viernes, 22 de febrero de 2013

Contra opiniones no hay nada escrito, Don Pere.


El líder de los socialistas catalanes asegura que "mucha gente" le ha felicitado por reclamar la abdicación de Juan Carlos de Borbón. "Tenemos que acercar la política a lo que opinan los ciudadanos", insiste.
____________________________________________

Pere Navarro dice que el Rey debe irse. Este rey. Sólo éste. Pere Navarro tiene todo el derecho a emitir su idea de democracia. Y es bueno e interesante que lo haga, porque así los ciudadanos podemos poner en solfa y sacar a debate con uno mismo y con nuestro entorno, lo que pensamos o pensábamos antes y ahora lo pensamos de otro modo. La pluralidad flexible siempre es una riqueza deseable, porque pone a funcionar la inteligencia y el discernimiento, el análisis, la síntesis y la asociación de ideas. El diálogo, que es el debate civilizado, es la clave y el resultado del espíritu cívico; todo lo contrario del dogmatismo y la lapidación verbal e ideológica, a la que en España todavía hay demasiada inclinación natural. Sólo hay que ver un debate en televisión, da lo mismo que sea en la 6, que en la 5, que el canal 24 Horas. En cuanto los contertulios suman más de dos, contando al moderador, ya la tenemos. El frenesí, los ceños fruncidos, las voces in crescendo y a coro a ser posible, un coro raro, donde lo coral es la desarmonía, porque todos van de solistas; un guirigay en el que el público aplaude al héroe que consigue chillar más alto que el resto y soltar las frases más contundentes y egocéntricas, más duras y seguras de sí mismas, aunque el contenido del envoltorio sea una cretinada como un piano de cola.

Para poder "escuchar" serenamente mientras aprendemos la paciencia y el respeto, resulta un buen ejercicio leer las opiniones diferentes y reflexionar "en frío", para poder comprender en la distancia lo que en la proximidad podría hacer que  nos disparásemos como muelles; por el automatismo visceral que genera el hecho de que alguien exponga ideas que no son las "nuestras". Reacciones que delatan hasta qué punto somos incapaces de separar lo que somos de lo que nos gusta, de lo que tenemos, nos pertenece o pertenecemos, de lo que opinamos o creemos. Y así podemos descubrir el origen del fanatismo, de la rigidez y de todos los dogmatismos talibanes que nos castran la inteligencia. Por esas razones, esta propuesta del socialista catalán ofrece un buen jercicio de serena y honesta reflexión.

Pere Navarro quiere un rey nuevo que sustituya al que se le ha deteriorado. Todos fuimos Pere Navarro cuando votamos la Constitución hace ya casi treinta y cinco años. Y nos equivocamos. A la vista de los hechos evidentes, está. Tuvimos la ocasión de no votarla porque la monarquía, a una gran parte de españoles le/nos parecía una vuelta atrás en el tiempo. Un anacronismo. Pero como tantas veces, los españoles tuvieron/tuvimos miedo a dar pasos importantes; los españoles estábamos acostumbrados a un Jefe de Estado plenipotenciario que pensaba y decidía por todos. A una verdadera monarquía absoluta y dictatorial uniformada y bajo palio; la libertad daba miedo y los mayores aún tenían muy fresco el recuerdo traumático de la guerra civil. Por eso se votó esa Constitución como un mal menor con monarquía adosada e inevitable, según el miedo, claro. Nos lo ofrecieron así: si queréis la libertad y los derechos de una Constitución, tendrá que ser con rey incorporado, o sea, respetando el testamento político del dictador que así prolongaba su zarpa en el tiempo. 
Y la gente ante la posibilidad de estrenar libertades no se planteó qué precio estaba pagando y tendría que pagar por ello. Y el deseo de libertad cómoda,organizada y precocinada, unido al miedo a otro enfrentamiento civil, que se afianzó con el oportuno golpe magistral del 23F y su escenografía, hizo el resto. El miedo español, que calienta la boca e inmoviliza el resto del organismo y sus funciones pensantes y actuantes. Otra vez más volvimos a gritar "¡libertad!" sin querer descubrir que lo que de verdad decíamos, una vez más, era "¡vivan las caenas!" igualito que en el regreso de Fernando VII, otro Borbón la mar de lúcido, como viene siendo habitual, que nos quitó la única oportunidad de civilizarnos "a la francesa". 
Los reyes españoles, a partir de él, se convirtieron en bisagras dinásticas de la oligarquía caciquil y de la rutina histórica. Y en ello siguen. No aportan nada. No se les paga para que gobiernen ni piensen ni trabajen, sólo para pasearse por el mundo haciendo amistades rentables y divertidas. Porque cuando deberían decir algo importante y dar la cara institucional y humana, ética y honesta por sus conciudadanos, que ellos llaman súbditos, nunca lo hacen. Se esconden, se van de caza con amantes negociantas o se exilian en su propio papel desencarnado de la realidad a base de tanta realeza. 

Creo que Pere Navarro nacido en 1959 era un chiquillo sin posguerra en la mochila, cuando su malestad se coronó de gloria y poder. Seguramente su memoria histórica ya pertenece al cambio posfranquista y no sé como le fue con la Historia, la Sociología  y la Filosofía en los estudios, aunque siendo biólogo creo que sus intereses son más de observación mecánica de los procesos que de reflexión sociológica e histórica, relacionando largas y cortas distancias experienciales. Un hombre de praxis científica minuciosa y laboratorio tiene más cerca el microscopio que el catalejo y el telescopio. Quizás por eso el cambio de un rey cascado por un rey a estrenar, se le asemeje más a un estudio histológico, a un transplante quirúrgico o una prótesis mecánica para que las funciones automáticas permitan la "normalidad " ortopédica de una democracia, de unos derechos y de un estado, en grave riesgo de colapso cívico e institucional, precisamente por tener un tapón constitucional anquilosado sin resolver; confiar en más de eso mismo que ha cooperado escandalosamente a lo que tenemos y sufrimos, es otra vuelta de tuerca al potro del tormento ciudadano. 

Esto da que pensar, una vez más, en la visión irreal de los políticos "profesionales" y vitalicios. Se han separado de las raíces ciudadanas  y viven en un wonderland digno de Barbie y Ken. Por eso nos demuestran cada día con más empeño y evidencia que no nos representan. Un catalán que pretende representar a Catalunya nunca puede ser monárquico, porque casi seguro que sólo se representaría a sí mismo y a cuatro interesados en el mismo wonderland. No es desde luego a la abdicación de su malestad a lo que aspiran la mayoría de los españoles, sino a una normalización definitiva de la democracia, donde no puede caber una monocracia o monarquía. Tal vez esa chapuza hizo su papel mientras no descubrimos el percal indecente de la real catadura y se soportaba como se mantienen las tumbas de nuestros abuelos y bisabuelos, con respeto: pagando los impuestos y llevándoles flores en Noviembre. Sin embargo la vida avanza y ahora el crematorio es más rápido, higiénico y más barato a la larga. Más ecológico, no hacen falta nichos ni losas ni panteones, las cenizas se echan en la tierra como abono o al mar o al aire. La materia regresa a los elementos que la componen. Es mucho más sano y limpio que cultivar momias. Lo mismo pasa con las instituciones cuya existencia no tiene más sentido que alimentar personajes representativos, inoperantes y desinteresados por todo menos por ellos mismos y la reproducción de sus genes. Que leen lo que les escriben y a los que se les paga, justamente, para que no piensen, ni intervengan en nada, para que pasen como mariposas por los saraos y eventos, para que cuando encuentran un mendigo que les extiende la mano pidiendo ayuda, les saluden encantados del fervor que despierta su glamour. Para que cuando la gente no tenga pan que llevarse a la boca, les digan que porqué no comen pasteles con lo ricos que están...

Don Pere Navarro tiene todo el derecho a ser monárquico, pero el resto de ciudadanos tenemos el derecho a querer un Estado libre de restos y residuos tóxicos. De fósiles ilustres. El príncipe, por muy majo que sea y preparado que esté no deja de ser lo que es ni de venir de donde viene, ni de vivir como vive y le han enseñado. Nació en una jaula de oro y en ella se ha criado y en ella sigue desempeñando su rol escénico, aunque le han permitido viajar, estudiar y casarse a su aire, lo ha hecho con la cadena atada y bien atada de su educación y su herencia, tanto, que a su mujer plebeya de origen, ha conseguido desfigurarla y reconvertirla en otra cosa que en nada recuerda al modelo original del que al parecer se enamoró, como un plebeyo más. O tal vez no. Y por eso se ha producido la metamorfósis kafkiana que ha convertido a Doña Leticia Ortiz en Doña Ficticia adoratriz de principados azules y flipantes o felipantes, no se ve muy bien la diferencia entre lo uno y lo otro.

Por otra parte está la saga Urdangarín y sus secuelas, de la que ya es superfluo decir y añadir nada más sin caer en el mal gusto del ensañamiento, porque habla por sí misma. Simplemente una reflexión: si esa monarquía ha incubado el sinónimo de lucro, lo ha amparado, propiciado y consensuado familiarmente, hasta con los nombres griegos de denominación de origen, con el rey como asesor padre-padrone y el príncipe veía, callaba y miraba a las musarañas aceptando el mogollón familiar sin renunciar a la sucesión de tal desvergüenza, ¿qué puede esperarse de su ética y de su responsabilidad moral al convertirse en repetidor dinástico de lo mismo que ha visto en casa como lo más natural? A ver, Don Pere, yendo a lo práctico: ¿para qué puñetas necesitan los españoles la figura dinástica de un heredero de tal performance, presidiendo el Estado comatoso y arruinado, sabiendo todos lo que hay, lo que se han llevado y la porquería que llevan siglos acumulando bajo las alfombras pala-ciegas, sordas y mudas? ¿Hasta cuándo tendremos que  que soportar esta pésima commedia dell'arte económicamente insostenible? ¿qué sentido tiene que además de soportar al pp y mantenerlo durante un cuatrienio, haya que hacer lo mismo con una familia que sólo sabe inaugurar bailes y recepciones, que, par amś inri, no podemos pagar, porque estamos entrampados hasta las cejas con la deuda de la banca amiguísima de los gobernantes?

Un presidente de República sale mucho más barato; porque no necesita ni cuarto militar, ni corte del faraón, ni heredero adosado, ni pagarle el cole de luxe a las nietas, los recortes y siliconas a las nueras, ni hay que casarle a las hijas con mequetrefes parásitos convertidos en duques, que sirven a la familia y de paso se forran con los dineros públicos. Nos sale todo carísimo. Incluídas las reales toñas y bajas laborales compensatorias que se pega su malestad cada dos por tres. Un Presidente de República si no nos gusta, con no votarle, ya se va. A este real sinapismo no hay forma de quitárselo de encima, aunque las haga de todos los colores y además con la perspectiva desesperante de que la saga se prolongue ad infinitum. Y de que haya que aceptar resignadamente cada especimen mix de  las leyes de Mendel. Usted es biológo y ya se puede imaginar lo que es la combinación de un rey verde con genes arrugados amarillos, o verdes lisos y amarillos arrugados. O sea, el gen recesivo de un abuelo borderline con sífilis o hemofilia combinado con el gen dominante de una bisabuela oligofrénica y ninfómana, o una Juana la Loca con un Carlos II el hechizado, tirando por lo suave. O una demencia progresiva a lo Felipe V con un trastorno bipolar  de un Fernando VI o una oligofrenia tipo Carlos IV o Fernando VII. El sindróme endogámico de las sangres azules. Terrorífico. Ya sabemos que como usted es catalán, con refugiarse en su independencia, si la cosa se pone peor, lo tendría de cine, pero, porfa, piense en el resto de España, en la que no es no catalana ni vasca. Menudo marrón ¿no? 

Don Pere, puede opinar libremente lo que más le guste; se supone que como biólogo sabe muy bien como funcionan los comportamientos de los genes y de las tendencias de las especies ¿o no? O es muy confiado e iluso, con lo cual no nos sirve como asesor sucesorio en lo que hay y se va soportando con la esperanza de que la cultura y el civismo pasen página cuanto antes, o es que ve tan normal el asunto penoso de la monarquía, que tampoco nos sirve como político ni gestor, ni representante socialista. Allá él con sus cosas. Pero deberíamos tener mucho cuidado en impedir que decida las nuestras. Por la cuenta que nos tiene.

Para que la República sea el futuro hay que ponerla en marcha en el presente; el mantra ya lo conocemos desde la "intransición" y un futuro nunca es posible sin que el presente lo inaugure primero. 
España mañana será oficialmente republicana, pero en esencia y en sustancia asamblearia ya lo es hoy. 
Laica, aconfesional y republicana, gracias a Dios! Un triunfo de la evolución, de la inteligencia y del escarmiento histórico rebobinado constantemente. Sólo hay que preguntar a la gente qué quiere y si está dispuesta a seguir manteniendo a la familia irreal. Ya verá, Don Pere, como se lleva usted una sorpresa de órdago. Salga de Pedralbes, de Sarriá, de la Moraleja, de Puerta de Hierro y ya verá lo que opinan los ciudadanos de carne, hueso y recorte. Ya es tiempo de aterrizar en la realidad y de ser socialistas de verdad y no de videojuego. No sé como no relacionan este tipo de actitud política con el fracaso en las urnas. Funden cualquier otra cosa,  llámense lo que sea, pero dejen de llamarse socialistas, porfa. Nos harán un enorme favor. Y a ustedes mismos también. Un poco de coherencia nunca viene mal.

Y eso es lo que cuenta, señor Navarro, miedos, partidos y prejuicios aparte. 


Tercera República Democrática Española YA!



No hay comentarios: