O nos organizamos, o las distopías se convertirán en realidad
de febrero de 2018: Público
Climate Change News publica el borrador del informe del IPCC que alerta que será muy difícil mantener el aumento de temperaturas por debajo de los 1,5º C previstos en el acuerdo “histórico” de París. 14 de febrero: España batió en 2017 su récord de importaciones de petróleo por tercer año consecutivo. 18 de febrero de 2018: La petrolera Cepsa anuncia una nueva inversión de 1.200 millones de € para un proyecto de explotación de hidrocarburos en Emiratos Árabes…. Pese a que las noticias sobre los peligros del cambio climático son constantes, no parece que estén provocando la necesaria movilización y organización para hacerle frente.
Distopías relacionadas con el cambio climático hay muchas, y no dudo que la mayoría se acercan bastante a la realidad. Al menos en España hay pocas dudas sobre que la realidad del cambio climático, nadie se atreve a negar esta realidad. Pero es igualmente cierto que no existe un movimiento social potente que intente actuar, presionar y concienciar para cambiar la dirección. Seguimos quemando energías fósiles y exigiendo crecimiento económico mientras ignoramos los limites de nuestro planeta (en una gran coalición desde UnidosPodemos hasta el PP). A lo sumo, para tranquilizar nuestra conciencia cambiamos las bombillas de nuestra casa para que “gasten” menos energía (y dinero) o nos cambiamos a SOM Energía para que esa energía sea renovable y apoyar, de paso, a la economía social y solidaria.
Tampoco el movimiento ecologista tiene propuestas a la altura de su diagnóstico. Si ya estamos caminando sobre el abismo de los limites (como apunta el titulo de un informe reciente de Ecologistas en Acción y La Transicionera), si (como dice ahora el IPCC) nos queda poco tiempo para limitar o frenar el cambio climático (de 1,5C ya no soñamos; 2C seria un éxito), ¿pensamos en serio que una ley de cambio climático o un poco de promoción del uso de la bicicleta en las ciudades van a cambiar el rumbo? Poco probable.
¿Qué está ocurriendo? ¿De dónde viene nuestra impotencia o la falta de acción? En un artículo publicado recientemente en ROAR Magazine (en castellano aquí), Nick Buxton opina que: “Lo que llama la atención de todas estas previsiones sobre el futuro es el sentimiento aplastante de impotencia que provocan. Esto es consecuencia, en parte, de las narrativas basadas en el miedo que, como demuestran algunos estudios en ciencias del comportamiento, tienden a generar desesperanza. Pero es también consecuencia de ignorar por completo las estructuras políticas en las que tienen lugar los impactos del cambio climático, además de las posibilidades de que las personas vuelvan a construir esos sistemas”. Resume que “los futuros climáticos que describen ocultan el hecho de que el impacto del cambio climático no vendrá determinado, en última instancia, por los niveles de CO2, sino por las estructuras de poder. En otras palabras, el impacto exacto de una catástrofe climática dependerá de las decisiones políticas, la riqueza económica y los sistemas sociales”.
Ante la distopía del colapso y del cambio climático: una visión de un mundo más justo
Ante la impotencia y desesperanza que están generando las distopías (desafortunadamente muy realistas) hace falta una respuesta visionaria multidimensional: de un mundo más justo basado en las necesidades de las personas y consciente de los limites ecológicos, materiales y sociales; estrategias visionarias y a la altura del diagnóstico y esperanza.
Una visión positiva
En tiempos de desesperanza, es importante que proyectemos una visión positiva, siempre consciente de los limites de nuestro planeta. Aunque hay que decrecer (en occidente, mucho), hay bastante consenso en que el nivel de consumo de hoy no nos hace feliz. Un mundo feliz no necesita más consumo ni más energía sino más comunidad, las necesidades (materiales e inmateriales, como emocionales) satisfechas y más democracia (real, no parlamentaria), lo que requiere una escala mucho más pequeña de la toma de decisiones. Necesitamos justicia social, económica, ecológica y climática. En definitiva, otro sistema económico que ponga a las personas y nuestro planeta en el centro. Necesitamos una visión positiva, para lo que no es preciso contar con un plan perfectamente definido, sino que tenemos que experimentar con soluciones alternativas y no tratar de encajar la realidad dentro de nuestro plan ideológico.
Estrategias visionarias
Como dice también Nick Buxton, “debemos reivindicar nuestra capacidad para incidir en el futuro, sabiendo que la crisis climática ha expuesto de forma más evidente que nunca la gran crisis del capitalismo y el poder imperialista. Y que ésta es, por tanto, una ocasión crítica para cambiar de rumbo, tanto para impedir una crisis mayor como para responder mejor a sus impactos. Se necesitará la articulación de una política que se enfrente de forma consecuente al capital y al poder militar, y que busque devolver el poder al pueblo”.
Aunque cambiar las bombillas o pasarse a SOM Energía son pequeños pasos, están lejos de ser suficientes para afrontar el reto del cambio climático. Como defendía en un artículo sobre el problema de base del cambio climático, “para frenar nuestra caída al abismo (para “colapsar mejor” en palabras de Jorge Riechmann) hacen falta cambios profundos que solo son posibles con un nuevo movimiento social potente”. Y lo que planteo, por tanto, es construir un movimiento que se prepare para utilizar de manera estratégica y masiva la resistencia civil.
El objetivo principal de una primera fase para la construcción de dicho movimiento sería despertar a una parte relevante de la población y construir un movimiento mucho más potente. No creo que esta fase por sí sola genere cambios políticos significativos. Una inspiración podría ser el movimiento ActUP en EE.UU. en la segunda mitad de los 1980. Sería interesante inspirarnos en la creatividad y la furia de ActUP ante el contexto del colapso, y buscar formas de acción que puedan trasladar nuestra rabia y desesperación. Es una desesperación no solo producida por el colapso, sino también por la pasividad ante del colapso, por la injusticia, por las instituciones responsables que nos han llevado al abismo del colapso, y que ahora nos quieren vender una cuarta revolución industrial y un capitalismo verde, que no solucionarán nada. Es importante salir de una imagen del colapso como destino y hablar de las responsables y responsabilidades, y de las víctimas (aunque la realidad no sea tan dicotómica, sino que hay también grises).
Tras esta primera fase de acciones directas noviolentas más o menos simbólicas debería seguirle una fase de desobediencia civil de miles y miles de personas. Como defendía Martin Luther King la “comunidad que constantemente se ha negado a negociar, se vea obligada a enfrentarse al problema”, haciendo referencia a la comunidad (y sus instituciones) sobre todo de los Estados del sur de los EE.UU. que se habían negado a asumir el racismo institucional (e individual) y la segregación existente. Trasladado al contexto del cambio climático y del colapso civilizatorio esto significaría construir, a partir de una desobediencia civil masiva, una crisis social y política que no permita negar el colapso y la crisis del cambio climático, ni a la población ni a las instituciones del Estado y las principales empresas capitalistas, y así forzar cambios profundos.
Es importante buscar como objetivo de campañas de resistencia civil masiva instituciones con un alto significado simbólico y de relevancia para el funcionamiento diario del sistema productivista y extractivista actual, para así poder romper el funcionamiento normal del sistema y construir una crisis y una tensión potente.
Esperanza
Reconstruir (o despertar) la esperanza es clave. Y para ello, hace falta construir comunidad y tejido social. Hay que construir nuevas formas de relación, de gestionar lo común. Resulta imprescindible luchar por el cumplimiento de las necesidades urgentes del hoy, sin perder de la vista el reto del cambio climático. También es importante hablar de nuestros miedos – los miedos generados por las distopías y los medios de represión (Leyes Mordaza y peor).
Pero la esperanza también será consecuencia de una visión positiva y de poner en práctica nuestras estrategias visionarias. Actuar de forma colectiva nos ayudará a superar la impotencia y a construir esperanza.
¿Y ahora qué?
La tarea es grande, como también lo es la crisis a la que nos enfrentamos. No obstante, hay que empezar ahora. No hay movimiento sin visión, y tampoco hay movimiento (o revolución) sin unos primeros pasos muy modestos. Podemos pensar en muchos obstáculos, y es cierto que los nos encontraremos con muchos, pero, ¿qué alternativa nos ofrecen? Caer en el abismo de los límites.
(*) El presente análisis parte de un trabajo mayor en materia de organizing recogido en el libro “Nos organizamos para el cambio social” actualmente en campaña de financiación colectiva.
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