Lo del sofá del psiquiatra per omnibus se queda en nada; es directamente el manicomio. La red está igual que el resto. Como una cabra. No sólo es España. Es todo y todos. ¿Quién no recuerda el cuento de "El aprendiz de brujo"? Aquel torpe y prepotente discípulo de un mago que se creía en posesión de todos los conocimientos y fórmulas mágicas y poniendo manos a la obra e imitando al "maestro" acaba liando la de San Quintín? O en aquella película de Buñuel en que un santo estagirita en el desierto acaba como un cencerro viendo, en un ataque de insolación y a causa del ayuno febril, disparates auténticos, al que le hacían exorcismos a grito pelado y al pie de la columna, entre un obispo y unos frailes que no recordaban tampoco los latinajos pertinentes para expulsar los demonios del pobre anacoreta chiflado? Pues la cosa va por ahí.
En una sociedad acelerada, teledirigida, perdida, dispersa, informe, y sin embargo hiperintoxicada de informaciones que a cada momento se desdicen, se redicen, se hichan y deshinchan como aquellas siliconas de Ana Obregón, o como las armas de destrucción más IVA contra urbi et orbe que incubaban las gallinas cluecas en los peligrosos gallineros de Irak ante las narices de los observadores de la ONU, un rebaño dúctil, maleable, chantajeable y asustable, formado por mayorías absolutas cuñadas con sobres llenos de euros, que no saben quienes son ni de donde han salido ni a dónde van, y ni siquiera saben que no lo saben, ¿qué otra cosa mejor podría estar sucediendo? Es lo que toca en el teorema del desastre. Si los elementos de una ecuación son desastrosos, no esperemos que el resultado de la operación pueda ser una bicoca ni un golpe de suerte. La suerte no existe ni las bicocas tampoco. Y un detallejo de poca monta en las profecías mayas confirma que la humanidad antes de su cambio radical, enloquecería por completo. También lo dice la Revelación de Juan de Patmos: "por mil años el diablo andará suelto sometiendo a los hombres a dolores y sufrimientos" para que la humanidad se dé cuenta de su estado y se despierte. Ese "diablo" es la concentración de las maldades humanas que acaban por trastornar la mente las emociones y la voluntad. No hay diablo posible ni peor que los humanos cuando se olvidan de su humanidad. Y ahora es la apoteosis y el broche de oro final.
Toda cordura comienza al final de la locura. Todo cielo comienza en la desesperación de los infiernos. Toda valentía empieza donde terminan el miedo y la cobardía. Todo genio equilibrado y sabio comienza donde se termina la mediocridad, la estupidez y la chifladura. Sólo cuando el hijo pródigo y desmemoriado -la humanidad al completo- se ve en una pocilga compartiendo bellotas, fango y olor pestilente con los cerdos, entrando dentro de sí, se dice a sí mismo/a: volveré a mi casa de siempre, junto a los míos, a mi origen eterno, a mi raíz intemporal dentro del tiempo, a mi esencia, porque allí no me falta nada y tengo todo. Pero, ojo, mi casa está dentro de mí. Nuestra casa es nuestra conciencia. No caigamos otra vez en lo mismo de siempre: pensar que la "casa" sólo es física ,religiosa, cultural, política o étnica. No va por ahí. Ya hemos sufrido bastantes siglos y milenios el rollo de "la tierra prometida" como espacio material y político. Y menuda historia de guerras "santas"(¡!), cruzadas de la "fe"-rocidad, genocidios devastadores y todos los etcéteras más horribles derivados de entender al revés la inspiración de alguien y hacer escuelas de exterminio con sus sugerencias o preceptos. O "verdades". Esta vez no. Ya no. No toca.
En vez de pre-ocuparnos y post-ocuparnos, ocupémonos de lo que se mueve dentro de nosotros y de lo que se mueve con nosotros, a nuestro alrededor, en lo inmediato, porque sólo sanando las partes se puede sanar el todo. Y solo eliminando los prejuicios contra lo diverso, se superan los abismos. El problema global no podemos solucionarlo nunca globalmente; nos desborda, se sale por los lados, como los obesos se salen de las sillas que ocupan, pero al problema cercano, de ahí al lado, el nuestro, el de casa, el del barrio o de la ciudad, el de la escuela o el hospital, o la gestión del ayuntamiento, de la comunidad de vecinos, sí podemos encontrarle salidas. De lo personal a lo lo local, de lo local a lo social, de lo social a lo global. Es por ahí.
Se genera otra energía que abre puertas en vez de cerrarlas. Son los saltos cuánticos, las sincronicidades, esas "causalidades" -no casualidades- que nadie se explica cómo ni porqué suceden para unos y no para otros haciendo lo mismo y estando en las mismas circunstancias. No hay explicación conocida, y tampoco es "buena o mala suerte" sino la distinta disposición anímica y mental de cada uno, adecuada al momento y a la circunsatncia o no.
¿Nadie se ha fijado en el contenido profundo de esa frase que tanto se oye actualmente?: "No miréis negativamente los problemas de la crisis, porque son oportunidades" Esta vez la evolución exige la respuesta individual para renovar la colectiva. Hasta ahora tocaba funcionar al revés. Eran los grandes movimientos ideológicos, religiosos y culturales los que nos hacían crecer y despertar. Eran los estados y las empresas los que nos proporcionaban el bienestar. Ahora somos nosotros los que estamos aprendiendo a no depender de algo que se ha convertido en una losa minoritaria política, económica y social, inconsciente de la gravedad de lo que está provocando, que ha generado la corrupción como normalidad y que aplasta por completo a quienes deben soportarla en directo: los ciudadanos. El individuo. Uno por uno.
Bien, ya hemos crecido bastante, ahora somos nosotros los que podemos y debemos ir modificando las grandes corrientes de pensamiento y de hábitos que nos han traído hasta aquí. Ahora seremos nosotros los que pondremos en marcha las ideas y las compartiremos porque estamos descubriendo que el consumismo nos aísla a unos de otros y nos debilita en un egoísmo suicida, que las comodidades y facilidades del consumismo no son riqueza ni prosperidad real, sino un estado catatónico de conciencia que nos lleva al abismo directamente, como la droga nos duerme para matarnos mejor, en cambio los problemas cuando nos tocan de cerca, nos despiertan, nos unen y nos fortalecen. Nos solidarizan y humanizan.
En un mundo envenenado lo mejor que nos puede pasar es que nos demos cuenta de ello y desactivemos el veneno cuanto antes y sobre todo la "normalidad" con que hemos aprendido a aceptarlo y a convivir con su destrucción como lo más natural. Y cuando se empieza a descubrir se impone la tendencia animal a la culpalización de los "otros", o sea, de los que tienen una visión de los problemas distinta a la nuestra. En vez de comprender que dos visiones o varias, puestas de acuerdo y no enfrentadas, encuentran mucho antes la mejores soluciones posibles. No hay que ver como "enemigo" al diferente, sino como alguien que aporta el trozo de visión que nos falta para ver mejor el panorama completo. Y no hay que espiarle ni copiarle suciamente mientras se le crucifica y se le denigra cara a cara o se le explota miserablemente; es muy poco practico y sólo aporta desastres añadidos. Y un karma personal que se acaba pagando a un precio mucho más alto de lo que se pueda imaginar. Pura ley de la consecuencia, que sólo se queda inservible cuando se pasa de vivir en el Talión a vivir en la luz y en el amor. En la gracia, en la baraka o en el dharma, como dicen algunas religiones.
La locura, las adicciones, las paranoias obsesivas, no sólo las que se sienten perseguidas sino también las que necesitan perseguir para sentirse fuertes en su terror y en sus pánicos, las conjuras y complots, el delito como modus vivendi et ocultandi, personales y sociales, son enfermedades que nos dan pistas para salir del laberinto son un estado de confusión y de miseria perfectamente superable . Y sí se puede. Claro que sí. Pero hay que desear volver a casa. Ponerse en camino. Cambiando el chip de víctimas por el de seres libres y conscientes. El chip de esclavos, por el de seres de luz. El chip animal pensante y tramposo por el de hombres y mujeres nacidos para algo mucho mejor de lo que hemos conseguido hasta ahora.
El continente Conciencia Inteligente y Amorosa, está aún por descubrir. Es el único territorio virgen que nos queda pendiente. A por él. Y él nos hará habitantes de su verdadero bienestar. Ya nos lo merecemos ¿no? Sin embargo para descubrirlo es necesario que cambiemos de mapa y de brújula; de dirección y de objetivos. De indumentaria. Quitando corazas, escudos y yelmos, sospechas, desconfianzas, miedos y rollos por el estilo, cotas de malla y quijotes (que son unas piezas metálicas de la armadura, protectoras de los muslos, cuyo nombre usó Cervantes como apodo para Don Alonso Quijano, su criatura literaria más famosa) y vistiendo de bondad y de lucidez nuestros cuerpos serranos, en vez de hacerlo con púas de erizo histérico. O de robocop, que tampoco nos ha servido de mucho hasta ahora. Ah, y ligeritos de equipaje, porfa. Que da mucho mejor movimiento y una agilidad flexible que nos permite pasar por lugares difíciles sin tener obstáculos para la marcha. Y no atascarnos en cualquier puerta demasiado estrecha. Como la de la felicidad, por ejemplo. O la de la sencillez de los sabios, por seguir la casuística.
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