lunes, 6 de octubre de 2014

La voz de Iñaki

 <I>Casta, sí</I>

Los sueños y el voto

Gabilondo reflexiona sobre los resultados electorales en Brasil y el futuro que el gigante latinoamericano tiene ante sí.

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Valga este comentario de Iñaki sobre el caso Brasil, para echar un vistazo a nuestra casa. También España está atravesando en este momento un tiempo crítico de fuertes reivindicaciones sociales imprescindibles. Un tiempo necesario y urgente, una asignatura sin aprobar que los españoles tenemos pendiente de superar desde hace siglos de bellos durmientes: el despertar ciudadano al compromiso ineludible, para pasar de pueblo ensimismado, refunfuñón, individualista a tope para los propios intereses y gregario al mismo tope para dejarse llevar por el primero que le canta la copla que quiere oir   conducido en plan rebaño,  a ciudadanía del siglo XXI autoconsciente y responsable de sí misma como Estado y no como eterna súbdita disminuída, de una oligocracia hereditaria que se ha ido relevando a sí misma en el poder de generación en generación. Por primera vez en la historia de nuestro país durante tres generaciones la base social tradicionalmente obrera, ignorante y olvidada, ha conseguido llegar a realizar estudios superiores y los hijos y nietos de la ignorancia manipulada, son ahora médicos, profesores, ingenieros, arquitectos, politólogos, científicos, periodistas, etc...Y encima los han dejado libres de trabajo y de contratos. O sea, parados. ¿Qué han hecho? ¿Resignarse a un miserable minijob? Pues no. Organizarse como ciudadanos. Nuestro caso, aunque aparentemente se parezca al de Brasil, en realidad es muy distinto. 
Quienes interpretaron el 15M como una revuelta indignada simplemente se equivocaron de medio a medio. El 15M no sólo no terminó en nada, como han manifestado los voceros de la componenda con una absoluta e interesada carencia de visión, sino que hizo su metamorfosis necesaria y profunda: pasar de la calle y de la plaza al corazón y a la mente de las personas. Al argumentario cotidiano de la necesidad y sus soluciones posibles. Allí ha echado raíces. Se ha convertido en sustancia de barrio, de ayuntamiento, de asociación, de iniciativas, de plataformas, de mareas. Y ahora se llama Podemos y Guanyem, y si queremos adaptarla a otras necesidades también podremos llamarla con cualquier otro nombre. Su legitimidad indiscutible y soberana ha superado el partidismo en general, no sólo el bipartidismo. Lo ha roto desde sus cimientos.
El sábado en una rueda de prensa sobre Gaza, menos IU y PSOE, que iban a lo suyo, el resto de  movimientos ciudadanos que iban a lo de todos, se abrazaban y comentaban en voz alta el fin de la casta. Fue como comprobar en directo la defenestración de la era Robespierre. Sólo que esta vez los sans-culottes no necesitan la violencia para desembarazarse de sus 'salvadores' malgré les mêmes, les basta con saber lo que hay y lo que no. Y les va a bastar con el voto. Es cierto, como comentaba ayer en un post aquí mismo, que se corre el peligro de idealizar en exceso, de 'ilusionarse' y no ver lo que hay y de elevar las caras visibles a alturas exageradas y por encima de sus posibilidades hasta concederles el mismo poder que han concedido por sistema a cada preboste en venta electoralista. Pero esos riesgos, que conlleva toda innovación y toda creación de la nada, no son ni mucho menos una barrera, sino una invitación a profundizar en la toma de conciencia y en el camino que se ha emprendido. Se ha pasado honrosa e inteligentemente, de la indignación a la propuesta y de la propuesta a la acción, a la innovación política y social, primero con una base ética, después política y después organizativa. Debatiendo,acordando y votando tantas veces como sea preciso hasta perfilar la voluntad del Bien Común. Una base que nadie impone, que nace de la reflexión grupal, que a su vez procede de la inquietud individual. Desde el comienzo del verano, a través de las redes y en los grupos cívicos de trabajo que los Podemos llaman círculos, se ha trabajado y se sigue en ello. Esto no es Brasil. Tampoco la panacea. Pero es algo realmente nuevo y mucho más sólido de lo que parece en su liquidez baumaniana. 

 Claro que la tentación de las analogías es más que natural, sobre todo para los mayores, que ya llevamos un rodaje considerable y estamos, lógicamente, mucho más escaldados que los jóvenes. Pero a pesar de ello, es imposible negar que este fenómeno de conciencia va mucho más allá de la coleta de Iglesias y su leninismo light o su frente mediático/popular por la dignidad julioanguitística, más allá del jovencismo patológico y del miedo de los que con su actitud recuerdan los versos de Machado "caravanas de tristeza, soberbios y melancólicos borrachos de sombra negra/ o pedantones al paño que miran, callan y piensan, que saben porque no beben el vino de las tabernas". Que de eso también nos queda en el almacén de las negruras.

Estamos en el inicio de un tiempo nuevo, presidido por una conciencia de transición desde el régimen neoliberal-globalizado de alienación por la rapiña, a un nuevo sistema ético de humanización inteligente. Y eso ya no hay quien lo pare, porque hasta el neoliberalismo omnipotente y omnipresente, dentro de poco, acabará por reconocer que lo necesita como herramienta para no suicidarse sin remedio. Los sueños pueden acabar en pesadilla, es cierto, pero siempre tenemos a mano el despertar y ver con alivio que estamos a salvo, porque además de soñar, somos capaces de  aprender solidariamente a  crear y formatear la realidad que deseamos vivir. 

Los jóvenes de Brasil con sus protestas no sólo reivindicaban mejoras materiales en los días del mundial de fútbol. Sobre todo reivindicaban lo que les falta, lo que nos falta globalmente: el alma social de la ciudadanía que es la materialización cooperativa y pacífica del sentido de la existencia. Un nuevo paso en la evolución de esta especie, que por puro eufemismo narcisista se autoconsidera homo sapiens cuando ni siquiera ha superado la etapa  de homo habilis con portafolios y tacones-plataforma.

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