Así parece, hablando en términos mediáticos. Y esperemos, en pro del bien común, que gane David, porque el limpio tiro de su onda tiene mejor pronóstico social y ciudadano que la brillante y fornida armadura palabrera del publicitario Goliat, cerrada a cal y canto sobre sí misma y en plena desconfianza hacia la plebe que nunca sabe lo que quiere y es medio lela, si lo sabrá él que los embauca divinamente con su verbo contumaz, sus mantras jaculatorios y sus venablos disparados en serie, y mucho más empeñado en ganar el combate que en lograr esa bagatela abstracta del bien común, que, contra todo pronóstico, parece estar más próximo a la pedrada sencilla y directa del atrevido David, que no va armado nada más que de su pericia ética. Goliat, en cambio, posee unas huestes dispuestas a cualquier cosa para que el Gigante se salga con la suya, capaces de boicotear intervenciones de ponentes con argumentos más próximos a los de David, hasta aburrirlos, enviarlos de excursión para ver El Entierro del Conde de Orgaz o de bloquear el acceso al sistema de voto telemático-batallador, para quienes son sospechosos de voto contrario al Gigante. Estos filisteos es que no reparan en esfuerzos. Hay que ver como son, es que no se les pone nada por delante. Sobre todo cuando el futuro puede ser jauja al lado del estrepitoso paladín, de batalla en batalla y de rifirrafe en rifirrafe, apuntándose a todos los saraos donde se pueda golpear y pillar el botín de la atención pública, que abre las puertas de todas las murallas y fortalezas mejor pertrechadas y procurando un colocón del quince al ego del susodicho post-césar o kaiser o adalid vencedor obsesivo.
Pero lo cierto es que la plebe tiene buen corazón y da sorpresas inverosímiles, rompiendo todos los esquemas de la tradición narrativa, puede valorar más al perro Excalibur que al rey de España, de hecho, al perro lo ha reivindicado, lo aclamado y bendecido, compadecido y querido, y aún lo recuerda con ternura y dolor por el mal trato recibido de parte de los que trajeron el ébola a Madrid, mientras que al poderoso malestad lo abuchea o lo ignora tranquilamente. La plebe es así, tiende a identificarse con lo más entrañable y con lo más humilde y transparente. Y David es eso. Humilde, transparente y de una inteligencia que supera la pillería pesadota y repetitiva de Goliat, cuyo ego invasivo y exhibicionista empacha bastante al pleberío. Los votos dirán, aunque ya veremos si los dejan decir todo lo que quieren. Tener huestes expertas repartidas por los pasadizos catódicos es lo que tiene. Ya veremos. De todos modos, como ya la plebe anda escaldada por los palafreneros interventores, si ganase Goliat, siempre quedaría la sombra de la sospecha, si habrá ganado de verdad o si habrá ganado de mentira dada la ambigua y ladina condición del vasallaje goliatesco. Dada la inteligencia integradora de David, Goliat, aunque perdiese sería respetado y escuchado en el consejo ciudadano. Pero si ganase Goliat, David sería sacrificado sin tener en cuenta lo que se perderían todos. Es que E-Goliat necesita todo el espacio disponible para ubicarse y mangonear a su bola. Mejor que gane David por el bien de todos. Goliat inluído. Donde va a parar!
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