Los coletazos del animal herido
Después de purgar a los jueces y a la policía, ahora le toca al fiscal general
Rajoy se escuda en que la dimisión del fiscal Eduardo Torres-Dulce es
una decisión personal. No es personal. Son negocios, los negocios de un
PP que no quiere que nada ni nadie que tenga que ver con la
investigación y la difusión de los casos de corrupción escape a su
control en pleno año electoral. Han ido a por los jueces, enseñándole la puerta al juez Ruz. A por los policías,
donde ya llevan tres ceses en la cúpula Anticorrupción. A por los
medios de comunicación, tanto los públicos como los privados. Ahora le
toca a la Fiscalía. Así funciona el respeto por las instituciones
democráticas y por la separación de poderes en el Partido Popular.
No, Torres-Dulce no es precisamente un rojo peligroso. Su gestión en
casos como el 'Faisán' –donde obligó a los fiscales de la Audiencia,
contra su criterio, a acusar de pertenencia a banda armada a la misma
policía que llevaba años jugándose la vida con ETA– deja claro que, en
muchos asuntos, el PP encontró en él un aliado fiel. No ha sido
suficiente.
Al Gobierno no le basta con un fiscal
conservador y leal. Quieren algo más: alguien obediente, que no se
revuelva, que acate las órdenes. Alguien que no se escandalice cuando,
por ejemplo, la presidenta del PP catalán le ordene cuándo y cómo se
tiene que querellar; un fiscal general al que no se le ocurra respaldar
al juez Ruz cuando decide responsabilizar a Ana Mato y al propio PP por
haberse lucrado con la Gürtel. Quieren un admirador, un esclavo, un
amigo, un siervo, como decía el José Luis López Vázquez de Atraco a las tres.
Por supuesto, la salida de Eduardo Torres-Dulce tiene muy poco que ver
con esos “motivos personales” que el educado fiscal general quiere ahora
alegar. Hace ya semanas que el ministro de Justicia estaba buscando su sucesor. Su
salida estaba cantada y se va, y así lo dejan claro desde su entorno
más próximo, porque el Gobierno no le respaldaba y le pedían que se
apartase ya.
Torres-Dulce es a la Fiscalía como
Julio Somoano a la televisión pública. Ninguno de los dos puede ser
calificado de peligroso antisistema. Pero los dos han caído porque nada
es bastante para este PP acorralado por la corrupción, hundido en las
encuestas y que en 2015 se juega a doble o nada todo su poder. Son los
coletazos de un animal herido, de un Gobierno que prefiere pagar el
coste en imagen que suponen todos estos golpes a las instituciones
democráticas antes que permitir que el más mínimo mecanismo del Estado
escape de su control.
Somoano fue cesado porque el PP quería otro Alfredo Urdaci. Torres-Dulce, porque buscan un nuevo Jesús Cardenal.
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