miércoles, 13 de febrero de 2013

Se puede y se debe mejorar

Me alegro muchísimo de que la ILP que apoya a los damnificados por los desahucios sea un tema prioritario en el interés unánime del Parlamento. Ya era hora. Es más, desde 2011 estoy volcada en ese drama oscuro y terrible, he acompañado y acudido a las llamadas de los desahuciados desde que, en las asambleas del 15M -que entonces eran diarias en la Plaza 15M de Valencia- nos informaron en vivo y en directo, porque los desahuciados se refugiaron en ellas para denunciar esa calamidad que la sociedad ignoraba en bloque y los ciudadanos afectados sufrían en solitario. Fue entonces cuando conocimos la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Y desde entonces el vínculo entre ella y el 15M se ha hecho indisoluble.
Un 1.480.000 de firmas. Creo que que es suficiente garantía radiográfica de la conmoción y del drama que arrasa la sociedad española y que el Gobierno y el Parlamento hasta ahora no habían considerado dignos de atención prioritaria. Ha tenido que ser la rúbrica de otro suicidio, esta vez doble, lo que ha acompañado esta cruda y terrible realidad reivindicativa. Un aldabonazo y un cuño trágico en la conciencia de los españoles y en la coraza abunkerada de los políticos "profesionales" siempre en su nube especulativa y bastante inhumana. 
Colocar en el mismo debate los desahucios y los toros y que ninguna señoría haya señalado la obscenidad de tales sincronicidades, es un signo evidente de que el Parlamento ha admitido a trámite la escucha de esta ILP, simplemente porque se les ha presionado desde la ciudadanía en pie de conciencia, no porque para ellos sea una urgente asignatura suspensa que deban superar, no tanto por su papeleta de examen, como por un mínimo sentimiento humanitario y ético. Solidario y compasivo, como se supone que debe ser la naturaleza humana, superando la ferocidad y el automatismo de  animales pensantes, Matrix fashion. No es un rollito emocional populista, en la onda hortera-visceral "sálvame", sino un deber social inapelable e inaplazable, en el que también la bulimia de los bancos y banqueros, debe moderarse desde los poderes  Ejecutivo, Legislativo y  Judicial; los tres pilares implicados en el servicio al bien común, en cualquier democracia sana.

Ahora hay que ver qué van a decidir estas señorías y qué va a pasar; ahora veremos si esta acogida unánime del problema es útil y real o sólo un motivo más para ponerse de vuelta y media unos a otros, seguir jugando al pin pon del "y tú más" o al "a que tú no lo haces ni lo hiciste" o al "la culpa la tienes tú, yo soy un santo". Estamos hasta las narices de unas señorías que son más bien niñerías. Tonterías. Ñoñerías. Y groserías obscenas contra los ciudadanos. Hasta el moño, de que para estas solemnes entelequias par-lamentarias y lamentables, sea tan importante hablar de toros como de desahucios y sufrimiento, de que se defienda a capa y espada a los toreros, ganaderos y empresarios taurinos millonarios y amiguetes, en el mismo pleno en que se lleva al Parlamento, por fuerza y presión ciudadana, no una fiesta ehpañola y olé, sino un trágico y terrible modo de ejercer el poder contra la ciudadanía y no a su favor, que es para lo que están. 
Si se consultase en una encuesta qué cuestión interesa a los españoles que se debata con urgencia en el Legislativo y solucione el Ejecutivo, podemos asegurar sin equivocarnos que muy poca gente elegiría los toros como un tema serio y vital y mucho menos para contemporizarlo con los desahucios. Qué cutrez y qué ridículo político. No nos merecemos estos representantes, a los que hay que extraerles el tapón bloqueante de la inteligencia con el sacacorchos de la presión reivindicativa ya saturada de barbaridades y despropósitos que se disfrazan de rollo constitucional, donde la forma rígida, el número, el circunloquio y la vaguedad son más importantes que la realidad a la que se enfrentan.

Por otra parte quiero dar un toque de serenidad y dominio de sí mismos a los ciudadanos que reivindican en primera línea la solución justa de nuestros graves problemas.  Recordarles que la democracia no se reduce a exigir gritando e insultando en mogollón por calles, plazas y parlamentos, aunque lo merezcan quienes están taponando las soluciones; ellos insultan con la injusticia, la negligencia, la deshonestidad y el chanchullo, y nosotros debemos desenmascararles con la inteligencia de la denuncia precisa y documentada, no manipulada ni manipulable por las vísceras y los humores alterados e histéricos, la serena e inamovible noviolencia en todo, no sólo física, sino también verbal y gestual.
Ni la amenaza de  zapatos tirados a la cara ni los gritos desaforados ni los insultos favorecen las soluciones, sino la persistencia, la evidencia y la razón indiscutible de los hechos, la valentía de no ceder y la desobediencia civil bien clara a las leyes injustas. No callar lo que debe saberse y mantenerlo cara a cara ante la tiranía de los que han olvidado que son tan mortales y frágiles como sus oprimidos, como dependientes de ésos a los que oprimen y explotan, y que un ser es humano cuando lo demuestra con su humanidad y abandona su animalidad básica en su pensamiento, en su emocionalidad y en su conducta.

Si a la barbarie se responde con barbarie pensada, verbalizada o física no avanzaremos y estaremos repitiendo ad infinitum el mismo mundo, el mismo sistema, los mismos tics sociales inservibles y estaremos demostrándonos que como dejó dicho el último dictador oficial, todo sigue atado y bien atado si nos seguimos guiando por los mismos raíles de la rabia y del miedo, de la ira y la revancha. Del inútil " y tú más" en distintas versiones y adaptaciones. Para que todo cambie es necesario nuestro cambio personal simultáneo con el cambio material y social que pretendemos. El cambio de todos y todas. 
 ¿A caso se puede construir un edificio sólido y duradero con materiales estropeados, frágiles, endebles, maderas carcomidas, de calidad ínfima y nada resistentes a las agresiones del clima, la humedad, el calor o los cambios del subsuelo? Pues lo mismo pasa con la sociedad en la que vivimos. No deberíamos olvidarlo nunca. Ni los que gobiernan ni los que eligen con sus votos  a los que gobiernan.

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