Las cucarachas
Si estalla la Tercera Guerra
Mundial o Corea del Norte se lía a lanzar misiles, refúgiense en
Génova. Ahí estarán a salvo, está claro. El PP es como las cucarachas.
Sobrevive a cualquier desastre nuclear. Ya pueden caerle encima las
bombas atómicas de Caja Madrid, Bankia, Bárcenas, la Gürtel o la caja B,
que ahí siguen al frente del Gobierno de la nación. Ya podemos ver a
Rato y Blesa entrar ayer en la Audiencia Nacional a declarar como
imputados por el escandalazo de las tarjetas jetas, que ellos siguen a
lo suyo, como si tal cosa. Como si aquí no pasara nada. Y lo peor es que
van a llevar razón: no les pasa nada. Les pasa mucho menos de lo que
les debería pasar. El PP es como las tarjetas negras: la corrupción no
les deja rastro. Pierden votos. Bastantes. Pero ni tantos como deberían,
dadas las circunstancias, ni han muerto como moriría cualquiera al que
le cae una bomba encima. Cualquiera que no sea una rata ni una
cucaracha, claro.
Esto en un país decente no
pasa. En un país decente, ningún Gobierno habría podido aguantar en el
poder después de que un juez haya dictaminado que su partido tenía una
caja B con la que se financió ilegalmente y que con ese dinero hizo una
reforma su sede por valor de casi un millón de euros. En un país
decente, un Gobierno decente habría dimitido después de que se supiese
que su tesorero tenía 50 millones de euros en Suiza y repartía sobres de
sobresueldos entre los miembros del partido. En un país decente, un
presidente decente habría dimitido después de que le pillaran mandándole
mensajes de ánimo a ese tesorero cuando ya se sabía que había
defraudado. En un país decente, un partido decente habría saltado por
los aires después de que se descubriese que daba dinero público a
paladas a una trama ilícita como la Gürtel formada por amiguetes íntimos
de un presidente del Gobierno, de presidentes de comunidad autónoma y
de ministras de Sanidad. En un país decente cualquiera de estas cosas
habría acabado con el Gobierno y habría tocado de muerte al partido,
pero está visto que este Gobierno y su partido no son decentes y en este
país todavía hay mucha indecencia que barrer.
En cualquier país decente,
los ministros dimiten porque les pillan copiando una tesis. Aquí la
ministra de Sanidad ni se disculpa después de haber provocado el
contagio del ébola en España por tomar decisiones arriesgadas y
equivocadas. Aquí el ministro del Interior ordena expulsiones ‘en
caliente’ que violan nuestra Ley de Extranjería y la lista completa de
los Derechos Humanos, y no se le mueve ni uno solo de los cuatro pelos
que le quedan. Aquí hemos visto morir a 15 personas ahogadas en las
aguas de Ceuta porque fueron repelidas por los disparos de la Guardia
Civil y hemos visto al ministerio mintiendo al respecto y ocultando
información, pero no hemos visto ni siquiera un atisbo de
arrepentimiento o petición de perdón. Ayer vimos un vídeo de la Guardia
Civil apaleando a un inmigrante en la valla de Melilla hasta dejarlo
inconsciente y sacarlo atado de pies y manos, pero ni hemos visto ni
veremos al ministro dimitiendo. Hemos visto cosas que no creeríamos pero
lo más increíble es lo que no hemos visto: un miembro del Gobierno
reconociendo un error y presentando su dimisión.
Ayer vimos también desfilar
hacia la Audiencia Nacional como imputados de un fraude al amiguete de
Aznar que el expresidente colocó al frente de Caja Madrid, Miguel Blesa,
y a quien Aznar iba a colocar al frente del PP, a Rodrigo Rato,
exministro de Economía, expresidente del FMI y después de Bankia, buque
insignia del partido. Y ya es la segunda vez que estos dos se sientan en
un juzgado para responder por haber hundido la caja y al país con ella.
Resulta que el milagro español del que presumía Aznar consistía en
transformar nuestro dinero en vino carísimo. Pues ni por esas el PP echa
a Rato del partido. Dos semanas después de que estalle la bomba, aún
dicen que se lo están pensando. De qué nos vamos a extrañar si por cada
cargo que le imputa un tribunal, a Rato le dan un cargo en el Banco
Santander y en Telefónica. O sea, que el partido, el banco y la empresa
más importantes del país tienen y mantienen en su plantilla al tipo que
nos ha costado 22.000 millones de euros y se gastó 99.000 euros en negro
del dinero de los ahorradores de Bankia. Esto en un país decente no
pasa.
La distancia entre un país y
la verdadera democracia es igual al tiempo que sea capaz de aguantar la
corrupción, y aquí hemos aguantado lo inaguantable. Que parece que se
nos olvidan todas estas cosas porque pasan como si no pasaran de verdad,
y lo cierto es que te pones a recordarlas juntas y te parece mentira
que hayan sucedido y no se hayan llevado al Gobierno por delante y al PP
detrás. En eso Rajoy es un fiera. En hacer como que no ha pasado hasta
conseguir que la gente lo medio olvide o lo recuerde tan vagamente que
ya no le parezca para tanto. Esto es como cuando entras en una
alcantarilla. Al principio el olor a mierda es insoportable pero luego
acabas por acostumbrarte. Pues el PP, lo mismo, es una cloaca en la que
llevamos metidos demasiado tiempo. Pero si puedes vivir en una
alcantarilla, o bien eres una rata o te has convertido en cucaracha.
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