martes, 9 de diciembre de 2014

El estado de excepción

                                                   


Una prueba de la obsolescencia de nuestro sistema actual de Estado es la incapacidad del propio Estado para hacer frente a un nuevo tipo de agresión: la corrupción masiva de las instituciones, dentro del propio Estado, como son los tres poderes básicos e independientes, en teoría, que hacen posible la gobernabilidad en democracia: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, cuyo deterioro manifiesto e in crescendo constante está siendo la causa del derrumbamiento político, social, económico y administrativo del conjunto. O sea, del País entero. 

En un Estado normal, las alarmas, emergencias y excepcionalidades proceden de dificultades o agresiones exteriores a la propia estructura legítima del Estado, como catástrofes físicas , naturales o provocadas, epidemias, cracks financieros por quiebra de los mercados internacionales o amenazas golpistas desde planos ajenos al Estado, como pueden ser clanes económicos o bancarios, descontento de  los militares, participación en guerras enloquecidas como en las de El Golfo e Irak o Libia, etc...pero jamás habíamos experimentado un peligro interno, incontrolable y desatado que procediese de la cúpula misma del propio partido del Gobierno, votado libremente por los ciudadanos. Nunca, en toda la democracia, ni siquiera  con el 23F ni en los peores momentos del corruptísimo Felipe González, tuvimos esta sensación de indefensión completa, de caída en picado en todos los aspectos, de que no queda suelo bajo nuestros pies, como en estos días atroces de desmoronamiento absoluto de todo lo que conocíamos como Estado, como referencia, como centro de gravedad y cimiento sustentador político y social. Nunca. El Estado, que somos todos, por el contrario, debería ser nuestro recurso, nuestro sistema inmunitario, nuestra solidez social, nuestro seguro a todo riesgo y nuestra resistencia. La unidad solidaria que nuestro trabajo, responsabilidad y tributos equilibrados a las posibilidades de cada uno, mantienen para que, precisamente, no nos suceda lo que nos está ocurriendo.

Escuchar las noticias y las entrevistas a políticos, jueces, fiscales, banqueros, empresarios, ministros, presidentes y opiniones de casi todos los medios, pone los pelos como escarpias. Es terrorífico. Como es espantoso el escalofrío que produce la estupidización masiva de una gran parte de la ciudadanía, que aún no se reconoce como ciudadana, sino como súbdita, como víctima y marioneta ignorante de su destino. Bloqueada e incapaz de descubrir su determinación y la autonomía de la conciencia social. 

En estos momentos estamos sufriendo una agresión demoledora sin precedentes por parte de un colectivo asociado con el ánimo determinado de delinquir para su propio enriquecimiento, evasión de capitales propios y connivencia con la delincuencia mafiosa y afín de las empresas amigas, pero convencido de que su atropello de la ética y de la moral más elementales, es parte de la legalidad vigente, y es cierto, ya se han encargado de hacer lo posible por convertir la delincuencia en ley. Por hacer que la legitimidad sea una entelequia y la licitud un imposible. Son valores carentes de peso y de sentido para la calaña de estos desgobernantes sin alma, sin conciencia, sin pudor, sin vergüenza.
Afrontamos la corrupción plena del partido popular, en su versión Ejecutiva y Legislativa,  que no se acepta ni se reconoce dentro de él, y que sólo hace dimitir a alguien ya corrompido desde antes de gobernar, como es el caso de Mato, por la proximidad de las elecciones dentro de unos meses y en vista de la caída en picado de la intención de voto, mucho más que del escándalo clamoroso que ha rodeado a ese personaje desde el principio del desastroso ejercicio de su ministerio. Nada menos que el de Sanidad. Monago. Bárcenas. Blasco. Fabra. Cotino. Matas. Camps. Barberá. Aznar. Blesa. Rato. El delirante Nicolás... Los alcaldes en ristra. Los consejeros "ejemplares" de Madrid, etc, etc...más el consentimiento y encubrimiento del propio presidente del Ejecutivo y de la propia Aguirre, mientras no se hizo público el caso Granados. Escuchando al propio Monago los ciudadanos nos quedábamos alucinados y atónitos por el convencimiento de que su corrupción era una bobada, una simpleza; imposible hacerle comprender su estado de precariedad ética y cívica, su falta de respeto absoluto a la ciudadanía. No cabe en sus mentes la catalogación de sus aberraciones.

Afrontamos la corrupción del Poder Judicial, consintiendo, primero en apartar al juez Carmona del caso pp para sustituirlo por un juez interino, que si, como ha sucedido, resulta demasiado limpio e incorruptible, se pueda pasaportar sin demasiado estrépito y sustituirlo por otro magistrado más afín y condescendiente. Con la ventaja de paralizar la instrucción, de retrasarla sine die hasta que, gracias a que el nuevo juez deberá leerse todos los miles de páginas ya trabajadas por Ruz, los delitos prescriban y ellos, los pperos responsables de la hecatombe, se vayan de rositas y sin devolver ni cinco del capital evaporado o bien por incompetencia o bien por robo directo, indirecto, consentido o teledirigido. Responsabilidad cero. 
Afrontamos el mismo abuso manipulado en el caso Infanta, en el que el Fiscal Horrach ha vuelto a colocarse de abogado defensor de Cristina de Borbón, a la que pretende despachar con 600.000 € de multa y sólo opta por ser acusador de Urdangarín.  La señora Borbón está en el mismo caso que la esposa del socio de Urdangarín, y que Isabel Pantoja con Muñoz. Sería algo repugnante que por ser Borbón, esta mujer salga libre de la punición que se ha impuesto a las otras acusadas y penalizadas por el mismo delito, con el agravante de los privilegios estatales de los que la Infanta y su marido han abusado ostentosamente. No nos queda más esperanza de justicia que la decisión del Juez Castro. Un trato preferente para este personaje principesco sería ya el remate de la atrocidad.

Afrontamos la terrible injusticia perpetrada contra el juez Garzón, al que el descubrimiento de la trama Gürtel en el actual proceso que ha llevado al Juez Ruz a ser depuesto de esa responsabilidad por el propio TSJ a instancias,  a ojos vistas, del propio pp, que ejerce presión por medio de sus propios miembros, con carnet del partido, proceso que está dando la razón y dejando en evidencia a los magistrados y explicando la trama que llevó a Garzón a ser cesado definitivamente como magistrado titular del Juzgado nº 5 en la Audiencia Nacional, por tratar de sacar a la luz lo que Ruz está sacando ahora con unos años de retraso, con el añadido de la terrible injusticia cometida contra el juez Garzón. 

Mientras la Justicia se nos pudre descaradamente sin que podamos evitarlo, el resto de estamentos estatales se corrompe y desmorona como una torre de naipes. La economía sólo crece en los números teóricos y en los bolsillos de la casta. La legislación de los asuntos vitales se ha convertido en la cueva de Alí Babá. El empleo crece en precariedad, volatalidad y miseria salarial. Mientras que con todo el cinismo Gallardón, el antiguo ministro de Justicia, antes de abortarse a sí mismo para recolocarse divinamente ganando un pastón  a costa de nuestros recortes e IVA y sin dar golpe, nos adoctrinaba afirmando que gobernar es causar dolor, para que vayamos haciendo boca en vista de la que tienen montada para dejarnos en el puritito chasis mientras se lo llevan crudo. 

Catalunya ya se ha desvinculado claramente de este Estado de cansancio y de mediocridad. Mental, emocional, social y políticamente, antes de padecer el desahucio completo, los catalanes han decidido hacerse el hara kiri como españoles. Y con todos los motivos que compartimos con ellos las demás nacionalidades peninsulares e insulares. El desgobierno ppero, como en el resto de asuntos por resolver, no ha sido capaz de afrontar este resultado de su propia ineptitud. Y lo único que Rajoy ha hecho por acercarse a los catalanes ha sido visitar a su claque ppera. No sabe qué decir, ni qué hacer cuando debe dirigirse a la diversidad, que en sus cortas luces, sólo considera enemiga porque no entiende lo que dicen aunque se lo digan en castellano.

Añadamos a este panorama la manifiesta indiferencia incompetente de la otra parte del Ejecutivo: la Jefatura del Estado, de profesión sus viajes y paseos de exhibición, que cuestan un potosí, a costa nuestra. Otro cómplice de altura en el estado de excepción, que ignorando y ninguneando sus competencias y obligaciones en momentos como éste, va a su bola y no hace el menor intento de convocar a los desastrosos desgobernantes, ni es capaz de dar un corte por lo sano destituyendo al inútil que preside el Ejecutivo, incapaz de convocar un gobierno adecuado de rescate nacional, de elegir un presidente capaz de aglutinar elementos y herramientas para solventar un estado de sitio, de alarma, de emergencia y de excepción. 

La tragedia que sufrimos es  que estos peleles de la inmoralidad profesional no sólo no son capaces de arreglar los mismos problemas que están causando, es que ni siquiera se han percatado de que nos han llevado al borde del precipicio haciendo que la "normalidad" de este Estado, sea un estado de excepción, alarma y emergencia crónicas, endémicas. Y conseguir que nosotros, los ciudadanos, nos acostumbremos a él, como lo más natural. A vivir en la precariedad, en la improvisación y en las ocurrencias bizarras de una panda de cretinos adiestrados para vivir como sanguijuelas, de la energía y del castigo sádico y delincuente perpetrado contra los ciudadanos y ciudadanas.

No se puede vivir eternamente en la UCI ni en la UVI. En un estado de excepción interminable. Sobre todo cuando los sanos son tomados por enfermos y los enfermos reales son los médicos inútiles que sólo saben equivocarse de tratamiento, hacer experimentos fallidos y machacar la salud porque la medicina mal aplicada les da rendimiento financiero y les hace los amos del hospital-estado. 
No es suficiente quitar el poder a la casta. Hay que erradicar el virus de esa casta, que se pasa de unos a otros en cuanto rozan el poder, aunque sea de lejos. Sean de la ideología que sean. La ciudadanía no puede resignarse ahora que les ha visto el plumero y va comprendiendo que el poder que todos quieren es el veneno que nos mata. Que no necesitamos ese poder, que es un estorbo porque impide ver la Realidad, nos ata y nos desvitaliza, nos convierte en eso que estamos viendo y que no nos gusta en absoluto, sino aprender a servirnos mutuamente como gestores políticos en situación transitoria. A ejercer la responsabilidad que nos mejora a todos, sin apego al mando, sin obsesión por ganar, sino con el convencimiento de hacer un servicio temporal y luego dedicarnos a lo nuestro, a nuestro oficio, por el que somos más útiles y eficientes. Más dignos y más ricos en dignidad, en humanidad y en valores humanos.

Acabemos para siempre con este estado de excepción insoportable. Desobedecer barbaridades no es un delito.El delito cómplice es obedecerlas.


                                

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