Estamos tan acostumbrados a la barbarie mínima como arma justificada contra las barbaries colosales, que nos está costando Dios y ayuda poder comprender que la calidad de los fines es inseparable de la calidad de los métodos para alcanzarlos, además, que cada logro en positivo sea estable y fundante y no un triunfo pírrico que se desmorona en cuatro días.
Parece que precisamente sea esa incomprensión una de las causas más fuertes y persistentes de los desastres históricos de la política, que "siempre" son el resultado de las luchas, del atavismo feroz, del odio y la rabia como impulso fundante de cualquier movimiento reactivo o revolucionario. Se trata de un viejo "tic" mental retroalimentado por la experiencia desintegradora del círculo vicioso, del callejón sin salida. Esa dinámica, paradójicamente bloqueante, no nos deja cambiar, nos hace esclavos de las repeticiones, nos impide ser creadores de nuevos planos y paradigmas psicoemocionales, culturales y nos convierte en perpetuos repetidores de curso en lo que se refiere a la construcción social, con la principal herramienta, que es la política.
El pasado Domingo acudí invitada a un encuentro multitudinario de "Sí que Podemos", en Valencia. Esta agrupación ciudadana cien por cien horizontal, se ha forjado como respuesta asamblearia y "circular" a la "oficialista" y vertical "Claro que Podemos" impuesta "democráticamente" por el clan de la Complutense liderado por Pablo Iglesias y su equipo "A". Al mismo tiempo hay una tercera vía que se llama "Som cercles", -Somos círculos-, como reivindicación a la particular ley mordaza impuesta a los círculos por Madrid, reivindicando la representación femenina y, lo mismo que "Sí que Podem", la atención a las particularidades del territorio, ante cuyas demandas, Podemos-Equipo Técnico Director, no parece demasiado sensible. No es fácil para el clan Complutense comprender el sentimiento de la nacionalidad periférica y la diversidad lingüística que también acaba por configurar la percepción diferente de muchas realidades, que han ido dando lugar a otras culturas y comportamientos políticos. A otra mentalidad. Lo mismo que en "Madriz", como se bromea fuera del Centro geográfico, ocurre en las demarcaciones peninsulares que no tienen más lengua que el castellano. Es el logro imperante y demoledor, desde el triunfo de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
Para Valencia, Catalunya, Euzkadi, Baleares, Galicia, Canarias y la periferia costera andaluza, la percepción de la centralidad geográfica no es la misma que para el resto de autonomías o territorios vinculados al centro político-geográfico. La lengua, el clima, la historia, los hábitos culturales, no son los mismos. Ni las intensidades, ni la forma de entender lo profundo de los vínculos. Los sentimientos territoriales de pertenencia y de experimentarse como "los raros" y ninguneados ante la avalancha de leyes y normas, siempre impuestas y decretadas de lejos, sin consultar, -ya dan por supuesto a priori que lo que ellos decretan vale para todos- en la lengua "de los que mandan" y que no es la propia, sino la obligatoria.
Este mismo tic imperialista se aprecia en el equipo Complutense. Organizador de un Podemos de laboratorio de análisis político. Con el resultado del síndrome del caballo en una cristalería. La realidad es muy distinta a las especulaciones estadísticas, a los planes que se tejen fuera de la realidad ciudadana. Están desencarnados. Les sobra teoría y les falta carne y hueso. Les faltan nombres propios, rostros y visiones diversas. les sobran horas de libro pero les faltan horas de activismo real, ciudadano a pelo, sin pretensiones proselitistas y "salvadoras" de dishábiles sociales y políticos. Sobra verborrea oportunista y falta escucha.
El mensaje apremiante que se transmite como estrategia proselitista es la prisa creciente por ganar. Aprovecharse de la indignación de los que sufren, de la desesperación de los maltratados para rellenar con la rabia y el odio el hueco que debe ocupar la conciencia autónoma y libre. La dignidad de la ciudadanía, que para colmo, lleva tres años logrando cosas que Podemos-aparato ni siquiera ha intentado. Está muy ocupado en mirarse el ombligo y en buscar el enfrentamiento constante con la casta, para lucirse y venderse como marca mediática triunfante, pero sin hacer jamás autocrítica honesta; al contrario: "somos los mejores", "vamos a ganar", "hay que pelear hasta arrebatar el poder a "los de arriba, porque nosotros somos los de abajo", "queremos la hegemonía del príncipe que hemos diseñado entre todos y sacado a pasear por todas las pantallas y micrófonos"; el mensaje es que todo vale para sacar al pp del poder. Que ese objetivo es el más importante, que si es preciso aniquilar la democracia para ponerse a la altura del pp, pues no se hable más. A por todas. Cuando ganemos ya habrá tiempo para ser demócratas...Qué terrible y peligroso error.
Minimizar la democracia para aumentar la eficacia es no haber entendido ni de coña el problema que tenemos como sociedad, aun viendo lo que hay, la falta de democracia que ha llevado a la corrupción generalizada del tejido social y político. Corrupción que está en la misma base de la idea que separa democracia de eficacia. La contestación desde la ciudadanía de Valencia al Podemos a dedo que ha impuesto "Madriz", los coqueteos de Podemos con Guanyem Valencia, que es un tentáculo de la devastada IU, escondido bajo la mampara de otra sigla más, usurpada como la PAH o los Yayosflauta o el 15M...sólo consigue abrir brechas de distancia y de desapego entre los ciudadanos y "Moscú" como también se llama al "aparato" director del engendro.
Es de una torpeza decimonónica y muy zafia imitar las tácticas de Lenin a estas alturas de la historia, convencidos de que todo siempre es lo mismo. Qué ceguera y qué empacho de teorías. Qué frikidad pseudopolítica está intentando embaucar a "la masa" o "la gente"...Y cuánto preocupa y asusta que se constituya una verdadera conciencia ciudadana, una inteligencia colectiva, que es lo único que puede solucionar el panorama actual. Una feminización en valores de la política y de la gestión pública. ¿Por qué les interesa tan poco la democracia y como el pp sólo la usan para apoderarse del poder en las urnas y "ganar" en su juego de tronos? Porque en una verdadera ciudadanía no triunfaría jamás el equipo técnico de Iglesias y Monedero. Y ellos lo saben muy bien. El pan y juegos de este proyecto es la rabia y "las ruedas de masas", es el tertulianismo usado como caballo de Troya del mismo comunismo rancio y putrefacto que ha demostrado su fatuidad en la metamorfosis degradante de Rusia y China, los paraísos rojos de ayer reconvertidos en emporios del neocapitalismo liberal sui generis, delictivo y mafioso. Una engañifa para que todo parezca que cambia y que en el fondo todo siga igual.
Los ciudadanos estamos saturados, hartos de ser la moneda de cambio de los "señoritos del cortijo" rojos y azules. Por eso estamos desarrollando herramientas que ellos no tienen y copian a la desesperada. Aunque como al lobo disfrazado de cabra-madre, se le ve la pezuña por debajo de la puerta y la voz no da el pego. Cuanto más hablan, más se nota el acento lobuno.
Es preocupante la obsesión por no mostrar fisuras, por ocultar la debilidad de los pies de barro de este neoviejo, o viejoven, ídolo de masas , confuso y amorfo desde su inicio, basculante entre la plusvalía y la socialdemocracia crowdfunding, parasitando claridades por doquier. No sólo hay fisuras: entre la ciudadanía liberada de yugos indeseables y de manipuladores espurios y ese invento de videojuego pseudopolítico hay un abismo cada vez más hondo y dividido. Y cuando lo que nos separa es mucho más potente que lo que nos une, no hay forma de seguir engañando al personal. Más pronto que tarde la luz acaba por aclarar las tinieblas.
Podemos podría haber sido la respuesta social que todas deseamos, pero se ha desinflado a sí mismo de tanto contemplarse en sus debates internos y usando el drama externo como argumentario mediático, o tal vez es que nunca fue lo que trataron de simular que era. Así sólo se "vence" momentáneamente, pero con la hegemonía del príncipe encantando con ilusiones de baja estofa ética que se desgastan por sí mismas al no tener soporte real, jamás se convence y, además de seguir repitiendo el mismo teatro de siempre con el mismo coste de sufrimiento cívico, sólo se consigue retrasar al máximo la autonomía ciudadana. La piedra angular de los nuevos tiempos. Tal vez Podemos haya nacido para impedir que la ciudadanía se empodere de su estatus socio-político, para frenar su entrada en el plano de la participación activa en la estructura orgánica y dinámica del Estado. O sea, de su esencia real. Quizás sea el último intento del sistema para vacunarse contra el virus de la evolución.
Hay que despachar cuanto antes a Robespierre, o sea, hay que dejar de escucharle si no queremos lamentarlo el resto de nuestra historia. Una vez más. Otra cosa sería que Robespierre madurase y entendiese que estamos en el siglo XXI y que lo que pudo haber sido y no fue ya no cuela.
Podemos podría haber sido la respuesta social que todas deseamos, pero se ha desinflado a sí mismo de tanto contemplarse en sus debates internos y usando el drama externo como argumentario mediático, o tal vez es que nunca fue lo que trataron de simular que era. Así sólo se "vence" momentáneamente, pero con la hegemonía del príncipe encantando con ilusiones de baja estofa ética que se desgastan por sí mismas al no tener soporte real, jamás se convence y, además de seguir repitiendo el mismo teatro de siempre con el mismo coste de sufrimiento cívico, sólo se consigue retrasar al máximo la autonomía ciudadana. La piedra angular de los nuevos tiempos. Tal vez Podemos haya nacido para impedir que la ciudadanía se empodere de su estatus socio-político, para frenar su entrada en el plano de la participación activa en la estructura orgánica y dinámica del Estado. O sea, de su esencia real. Quizás sea el último intento del sistema para vacunarse contra el virus de la evolución.
Hay que despachar cuanto antes a Robespierre, o sea, hay que dejar de escucharle si no queremos lamentarlo el resto de nuestra historia. Una vez más. Otra cosa sería que Robespierre madurase y entendiese que estamos en el siglo XXI y que lo que pudo haber sido y no fue ya no cuela.
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