viernes, 1 de febrero de 2013

El reino de Babia no da para más


El Gobierno asegura que Rajoy nunca se ha saltado una norma

Guindos dice que la marca España no está afectada: "No hay impacto significativo en el mercado de bonos ni otros indicadores.
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Nadie duda de que Mariano Rajoy nunca se salta una norma. No hay más que verle. Es más, si no existiesen las normas, Mariano no se movería del sillón o de la cama. No saldría a la calle. A Mariano hay que decirle siempre por escrito lo que tiene que decir, lo que debe hacer y lo que no.
Sin embargo no se trata de eso, pp. Se trata de que un jefe de gobierno, un ministro, jefe de estado o cualquier representante cívico o servidor público, debe ir más allá de las normas, debe hilar más fino aún que las normas. Debe, como dice San Pablo, superar la Ley y entrar en la Gracia. Algo que no es religioso, sino simplemente práctico.Debe salir de la obligación forzosa y entrar en la ética que es ya para él un imperativo categórico y fluido que nace espontáneamente de su conciencia, aliada natural del bien común. Y como dice Kant: "Obrando de tal modo que tu conducta se pueda convertir en ley universal".
La norma, la ley, es la herramienta de lo elemental, y sirve para poner límites al primitivismo, a los instintos, a las pulsiones y a la tontuna que sin control crean el caos, el delito y el abuso y dan lugar a la injusticia, a la rebelión y a la violencia represiva que combate las justas reivindicaciones. Por eso el gobierno, como escribe Platón en su República, debe ser un consejo de sabios. Los sabios hace mucho que superaron las tentaciones y la atracción por el poder, ergo, por la corrupción disfrazada de cualquier cosa, que los no sabios, no distinguen. 
Para que un político acierte en sus decisiones hace falta que, además de ser orador y manejar la retórica funcional, sea sabio y tan ético natural que nunca tenga que justificar su honradez con los hinchas de su equipo ni echando responsabilidades y basura sobre otros. Sobre la sociedad o las normas. Conoce la importancia y el lugar de cada cosa. Por eso nunca temerá a la prensa, ni las entrevistas ni decir lo que hace y lo que piensa. Porque un sabio no se esconde ni se exhibe. Es transparente y no tiene nada que esconder ni justificar. Un sabio es un paradigma, un arquetipo en sí mismo. Un modelo al que todos admiran, incluso sin entenderle del todo inspira confianza emana claridad, incluso sin ser de de su "casta" se le admira y se le considera ejemplar. Porque los sabios no tienen casta. Nadie les pertenece ni pertenecen a nadie. Por eso no se pueden ni vender ni comprar. Por eso todos con él tienen la sensación de que es algo suyo, de que le entienden, les comprende y les respeta aunque no esté de acuerdo con ellos en ciertas cosas. Un sabio, cuando se equivoca y alguien se lo hace ver, lo agradece muchísimo, porque así crece y mejora y si es un gobernante mejorará su gobierno. Sólo personas que alcanzan ese nivel evolutivo son capaces de gobernar con acierto cualquier esfera de la materia en la que deban trabajar. Sea la ciencia, la enseñanza, la salud, la polìtica, el arte, la convivencia o la economía.

Está muy claro que el buen señor Rajoy no es un sabio. Y que hasta ahora los dos presidentes de la democracia que más se han acercado a ese nivel han sido Adolfo Suárez y José Luis Rodriguez Zapatero. Los reivindico como modelos a recuperar de gobernantes lúcidos, dialogantes, trabajadores, sanos, humildes, conciliadores, respetuosos y nobles. Incapaces de doblez alguna, de chanchullos ni juego sucio. Ellos fueron más allá de la norma, la superaron y abrieron la sociedad española a un horizonte mucho más respirable, pero que al lado de la rigidez y el miedo de la franja social influenciable por las letanías de la garrulez, la palurdez y la falta consuetudinaria de luces, no fueron comprendidos ni valorados en su momento. No gritaban, no insultaban ni descalificaban. Construían y no se daban importancia alguna. Con ellos tuvimos la información más ecuánime y ejemplar en los medios públicos de comunicación y eso se interpretó como como una debilidad en vez de ver una grandísima suerte.  
El lastre de lo viejo y primitivo aún pesa demasiado en el inconsciente colectivo español. Por eso aún no repugna el odio, el rencor y la mentira todo lo necesario y suficiente para hacer cambios importantes. La prueba es que todavía nos gobierne el pp. Su  normamanía acomodaticia es uno de los grandes frenos hipócritas que no dejan crecer a una parte considarble de la ciudadanía, y por supuesto de eso que llaman "clase política" y que es simplemente un refugio de ciegos buscando al tuerto más manejable y despistado, para que "les gobierne como dios manda". Lo que no saben es que Dios no gobierna directamente, prefiere delegar en la democracia de los lúcidos, justos y verdaderamente inteligentes y de buena voluntad. En el sentido común de los sabios, no en los mantras huecos y sin seso, pero cargado de perversidades, de los mediocres y los tontos.

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