3 DIC 2014 - 09:23 CET
El año del gran baile
EL PAÍS
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Me parece, Iñaki, que sea como sea el repertorio del evento, va a ser a la ciudadanía a la que le va a tocar bailar con el más feo. O con los más feos. Porque según está el carnet de baile, son unos cuantos los aspirantes feístas a danzar con la exhausta dama que los mantiene a cuerpo de rey, de presidente, de ministro, de diputado, de partido y de una montonera de cargos y sobrecargas insoportables, en modo ex lo que sea, y en modo actualizado a expensas del abuso, del cinismo, de la poca vergüenza y del dolor y sufrimiento que ese elenco de obscenidades perpetra contra sus víctimas, aplastadas por esta macabra cadena de erráticos horrores. España es un burdel, la ciudadanía es como una pobre chica del tercer mundo, secuestrada por una red de mafiosos, y obligada por los chulos institucionales a llenarles los bolsillos poniendo en venta su cuerpo, su alma, su dignidad, su presente y su futuro. Tráfico de ciudadanos, trata de humanidad, se llama a este delito que todos permiten y que tantos filibusteros provocan. Lo más trágico del destino de esta desgraciada nación o comunidad ciudadana de sufridores, es que cuando algunos se proponen salvarla, la lían parda y acaba siendo peor el remedio que la enfermedad, o, digamos, que los remedios y remediadores, forman parte del mismo mal y por eso lo agravan cada vez más en cada conato salvador. Con un comportamiento total y mecánico de células cancerosas , devorando con avidez el cuerpo del que forman parte. Engordando por avidez mientras esquilman la fuente de la vida y de los recursos.
Lo triste y deprimente es seguir como si nada estuviese pasando, jugando a lo mismo. A la alternancia de partidas enmascaradas de partidos, a crear aún más partidos que camuflen más partidas, a la fagocitación caníbal de partidos-partidas, al sobeteo coincidente, cuando ninguno quiere confluir, sino engañar como a chinos de los de antes, tanto a los demás partidos como a la agotada señora, Doña Ciudadanía Ninguneada de Vitupérez. No me lo invento. Lo he presenciado. Escuchado y vomitado. "Confluyamos ahora y así les quitaremos los votantes en cuanto se descuiden. Que nosotros sí sabemos por donde andamos. Porque nosotros sí sabemos hacer política. Ellos no. Entonces, vigilemos, espiemos a los sospechosos de disidencia y hagamos camarillas de fidelidad, que será premiada con una designación desde "arriba" con el mismísimo dedo de diosss." Aggggg!!! Nueva política dicen que dicen. Menos mal.
¿Pactos entre pirañas, tiburones y buitres carroñeros, repartiéndose un electorado en coma político-social? ¿Confluencias pestilentes, donde el ciudadano tendrá que desinfectarse cuando lea los programas electorales y pasar una cuarentena cuando vote? No, por favor, ya no más. Ese baile de los malditos o de los vampiros, o de los malditos vampiros y chupavidas, se tiene que acabar, porque ya no hay música. Ni orquesta. Ni banda. Ni karaoke, ni jukebox, porque no quedan monedas para hacer sonar ni una balada en conserva, ni un rock, ni una copla en pasodoble, ni un tango que no tangue, ni una taberna ni un bar con ganas de jota. No queremos bailar más. Por éstas, que no. La danzarina está hecha mixtos a base de bailar con tanto zángano de colmena, de ser pisoteada por los gañanes que le chafan los metatarsianos, las falanges y los juanetes con los botos camperos llenos de barro y estiércol y que le agarran la cintura con la misma delicadeza y savoir faire que si fuera la cincha de las mulas y los potros del cortijo o de la alquería.
Doña Ciudadanía es una maltratada que no tiene adonde recurrir, porque cualquier posibilidad de ayuda es una trampa saducea para humillarla y esquilmarla más aún si cabe. Y está considerando la posibilidad de ir ella misma a las urnas a ver si la dejan proponerse como posibilidad de cambio. De punto y a parte. De capítulo nuevo o de libro inédito. Algo así. Porque esto se ha muerto definitivamente. Y se empeñan en no admitirlo ni enterrarlo. Y claro, se está pudriendo en progresión geométrica. A ojos vistas. Cada día más y más rápido. Y apesta. Intoxica. Lo pudre todo; lo muerto contagia muerte, como lo vivo contagia vida. Y aquí, vivales a espuertas, pero vivos, poquitos y desganaos. Más bien vivos a medias, simulados y en diferido. Pero eso, sí, sin dimitir de su moribundez por nada del mundo. No se dimite. Sólo se es dimitido en el susodicho trance simulado y diferido, que es la fórmula protocolaria de recepción y despido simultáneos y conmilitones. Se sustituye un muerto declarado por un medio-muerto, o un muerto podrido por otro a medio pudrir; y todos tan contentos, dándose paramales maquillados de parabienes. Un primor de momentazo. Y como dirían 'Les Luthiers' en su rica fantasía surreal, 'este seto es dos, tose, tose que se destetote...¡ah, esto es todo!'
Menos mal que Doña Ciudadanía, a pesar del ninguneo vituperador, tiene una asombrosa capacidad de recuperación y en cuanto se quita de encima los pesos muertos, reviscola, como dicen en Valencia. Y ya lo está haciendo. Votará de nuevo, pero esta vez ella será la directora del sarao. Y como no le guste el modo de bailar, se irá con la música a otra parte. Lo de Catalunya ha sido un ensayo general. El próximo puede ser un ensayo republicano y federalista en las calles, votando todos y todas, desobedeciendo absolutamente a la abusaduría mequetrefe. Motivos, haberlos, haylos. Muchísimos. Y cada vez más. No hay peor cosa que aburrir a base de desgracias.
Lo triste y deprimente es seguir como si nada estuviese pasando, jugando a lo mismo. A la alternancia de partidas enmascaradas de partidos, a crear aún más partidos que camuflen más partidas, a la fagocitación caníbal de partidos-partidas, al sobeteo coincidente, cuando ninguno quiere confluir, sino engañar como a chinos de los de antes, tanto a los demás partidos como a la agotada señora, Doña Ciudadanía Ninguneada de Vitupérez. No me lo invento. Lo he presenciado. Escuchado y vomitado. "Confluyamos ahora y así les quitaremos los votantes en cuanto se descuiden. Que nosotros sí sabemos por donde andamos. Porque nosotros sí sabemos hacer política. Ellos no. Entonces, vigilemos, espiemos a los sospechosos de disidencia y hagamos camarillas de fidelidad, que será premiada con una designación desde "arriba" con el mismísimo dedo de diosss." Aggggg!!! Nueva política dicen que dicen. Menos mal.
¿Pactos entre pirañas, tiburones y buitres carroñeros, repartiéndose un electorado en coma político-social? ¿Confluencias pestilentes, donde el ciudadano tendrá que desinfectarse cuando lea los programas electorales y pasar una cuarentena cuando vote? No, por favor, ya no más. Ese baile de los malditos o de los vampiros, o de los malditos vampiros y chupavidas, se tiene que acabar, porque ya no hay música. Ni orquesta. Ni banda. Ni karaoke, ni jukebox, porque no quedan monedas para hacer sonar ni una balada en conserva, ni un rock, ni una copla en pasodoble, ni un tango que no tangue, ni una taberna ni un bar con ganas de jota. No queremos bailar más. Por éstas, que no. La danzarina está hecha mixtos a base de bailar con tanto zángano de colmena, de ser pisoteada por los gañanes que le chafan los metatarsianos, las falanges y los juanetes con los botos camperos llenos de barro y estiércol y que le agarran la cintura con la misma delicadeza y savoir faire que si fuera la cincha de las mulas y los potros del cortijo o de la alquería.
Doña Ciudadanía es una maltratada que no tiene adonde recurrir, porque cualquier posibilidad de ayuda es una trampa saducea para humillarla y esquilmarla más aún si cabe. Y está considerando la posibilidad de ir ella misma a las urnas a ver si la dejan proponerse como posibilidad de cambio. De punto y a parte. De capítulo nuevo o de libro inédito. Algo así. Porque esto se ha muerto definitivamente. Y se empeñan en no admitirlo ni enterrarlo. Y claro, se está pudriendo en progresión geométrica. A ojos vistas. Cada día más y más rápido. Y apesta. Intoxica. Lo pudre todo; lo muerto contagia muerte, como lo vivo contagia vida. Y aquí, vivales a espuertas, pero vivos, poquitos y desganaos. Más bien vivos a medias, simulados y en diferido. Pero eso, sí, sin dimitir de su moribundez por nada del mundo. No se dimite. Sólo se es dimitido en el susodicho trance simulado y diferido, que es la fórmula protocolaria de recepción y despido simultáneos y conmilitones. Se sustituye un muerto declarado por un medio-muerto, o un muerto podrido por otro a medio pudrir; y todos tan contentos, dándose paramales maquillados de parabienes. Un primor de momentazo. Y como dirían 'Les Luthiers' en su rica fantasía surreal, 'este seto es dos, tose, tose que se destetote...¡ah, esto es todo!'
Menos mal que Doña Ciudadanía, a pesar del ninguneo vituperador, tiene una asombrosa capacidad de recuperación y en cuanto se quita de encima los pesos muertos, reviscola, como dicen en Valencia. Y ya lo está haciendo. Votará de nuevo, pero esta vez ella será la directora del sarao. Y como no le guste el modo de bailar, se irá con la música a otra parte. Lo de Catalunya ha sido un ensayo general. El próximo puede ser un ensayo republicano y federalista en las calles, votando todos y todas, desobedeciendo absolutamente a la abusaduría mequetrefe. Motivos, haberlos, haylos. Muchísimos. Y cada vez más. No hay peor cosa que aburrir a base de desgracias.
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