A ver si no es un milagro de primera especial que una iglesia modesta, humilde, desapegada y pobre, como sus orígenes, encuentre de repente cientos de millones ocultos. Seguro que es la merecida recompensa divina para premiar tanta austeridad virtuosa y ejemplar. Al parecer, para remate milagrero, el sorprendente hallazgo ha surgido del caos, según revela el ministro de economía del papa. Analicemos con detalle la buena nueva: la Iglesia pobre y sencilla, como ella sola, malvivía en el caos financiero por exceso de pobreza evangélica, por falta de costumbre y de manejo, no sabía donde colocar tanto parné como se le amontonaba por todas partes y se lo iba olvidando por las sacristías, confesionarios, baptisterios, coros, retablos, altares, cimborrios, criptas, columnatas, capillas sixtinas, cúpulas y techos de baldaquino. Lo iba dejando caer como si nada en los belenes y en los pasos de Semana Santa y demás procesiones. Y claro, siglo tras siglo, el pastón se ha ido acumulando como la roña, pegándose en plan moho, por todas partes. Se había fundido de tal manera con el entorno, que ya no se distinguía de las sotanas, albas, casullas, capas pluviales, bonetes, solideos, tiaras , mitras y manteos de varias tonalidades y diversa condición. Y claro en ese plan, todo era un caos. Al que cualquier mayordomo mindundi y pontificio tenía acceso para chivárselo al wikicotilleo. Es lo que tiene vivir la pobreza evangélica de un modo tan original y creativo. Tan artístico. Ya se sabe que el mundo del arte es bohemio y despreocupado por naturaleza. Los genios son así. Y no cabe duda de que la Iglesia es genial. Sólo una raza de cerebros prodigiosos, no por genes sino por vocación y cultivo, puede conseguir estar 1700 años llevando la batuta imperial convertida en dirección 'espiritual' de los poderosos de este mundo y al mismo tiempo vender la imagen de su pobreza y de su santa humildad favoreciendo la limosna lavainconsciencias para que nunca sean ni la justicia ni los derechos humanos los que hagan crecer la autonomía de la conciencia. Si eso ocurriese sería el fin del medio. O sea, el fin de la Iglesia mediadora, cuyo cometido original no era perpetuar el imperio del pecado,la culpa y el miedo, apropiándose el poder de perdonar o no,(en nombre del dios que predican con la boca y niegan con los actos), sino erradicar esas miserias con la libertad sanadora del Reino de los Cielos, que predicó Jesús y ellos se dedicaron a pintar en los techos y retablos de sus templos, construidos a todo lujo con el dinero que los pobres se gastaban en bulas para comprar un trozo de cielo y los ricos entregando sumas de escándalo para llevarse la mejor parcela de la urbanización celestial, mientras evitaban con todas sus fuerzas que ese reino se materializase en la realidad cotidiana de los seres humanos.
Parece que el primero en advertir el asunto fue el papa Luciani, Juan Pablo I, para los fans. Para entonces el pastón había subido de tono gracias a los manejos financieros y mafiosos que enturbiaron el papado de Pablo VI, Montini. Pero se ve que Luciani, un buen hombre y honrado sacerdote de base, tuvo la imprudencia de soltar a bocajarro y antes de tiempo al clan de la curia, sus intenciones de hacer una limpieza general para ir aclarando el panorama y asumiendo que aquel modo tan original de vivir la pobreza no era higiénico ni salubre. Ni cristiano. Vamos, que era un escándalo aunque se mantuviese oculto, o precisamente por ello. No estaba acostumbrado a vivir esa virtud evangélica de aquel modo sui generis y sufrió un shock de tal calibre que murió en un mes y tres días sin que se supieran ni se dejasen investigar las causas. Las malas lenguas están convencidas de que la curia se lo cargó aterrorizada por el ataque de pánico que les produjo su decisión de cambiar el rumbo de la barca de Pedro.
El pastón era ya parte del protocolo, de la liturgia, del dogma y de la moral católicos, de los mismos cimientos del Estado vaticano; levantar oficialmente la liebre y así, de golpe y porrazo,hubiese sido un tsunami que podría haber hundido la barca vaticana hasta los fondos abisales del escarnio global. Así que la Iglesia muy discretamente, decidió una vez más, con motivos in extremis, pasar del soplo del Espíritu Santo y elegir a un papa-actor, más actor de lo habitual, Wojtila, que en vez de levantar la liebre del pastón, levantase la moral de los tifosos católicos. Que con su vozarrón mayestático y el glamour de sus viajes despampanantes aupase la devoción por encima de los remilgos picajosos y de las sospechas malevolentes. Pero tras el atrezzo papal el pastón seguía haciendo estragos en la banca vaticana, con el arzobispo Marzinkus al acabeza, un tipo duro, que se curtió de jovencito en los barrios bajos de Chicago y no olvidó nunca sus prácticas.... La pederastia empezó a provocar brotes legionarios de Cristo, con un Maciel defendido y amparado por el hábil actor Wojtila y todo quedó en la niebla del ninguneo . Y cuando éste salió de escena, entró en ella el inquisidor a saco, que había sido el Torquemada oficial durante años: Ratzinger. Con los resultados ya vistos. Recuperó el tronío de las vestiduras clásicas y los zapatitos rojos. Ensalzó la figura de Judas como imprescindible para la redención, con lo que situó el crimen y la traición a la altura de la bondad y el sacrificio por amor, metió la pata hasta el cuello cada vez que abría la boca en sus demoledores discursos y comentarios de por libre, que constantemente el jesuita Lombardi, portavoz oficial de prensa, debía redireccionar; eliminó el purgatorio, declaró su ateísmo práctico en su visita a Auswitch, se apabulló con la pederastia y se escaqueó de solucionar el tema alegando una mala salud que ahora, por otro milagro maravilloso, le sienta de maravilla y le ha concedido una vejez de lujo, sin quebraderos de cabeza ni tener que dar la cara ante lo que era incapaz de solucionar, creando una nueva figura canónica: el papa dimitido y camuflado de Don Tan-credo.
En ese período de tiempo la corrosión pastiforme del microcosmos vaticano llegó y desbordó la cúpula del pío territorio hasta mostrar al mundo que aquel 'pío' de tantos pájaros sacrosantos en la misma jaula, llevaba delante la fatídica y reveladora partícula "in". Impío. Indecente. Insoportable. Impresentable. Inmoral. Inadecuado. Improcedente. Infumable. Y viendo que ya el Espíritu Santo pasaba del tema y su paloma llevaba centurias sin atreverse a sobrevolar los conclaves no solo por no atufarse con el incienso y el humo de las velas sino, sobre todo, por no quedarse pegada a la mugre roñosa del pastón que se iba pudriendo en los escondrijos insospechados y haciendo cada vez menos volable y más irrespirable la atmósfera vaticanil. Y en esas, llegó Bergoglio. El curtido camaleón argentino, forjado en el acople a cualquier cosa. Sólo podía salvar el marronaco dejado por los anteriores papas, un jesuíta de su estilo: que reuniese la resistencia, la perspicacia y el caparazón ignacianos unidos a la capacidad ecológica para adaptarse a todo y darle la vuelta con un discurso poco exigente y elemental, tal que un Lenin de seminario populista y piadoso o una Evita Perón, entre descamisada y ensotanada. Entre teología de la liberación cumbayá descafeinada y tradición sacrosanta poco exigente en las formas pero dura como el acero en el meollo. O sea, con un discurso muy cercano que maquille las arrugas y el desgaste, pero dejando lo esencial sin renovar e intocable. En el perfecto estilo Principe di Salina lampedusiano. Que todo parezca que cambia para que todo siga igual y así conseguir otros 1700 años para gloria de su único dios: el ego religioso y su expansión sobre la ignorancia y el fanatismo humanos. Con el resultado de consolidar el rebaño y a los pastores, que se retroalimentan obviamente.
Ahora, justamente, por obra y pericia de Begoglio, de repente, el pastón se va despegando de sus recovecos milenarios y se va haciendo visible. Claro, que a ver como arreglan lo del caos. ¿Pedirán explicaciones y responsabilidades a los implicados o, en vista de que la cosa viene de lejos, lo dejarán pendiente para que dios se las apañe con el tema en el juicio final y aquí se quede todo en la comandita del secreto de confesión? Se supone que saldrán a la luz sextercios del Imperio romano, maravedíes, doblones, luises, onzas de oro, ducados, coronas, francos, marcos, pesos, dinares, rublos, yenes, rupias, liras, dracmas, escudos, libras, florines, pesetillas...y vete a saber. Un milagro. Un premio gordo en el sorteo de Adviento de la Lotto vaticana. Nada que ver con la cutrez de nuestro anuncio navideño de Antonio,el décimo caritativo y el café. Es que donde hay patrón no manda marinero. Al lado del Vaticano el pp es un triste aprendiz de brujo. Eso sí, muy devoto y cumplidor del tercer mandamiento. Santificarás las fiestas. Sobre todo, la fiesta nacional.
Mejor será que Dios nos coja sin confesar por una peña semejante; más vale la vía directa que los rodeos mediadores de tanto enredo inútil. Sobre todo porque en esa esquizofrenia de culto santo y pecador a la vez, nunca sabríamos si el que nos confiesa es un cuentista, un mangui , un pederasta, un corrupto o un encubridor de esas especialidades, que para no aburrirse con las rutinas de mundo, demonio y carne, se dedica al deporte de la santidad en sus ratos libres.
Mucho más divertido y grato es escuchar una sesión de Carmina Burana. Al menos los goliardos eran lo que eran y no lo disimulaban. Ya se lo advirtió Jesús al clero de su tiempo: "Las prostitutas y los pecadores os precederán en el Reino de Dios". Las unas y los otros no disimulan su condición y eso les coloca por delante de los que hablan como santos y piensan y se comportan como putos delincuentes.
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