Urticaria
EL PAÍS
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Es cierto, Iñaki. Los poderes corruptos tienen el empeño de legalizar lo moralmente ilícito, tanto como lo político y socialmente ilegítimo. De eso se nutren sus miserias y sus mejunjes. De ahí nacen los "éxitos" de su basurero habitual. Y el hedor insoportable que emiten. Un hedor que contamina todo, que enturbia la visión y la percepción, que intoxica, que atufa, que asfixia la conciencia y mata el alma, deforma la mente, atrofia la sensibilidad interna y externa, que diría Kant, y que, para más inri, contagia aún antes de llegar a la meta del triunfo; para "triunfar" en esos niveles hay que corromperse previamente o no hay tu tía. Es que si no es así, no se accede a la entrada siquiera. Imaginemos que para ganar el GP de motociclismo, los pilotos tuviesen que atravesar inmensas extensiones de residuos y basuras, cieno maloliente, aguas fecales, de porquería en todos los registros. Y que el ganador fuese el que mejor se manejase en la gestión del pudridero. Al que menos le afectase. El que se hiciese el amo del cotarro. Pues eso. En ello están los próceres al uso. Y los aspirantes, también.
Por ejemplo, no se dialoga dentro del mismo partido con los sectores críticos que pretenden mejorar las cosas, al contrario, se le silencia cuanto antes, son incómodos, apelan a la conciencia y a la fidelidad a los principios sanos que hicieron nacer la causa; a esos Pepitosgrillo, se les coloca una morzada, se les ningunea o se les ridiculiza, se les aparta o se les califica de trolls y ya está resuelto el caso. Pero, en cambio, sí se dialoga encantados con los poderes que quieren cargarse de verdad el proyecto. O con los poderes que sobre todo dan una pasta.
Aznar, como Berlusconi, eran uña y carne con Gadafi, cuando Gadafi era un filón inversor en los bancos de este Occidente tan comprensivo, relajado y moralmente distraído. Luego ya se sabe la historia. Sic transit gloria mundi. Gadafi acabó como acabó y el Berlusca y su miniyó ibérico, a lo suyo.
Todavía la humanidad no ha sido capaz de superar la contraética del Príncipe maquiavélico y la reproduce, admirando su pericia, en vez de llevarla al juzgado de guardia, la aplaude y le vota. Sigue en la brecha e incluso se diría que haciéndola aún más honda e insuperable. La brecha moral. El abismo tenebroso de los medios peores convertidos en fin. En método y en lucro. En modus vivendi. Aunque para el resto de género humano sin implicaciones obscenas, se convierta en modus moriendi. ¿Qué importan esas cuestiones insignificantes, si se cumplen los objetivos propuestos, verdad? Parafraseando a los Luthiers, "¿qué importa perder una corona si el resto de la dentadura va funcionando?"
El neoliberalismo se perdió para la ética hace tantos años que ya no queda ni el recuerdo de cuando aún respiraba socialdemocracia incipiente y bien intencionada, conciencia social y rasgos elementales de humanidad. De la mano del detritus moral todo es posible y el que no medra es porque no quiere. O porque es tonto de remate. O es un perdedor en un mundo donde hay que ganarlo todo hasta agotarse y sin saber siquiera el significado auténtico de la ganancia. "Mierda mi general", como termina el Patriarca sumergido en su otoño putrefacto, en la enorme metáfora del poder que hace García Márquez. O también, como pie de foto bajo el rictus de Rajoy o de Aguirre o de Montoro o de Aznar..."mierda social, política, económica, ética y estética, señorías. A toneladas"
No hay comentarios:
Publicar un comentario