martes, 2 de diciembre de 2014

Una propuesta de valores en escala



                           SOCIEDAD-POLÍTICA-CIUDADANÍA

                                                ÉTICA

                                           BIEN COMÚN  
               

                         SALUD       EDUCACIÓN     CULTURA

   



                           JUSTICIA                               ECONOMÍA

     DERECHOS}                                                         {INTELIGENCIA SOCIAL
        DEBERES}                                                         {INTEGRACIÓN     "
      IGUALDAD}                                                         {EMPLEO                                                                                                     {ADMINISTRACIÓN            
                                                                                    {VIVIENDA
                                                                                    {RECURSOS HUMANOS
                                                                                    {INVESTIGACIÓN I+D+I
                                                                                    {FINANZAS-COMERCIO
              

   ESTADO DE UN VERDADERO  BIEN-SER Y ASÍ PODER BIEN-ESTAR



Esta sencilla propuesta aspira a ser una reflexión, una sugerencia para dar la vuelta a la tortilla social e individual, para invertir valores, para que así se consolide el lado más frágil y perjudicado de la pirámide: el estado de auténtico bienestar sostenible y razonable. Duradero. Que aquí está como el logro final en, en la base, en vez de ocupar  el vértice de la pirámide como inicio. lugar en el que se ha colocado la ciudadanía y una sociedad políticamente  sana.

Hasta ahora hemos considerado que las cúpulas, las alturas, son el lado más importante y visible de la construcción social. Por eso les concedemos el poder máximo, delegamos en ese vértice nuestra confianza y le permitimos que nos dirija. Hasta ahora hemos conseguido que buscando como finalidad política el estado de bienestar, nos hayamos confundido en el método para conseguirlo.

Pensábamos que el bienestar material asegurado, la abundancia y hasta el derroche eran el logro más alto al que podíamos aspirar, partiendo de un malestar social endémico y logrando la prosperidad material, llegar al bienestar con la máxima felicidad posible. Se nos ha escapado algo vital, en lo que no hemos reparado  y que nuestro estado de conciencia social e ideológica no nos ha permitido descubrir: somos la materia prima de lo que pretendemos construir y nuestra obra -personal y comunitaria- es el resumen, el fruto, de nuestra forma de ser y de estar. El concentrado de los valores que utilizamos y de la energía que irradiamos. De modo que lo importante hasta ahora,  ha sido y aún es la "lucha", el colocón emocional que nos mueva a "pelear" constantemente, haciéndonos adrenalinadependientes. A establecer una relación agresiva con el medio y con los demás, viéndolos como enemigos o como cómplices, pero siempre, como rivales, que nos disputan el lugar de nuestros egos. Y ese estado histérico mueve el timón del barco social, laboral, familiar, deportivo, religioso y político. Es una especie de indignación contra todo, de regañina gruñona que alterna con el compadreo cervecero fumeta. Un desagüe de aguas fecales psicoemotivas, nada más. Inoperante, tóxico e inútil.

La vida y el tiempo, la historia, nos están demostrando que hemos empleado erróneamente nuestro potencial y que ahora, al comprobarlo, es el momento de dar la vuelta a la pirámide y colocar en la base el estado del bienser y así poder bienestar.  Para ello es vital colocar en la cúpula, que es el modelo al que aspiramos, no las ambiciones ni los poderes, que una vez conseguidos se vuelven contra nosotros, sino el poder ético, solidario, ciudadano. Cambiarnos de gafas, graduar la vista adecuadamente para no volver a confundir las dimensiones, volúmenes, límites, distancias, perfiles y contornos, curvas y rectas, líneas y puntos.

Una vez hecho el cambio de lentes, veremos que es el estado de bien ser, de bien pensar, de bien hablar, de bien callar, de bien escuchar, de bien hacer y de bien sentir, de bienamar, de bien mediar, lo único que nos puede conceder el estado de bienestar material. Incluido el equilibrio orgánico y la salud, e incluso la modificación  y orientación del resultado de los acontecimientos. 
Los  comportamientos inerciales de la materia y sus circunstancias espaciales, temporales y modales, obedecen a nuestros estados mentales y anímicos, que son energía motriz o paralizante, que responde al filtro conductual con que funcionamos, mucho más que a una mecánica inerte. Para ello, para esa función de filtro, es imprescindible que valoremos la ética  y su fruto,el bien común, por encima de todos los bienes. Ella nos permite la comprensión, la empatía, la cercanía, el respeto, la escucha, la resiliencia alquímica, y la resistencia ante los dramas y los reveses. La lucidez con su serenidad y su entusiasmo. Con su paciencia, que nunca es pasividad, sino certeza de que todo lo que nos sucede, lo podremos transformar en algo útil, fértil y aprovechable, tanto para nuestro beneficio, como para el beneficio de los demás. Superando la limitación fatal del enfrentamiento crónico e inevitable como un mal y no como un aprendizaje pendiente de humanización que resolver.

La ética y sus consecuencias ejercen una pedagogía natural que nos hace comprender que nada está definitivamente hecho ni determinado, que los cambios son tan importantes como las certezas sintéticas y analíticas del conocimiento, que son parte de ellas y ellas parte de los cambios. Que por eso el dogmatismo y la cerrazón nos impiden crecer y mejorar, que la verdad no es un tocho inamovible que sólo pertenece al dogma que mejor encaja con nuestras fijaciones y programas de falsa seguridad, hija del miedo a perder, a perdernos, a sufrir, a ser ignorados, a morir...Que buscando la libertad para nuestras limitaciones bloqueamos la libertad real del todo en nosotros y viceversa.

 Hemos puesto, durante siglos, en la base el trabajo, la plusvalía, el esfuerzo, la pelea por ganar, por derrotar a otros, por triunfar sobre el anonimato de los otros... pero sin ética, sólo con leyes reguladoras y legalidades manipulables a gusto del poder que sirve al estado de malestar, sólo con ganancias y recompensas financieras y mercantiles. Trabajo por dinero. Estudiar para ganar más dinero. Para tener más cosas. Investigar para que un laboratorio o una empresa te haga rico mientras usan tus descubrimientos para matar la vida, contaminar y quitar la salud...O triunfar como artista al servicio del mejor postor, para propagar ideologías y apoyos interesados...Sin rastro de la ética, que tiene la llave de la despensa de la felicidad, la verdadera prosperidad. La ética es la linterna en el camino de la noche, la que no permite que te pierdas de ti misma, de ti mismo. Es la casa confortable que te procura el descanso pero te protege del letargo, de la atonía vital. Es relax mientras estás empeñada en las tareas más cansinas y extenuantes, la que te hace fuerte en tu debilidad. Te permite fabricar nuevas herramientas para trabajos ingratos. Y  tareas que parecen imposibles, pero que desde la ética se convierten en ideas felices, cuando menos se espera.

La ética es un infalible medidor de inteligencia y eficacia política y social. A más ética, más eficacia, más facilidad más democracia, más transparencia, más fluidez. A menos ética más ineficacia, más obstáculos, más barreras, más desgaste inútil, más corrupción y más desastres. Más fealdad en todo.

 Sin ética en el vértice de nuestros valores sociales e individuales, es imposible conseguir una base de sólido y auténtico estado de bienestar. Todo lo que no vive en la ética es mentira y manipulación de ilusiones que dura lo que dura el dinero y el poder adquisitivo, que nos hace dependientes de los que lo manejan. Si cambiamos la forma de ver la pirámide, estaremos a salvo y no  dejaremos que nos domine la mentira profesional de los que sólo quieren el poder y poseer los privilegios que el poder concede, a costa de nuestro estado ético-catatónico . De eternas víctimas deseando ocupar el puesto de sus eternos verdugos, para seguir siendo verdugos de sus contrarios.

Nuestra sociedad, inmadura por falta de ética o quizás falta de ética por inmadura, vive inmersa en lo que los psicólogos humanistas denominan triángulo de Karpman. Una relación-trampa viciada entre tres roles, que habitan la psique de cada uno de nosotros mientras no nos despertamos y nos ponemos a crecer de verdad:  el perseguidor, la víctima y el verdugo. Papeles que van rotando en el rol protagonista según se presenta la ocasión. Que van del Superego al Ello, sin pasar por el Yo adulto ni por despistada casualidad. Se puede observar en los comportamientos y reacciones de los políticos, de los tertulianos, de los empresarios, de los obreros, de la familia y los amigos. Se diría que España entera, desde la monarquía y los gobernantes, a los bedeles, ordenanzas y botones sacarinos, incluidos los catalanes independentistas en su 13 Rue del Percebe particular, deberíamos pedir ayuda al Teléfono de la Esperanza. No es para menos la gravedad del caso.

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