Es muy lamentable que un periódico tan serio y civilizado como El País sea tan poco sensible a la realidad ciudadana y que al día siguiente de una jornada reivindicativa importante y ejemplar en toda España, que ha nacido del esfuerzo, del compromiso y la generosidad solidaria de miles de ciudadanos de todas las autonomías, y también del apoyo cívico de otras ciudades europeas solidarias con el drama español, no diga nada al respecto o sólo se haga eco de que un grupo más que minoritario, antisitema, en plan kaleborroca, quemó contenedores y se peleó con la policía antidisturbios -a cara tapada y enmascarada, como siempre- una vez finalizada la manifestación en Madrid.
Estamos hartos de que mientras se trabaja seriamente por mejorar y clarificar todo, niñatos rabiosos y miedosos, -no siempre tan jóvenes e inconscientes como parece- sigan jugando al "Zorro" y reventando lo que no comprenden, cooperando con los represores hasta tal punto que hacen pensar que sean ellos mismos los de las caretas. Ya lo hicieron en septiembre del año pasado ante el Congreso. ¿Quién no recuerda al poli, disfrazado de "joven" rabioso apaleado por sus propios compañeros y diciéndoles. "Que soy un compañero, joder!"? Tal vez porque esa posibilidad sea más real de lo que parece, la prensa "oficial" se hace cómplice y "fabricadora del consentimiento", el modelo de corrupción mediática que denuncia Noam Chomsky.
¿A caso no es sospechoso que sea la máscara cobarde de un "anonymus" la que protagonice un "Basta ya", que no es anónimo precisamente, que no tiene un rostro rígido y muerto, de careta fantasmal, disuelto en la masa, sino que limpiamente va a cara descubierta y frente a frente, como quienes no tienen nada que ocultar ni nada que temer? Sino mucho que reivindicar y mucho que decir mirando a todos directamente y explicando sin pelos en la lengua las miles de soluciones posibles a los descalabros de un gobierno despreciable, torpe e incapaz. No son los ciudadanos dignos los que van de tapadillo por el mundo, sino los delincuentes que se ocultan en el disfraz de una "legalidad" hecha a la medida de su desvergüenza y desde ahí, gobiernan a su favor, escondidos detrás de unos políticos miedosos que no saben cuál es su función y cuales son sus deberes reales, a parte de vivir profesionalmente de los dineros públicos para hundir a la ciudadanía a favor del negocio global.
Es triste que los problemas de la ciudadanía sólo se conviertan en noticia cuando hay palos, delitos, dramas lacerantes y suicidios de por medio. Que el trabajo asambleario de convocatoria, que el cariño y el compromiso de millones de españoles por sacar adelante la dignidad y los derechos de todos, también los de los periodistas silenciadores y de los lechuguinos anonymos, no merezca en El País ni una línea inteligente en el día después. Y que en el "comprometido" Público, sólo merezca unas secuencias gráficas del cutrerío violento y cada vez menos apetecible ni práctico; inútil.
La nueva sociedad que emerge del desastre va por otros caminos y parece que ni los políticos ni las instituciones ni la prensa lo están viendo ni valorando. Se quedan en la superficie del impacto desagradable, porque piensan que "vende" más. Creen que sólo se trata de protestar públicamente y con los peores modales y estética posibles. Bajo la capa reivindicativa de "siempre", emerge hoy un fenómeno muy distinto a "lo de siempre"y hay que ser muy tontos para no verlo. Bajo el mogollón gregario del "anonymato" y por encima de él, hay cosas mucho más interesantes y aprovechables que se mueven y crecen, precisamente, abonadas por el estiércol que desea intoxicar y exterminar la democracia real: la de los ciudadanos libres y sanísimos, hartos de porquería mercantil y mediática, pseudopolítica y macroeconómica. Manipuladora y repugnante.
Los ciudadanos lo ven y lo saben, por eso quieren un cambio, donde las máscaras no oculten la corrupción ni el enjuague, ni la basura, ni las mentiras, ni la violencia camuflada de "defensa legítima". Ni el cinismo. Ni la inmadurez cívica y ética. Ni el miedo. La verdad no es un dogma, sino una evidencia que no genera variantes. Y como el honor y la dignidad es patrimonio del alma y del intelecto superior. Simple y definitiva. Reveladora de los clichés más negros. Como la luz.
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- MANUEL VILASERÓ / MAURICIO BERNAL / Madrid / Barcelona
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