla con que pagas en el super o en el kisoco. Se comercia con el vacío del bonobasura, con créditos fantasma que nadie ve ni toca, con acciones bursátiles que hoy simulan valer millones y mañana simularán no valer nada, porque pasan de cheque a cifra, de cifra a código de barras y simples números en un tablero que nadie sabe quién maneja. Compras o vendes una casa, pero nunca verás el dinero real que recibes ni el que pagas en la transacción.
Sólo en la sombra oscura de la nada, en la madriguera del vacío, los cuatro jinetes del Apocalipsis virtual, -guerra, hambre, enfermedad y muerte- cabalgan sin descanso, riendo a carcajadas sardónicas, mientras reciben estados de cuentas de la BCE, de Wall Street, del FMI o del BM. Siglas irrisorias para ir distrayendo la atención y dispersar presiones sociales que pronto dejarán de exigir justicia ni transparencia ni buen gobierno, cuando tengan que pelear como animales  para defenderse de la policía, para ser el mejor y hacer la puñeta a otros y conseguir un sueldo de 400 euros por doce horas de trabajo.
La tercera guerra mundial se está combatiendo dentro del hombre. Y es el hombre quien debe elegir entre la precariedad absoluta de la sumisión y la muerte lenta, o evolucionar, asociarse y comenzar a vivir sin necesitar "las delicias" que ofrece en su jardín envenenado un sistema dictatorial y degradante, inhumano, cuyo objetivo a no muy largo plazo, por lo que se ve y se sufre, es que el mundo se convierta en una red de campos de prisioneros condenados a trabajos forzados hasta la muerte. 

El IV Reich mundial pretende que el Planeta Tierra se convierta en un Auschwitz universal. Prefiere malgastar millones en armamento de vanguardia que no usará jamás, en programas espaciales que no solucionan nada en la Tierra, en investigaciones ridículas sobre la existencia material de Dios, antes que invertir mucho menos que ese despilfarro en organizar micro-créditos, empresas sencillas, autogestionadas  y exitosas en el tercer mundo que permitan la vida (como ha demostrado Vicente Ferrer en la India) , el cultivo de los alimentos necesarios, la potabilización de las aguas y el saneamiento del alcantarillado, el aprovechamiento terapéutico de las especies autóctonas como medicamentos clínicos, la vivienda isoclimática realizada con materiales naturales que no agrede el medio ambiente y puede ser tan higiénica, cómoda y aún más bella que las viviendas "modernas" del hacinamiento urbano; por no hablar del aprovechamiento de los desiertos para aprovechar la energía solar y la eólica; pero todo eso ayudaría al hombre a mejorar y los cuatro jinetes del Apocalipsis no quieren la independencia ni la autonomía de los pobres, no quieren que desaparezca la pobreza, porque hasta de las empresas "solidarias" han hecho un negocio rentable. Son como una iglesia "salvadora". Necesitada de que haya pecadores y maldades, para tener sentido y un por qué. Si los humanos sanan y mejoran, cambian y crecen ¿a qué se dedicaría la religión?  ¿cómo lavarían su pseudoconciencia los delincuentes económicos de comunión diaria, confesión semanal  y ejercicios espirituales? ¿de qué vivirían los laboratorios farmacéuticos, los emporios y seguros médicos? ¿y los abogados? ¿y la policía y los ejércitos? ¿ y los políticos "profesionales" de la partidocracia? ¿y la bolsa y el mercado planetario alimentador de pirañas sin escrúpulos ni misericordia? ¿y la publicidad del engaño y los media? Está claro que el despertar del hombre es la muerte del sistema que se ha fundado sobre el sueño narcotizado de la humanidad y ha dado lugar al peor de los pecados posibles. El pecado nada original del egoísmo patológico y suicida. Autodestructivo. 

La tercera guerra mundial no se combate con armas. Sino con Espíritu. Sólo desde un plano más alto se ven mejor las tretas del "enemigo" y se pueden poner en marcha los antídotos contra su ceguera perversa y corrupta, casi siempre inconsciente,  que se filtra a través  las palabras amenazantes, por las ideas de temor, por las imágenes de desolación y violencia, por la nada de sus contenidos "artísticos". En la semántica vacía.
Por eso, cuando nos intenten recortar, despedir, excluir, arruinar, debemos estar seguros de que sólo desde "arriba" y desde "dentro" se puede salir indemne, se puede descubrir al Otro y juntos, iniciar un camino infinito de solidaridad y autonomía, donde la miseria ya no importa, porque no tiene sitio. Se ha quedado sin "fans". Nadie la busca ni la practica. 
Entonces veremos que los cuatro jinetes de Apocalipsis eran simplemente los fantasmas de la miseria del miedo humano y la coartada de los poderes inhumanos.
Como en una materialización de Matrix, en la tercera guerra mundial la lucha es de máquinas autómatas pensantes contra seres indefensos y dormidos; como en Matrix, el único recurso posible es despertar.

"--¿Y cree usted que esos viejos documentos tienen tanto valor como para matar por conseguirlos, para luego tener que destruirlos?
-- Por supuesto, general, que vale la pena todo cuanto se haga para buscarlos y exterminarlos, porque en el mundo que profetizan esos documentos nunca habría sitio para gente como usted y como yo"


Las nueve revelaciones  (James Redfield)

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