miércoles, 22 de octubre de 2014

La voz de Iñaki


La voz de Iñaki - Las tres tentaciones

Alí Babá

EL PAÍS   


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 Un cuento, ya lo creo. La historia del pequeño Nicolás ya crecido, coloreando su barbilampiñez con una tupida barba, bigote y bisoñé tinto en caobas, que a base de colarse en las fotos y convertido en selfie paradigmático, llega nada menos que a presidir el Gobierno de Eshpaña. Pasito a paso, de empacho en despacho, sube que sube, trepa que trepa, llega a su meta,  paciente y escurridizo, como un caracol, arrastrándose en lento maestoso assai, y sin ningún bemol a mano, por los senderos de la gloria, sacando los cuernos al sol (cuando los deberes de estado le dan un respiro más largo de lo normal y en vez de hacer la siesta en la tumbona de Mocloa, puede hacerla en la  de Cambados) o estirándose para asomarse al borde de la concha cuando llueve. Un caracol que como todo molusco, blandito y sin las complicaciones que da un organismo vertebrado, se adapta mórbidamente a lo que cae  y adonde cae.
Hale, ahí está y ahí se queda sin dar un ruido ni una pisada demás. Es su doble versión del viaje al futuro con moviola para rebobinar el pasado. Un cuento con textura de corto cinematográfico y largo trincador. Un Alí Babá que no se aclara con las complicaciones de los robos profesionales, porque todos le parecen el mismo, y va delegando responsabilidades cognitivas en una linda enanita de los bosques, que intenta ser Sherzade, pero no le llegan los pies al suelo de la cueva y tiene que pedir un taburete para bajar a la realidad del duro paramento rocoso, mientras Alí-Nicolás, alias Mariano,  se ha olvidado del conjuro salvador y abridor de puertas y va probando: "¡Ábrete muérdago!", dice bajito por si acaso, "¡ábrete, pámpano!", "¡ábrete cúrcuma!", nada, "ábrete Bárcenas!" y zas, en vez de abrirse la roca, va y aparece un juez entre  cofres, collares y monedas de oro. "Nada, que no tengo más remedio que tirar de interrogatorio, Alí-Nicolás, que ya vamos por Acebes..." El viejoven Marianonicolás se para -más todavía si cabe- y no sabe qué hacer, ni adonde mirar. No porque le hayan  hecho mella las palabras del juez  ni le haya impresionado el encaje delicadísimo de las puñetas, que siempre le encanta mirar extasiado, siguiendo las ondas y los bodoques de la trama, que tanto le recuerdan la maraña nebulosa y agujereada de un consejo de ministros. No. No va hacer nada. Ya lo ha decidido, para eso ya está la minihechicera del bosque con sus pócimas de última hora, que hay que ver lo bien que se le dan. Si no fuera por ella...

Y de repente, fin. Como en un corto surrealista. Lo malo es que se trata del Presidente del Gobierno. La venganza de Aznar contra los españoles que le llamaron mentiroso en 2004, está siendo puro sadismo. Sin embargo el destino no perdona -...chan, chan, chan...-  y ya va por Acebes. Como en los Diez negritos de Ágatha Christie.

 

 

 

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