lunes, 1 de diciembre de 2014

La voz de Iñaki

1 DIC 2014 - 09:19 CET
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Yo no tengo la culpa

EL PAÍS 


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Esa actitud del escaqueo ante las barbaridades se llama inmadurez social. Miedo a la responsabilidad y ninguneo absoluto ante la posibilidad de asumir las consecuencias de lo que hacemos. Y de lo que deberíamos hacer y no hacemos porque siempre esperamos que lo hagan otros, sobre todo "los que mandan", sin caer en la cuenta de que mandan porque nosotros lo hemos decidido así. 

Ayer masacraron a un masacrador potencial, en un juego de locos previamente acordado vía "guasap". Tenía 43  años y era padre de un niño al que ha dejado huérfano. Se supone que a esa edad y con la responsabilidad que le correspondería tener, ese ciudadano tendría cosas mucho más importantes que hacer que asistir a una batalla campal propuesta como un juego, entre animales adictos al fútbol, que más que afición es válvula de escape de rabias, rencores, frustraciones y violencias amontonadas en el inconsciente personal y colectivo. La primera responsabilidad es de quien a una edad adulta y con un compromiso de paternidad o maternidad, toma la decisión de acudir al matadero sabiendo a lo que va. Las manadas destroyer se componen de individuos vacíos de todo lo que no sea la llamada de la selva y la rienda suelta a los instintos que es la única ley que conocen y cumplen fielmente sus adeptos. La excusa, esta vez, es el fútbol, pero puede ser una idea política o religiosa, o una ambición de poder o de dinero. O la envidia. O la rivalidad. Los celos patológicos del acomplejado, que no del enamorado. O la modalidad del machismo familicida-terminator. Cualquier cosa puede dar lugar a la barbarie cuando se es un bárbaro. Y ya está bien de que el muerto siempre acabe en los altares, por el mero hecho de haber muerto, que en el barullo de la brutalidad podría haber resultado él mismo un verdugo; la piedad y la compasión por un final tan triste o la empatía con la familia, no puede ni debe eclipsar que la responsabilidad primera y última de toda decisión es de la persona adulta que decide o no, participar voluntariamente en un acto vandálico.  La segunda parte es el cinismo con que la "empresa" futbolera hace la vista gorda con la barbarie y el propio Estado que mira para otro lado estos peccata minuta, para no arruinar el mecanismo giratorio que espera con ansia la colocación de los ex-políticos de hoy en sus cloacas futuribles. Amigos, hasta en el infierno, que nunca se sabe en qué sección de las calderas abisales se va a terminar aparcando el porvenir.

Estamos obsesionados por buscar culpables en vez de asumir  y exigir responsabilidad. La culpa y el pecado los llevamos insertos en el carnet de bautizados y de españoles, por eso en cuanto hay la más mínima ocasión todo es culpar y defenderse por si acaso. Juzgar ,condenar lo ajeno y absolver lo propio. Pocas veces nos paramos a analizar serenamente  y con honestidad las causas y los efectos de lo que vivimos y observamos a nuestro alrededor sin darnos por aludidos sin intentar la más mínima participación. Es curioso, participar en la lotería nos parece estupendo y no se nos ocurre que la lotería política y social es mucho más importante y no podemos reducir a cada cuatro años nuestra participación. Que luego pasa lo que pasa. Y todo lo que pasa está relacionado. Casi nunca se debe a la casualidad, sino a la causalidad.

Los presidentes de los clubs de fútbol afectados por el crimen de sus fans no asumen su responsabilidad; en efecto, ellos no han cometido el crimen, pero deberían reconocer que aunque  no han matado a nadie, el medio  y el modo en que hacen sus negocios no favorecen las buenas maneras ni la comprensión ni el civismo. Sino la ferocidad y la pérdida de control sobre las emociones. Y de ese estado de exaltación sacan unos beneficios impresionantes. Mueven los bajos fondos de las pulsiones, lo mismo que los alcahuetes y los burdeles, o los camellos que venden las drogas, y hacen de ese oficio una forma de vida y de lucro desmesurado. Todos ellos comercian con lo más bajo y degradante que destruye la dignidad humana, los derechos, la salud y la vida. Los futbolistas son la mercancía y el mercader al mismo tiempo. Y los jefes, sus banqueros y directores de escena. La futbolitis es un estado perenne de borrachera que ciega la inteligencia y altera las reacciones ante cualquier asunto que suene a provocación.  La vena fanática del fútbol implica a muchos sectores que se benefician del cotarro. La contratación de jugadores. La organización de viajes multitudinarios de la afición, la fabricación de camisetas, banderines, pegatinas, chapas, apuestas en las quinielas, autobuses que se contratan para los desplazamientos, las canteras de alevines, etc...Todo ello acaba como todo lo que llena bolsillos sin contemplar otros horizontes: acaba con la inteligencia social para sustituirla por el aturdimiento mental y emotivo, por generar una caterva de brutos ensimismados por el panem et circenses, de los antiguos romanos, que es el fútbol en nuestros días. 
Ahora los gladiadores son los futbolistas y los ultras futboleros el populus desnortado y embrutecido hasta la animalidad que mata por matar. Por divertirse, como los paletos unicejos de Gila, que se divertían muchísimo cuando un mozo trepaba a un poste de alta tensión para ganar la cucaña y se carbonizaba y finiquitaba como la cenicilla de un cigarro. Todos lo pasaban de maravilla menos la madre del mozo, a la que, cuando va a denunciar al ayuntamiento la muerte de su hijo, el alcalde le sugiere que si no sabe aguantar una broma se marche del pueblo. 

Son ya muchas cosas juntas para no preguntarse qué nos pasa y qué debería pasar y no acaba de pasarnos. ¿Es normal que padezcamos la corrupción endémica, el meapilismo infame, la tolerancia absoluta al abuso de los que dominan, el pasmo que traga con todo lo que brilla, destaca y sobre todo, manda o quiere mandar compulsivamente, sea lo que sea y como sea, el obedecer por inercia sin más, el seguir como rebaño al que más grita, ofende,  y apabulla, el aceptar las cosas "porque siempre ha sido así", "porque si lo han dicho en la tele debe ser verdad", o porque las impone alguien que se atreve a lo que los demás no osan atreverse, aunque sea un disparate como la corrupción, el caciquismo, el chanchullo, el pelotazo, el famoseo pringoso, la popularidad mediática, que lo mismo puede ser "cuañaooo"  o una princesa del pueblo de diseño mediático, que ganar por goleada, o por votos de la ganadería mansueta tras el lider político que se impone "con dos co..", aunque nos esté contando una milonga, "pero qué bien habla, como calla a todos, y cuánto sabe, cómo domina...joder!" 
Ahí lo tenemos. El padre del cabrito, la madre del cordero-borrego. El origen de esta especie latino-hispánica. Celta- mediterránea como la canción de Serrat. "Soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino...tengo alma de  marinero"- pendenciero, más bien. Y trilero. Y marrullero. Y buscapleitos y vivales con idioteces pero achantado, desorganizado y sumiso en lo fundamental. Meapilas gritón con dos copas de más, pero cobarde como un conejo de corral si alguien con glamour, labia, con peor carácter y más poder y más dinero, le pone firme. Capaz de matar a su mujer si es prudente y comprensiva, y no trabaja fuera de casa o gana menos que él, pero ser un calzonazos total si ella es ejecutiva  y le dobla el sueldo, el reconocimiento profesional y  el prestigio social. 
Es hasta natural  e irracionalmente lógico que de esa estirpe guerrera por evasión y despiporre, surjan estos especímenes que a falta de una guerra comodioshmanda, sólo disponen de un club de fútbol para matarse e inmolarse cual bonzos de la estupidez o jihadistas de la tontuna. Con unos presidentes de club de tarados y dirigentes políticos y sociales al mismo nivelazo de lucidez. La culpa no puede verse a sí misma, su propia masa y  volumen se lo impide . No es posible tener lo que ya nos posee y nos tiene dominados.  ¿Cómo van a tener la culpa, si la culpa es el ama, si la culpa son ellos?  

Y ahora, una sugerencia. ¿Nos escandaliza esta bajeza borderline de nuestros enfervorecidos adeptos balompédicos? ¿Con qué se paga Messi sus evasiones y con qué se hacen millonarios los Florentinos de turno? Con el dinero de los socios y con los millones de entradas a los estadios. ¿Queremos acabar con ese estado de atrocidad y garrulismo? Entonces no es tan difícil. Con darse de baja masivamente de los clubs y no ir al fútbol hasta que éste prometa solemnemente humanizarse, civilizarse y suprimir las agrupaciones de bestias adeptas, sería suficiente.
Entonces, la culpa, de verdad de la buena, es de los que pagan y mantienen este circo de cretinez que han dado en llamar deporte cuando sólo es negocio sin entrañas, que se regodea en sus millones para fardar de equipo, mientras los paganinis se pudren a base de recortes, paro, precariedad y miseria. Como diría Anguita, os merecéis lo que tenéis. Y, me reafirmo en lo dicho: la culpa son ellos. Los que se privan de un libro, de un hermoso concierto, de una buena obra de teatro, de hacer un regalo a quien lo merezca, de dar una bella sorpresa a los amigos o la familia o de una buena acción solidaria, para mantener una enfermedad social que  los arruina y los humilla, mientras los distrae a golpe de pelotazos.

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