jueves, 4 de diciembre de 2014

Tic-tac

¿Qué podemos hacer con la herida del tiempo?
¿Dónde la opción de ser
en este imperio helado de relojes?
Entra por fin en ti.
Y deja entrar al fuego que sopla en las ventanas
mientras relampaguea entre la lluvia
y los pellizcos del viento.
Permítele quemar esos harapos negros
que te cubren el rostro
y maquillan de mugre tus deseos;
dále permiso al agua para llenar los huecos
que te deja el dolor.
Al aire ofrécele tus manos,
como hiciste al principio, cuando llegaste,
y la tierra rozaba tus mejillas
y la luna trepaba por tus ojos abiertos,
expectantes  girasoles noctívagos
cosidos al asombro primerizo.

El tiempo y la quimera de la muerte
como telón de fondo. La muerte
oculta en esa esfera de improvisos
que nunca te abandona, que te instruye
en la  docilidad a la sorpresa,
y descubrir, al fin, la soledad del mundo
en la zona abisal de una taza de té,
y luego
la dulzura del cielo en los despojos.

Exiliada del clan de los relojes.
Definitivamente.
Porque el tiempo obedece
al corazón fundido con la Esencia,
al idéntico soplo
que se esconde en las voces
y en la oportunidad de todos los silencios.


                       


No hay comentarios: