domingo, 1 de enero de 2017

Los sentimientos del rey y los números de Rajoy

Luis García Montero  

01/01/2017 (Infolibre)


Los discursos del rey y del presidente de Gobierno supusieron una utilización económica de los sentimientos y una mirada sentimental de la economía. Mientras el monarca se llenaba la boca con la palabra todos, Rajoy presentaba el crecimiento económico como un logro de España. Los sentimientos sirven con frecuencia familiar para evitar el conflicto. De política no se habla aquí, dicen las madres cuando los asuntos de la corrupción pública caen sobre las mesas y los mantecados. España sale de la crisis, dice el gobernante para que la ciudadanía sienta como un logro propio los beneficios del BBVA o de Telefónica.

El rey y el presidente han querido de común acuerdo despedir el año como se despide una época de incertidumbre, radicalización y falta de sentido común. Nos invitan con sus palabras a buscar alternativa: una realidad virtual de alegrías, quimeras y triunfos. Para eso han elaborado sus discursos con la intención prioritaria de negar el conflicto. En el mundo sentimental que proponen no existe el conflicto, sino la comunión. El dinero de un salario mínimo pertenece a España tanto como el sueldo millonario de un alto ejecutivo. La persona a la que le cortan la luz siente el Todo español tanto como el banquero o el futbolista que viajan en avión privado en busca de una cena navideña.

Al monarca le correspondió hablar como el padre de la gran familia española. Lo importante en Navidad es lo que nace, el mundo que empieza ahora, la convivencia y amor, es decir, algo parecido a la gran coalición entre PP, Ciudadanos y PSOE que celebró Rajoy. ¡Estamos asegurando la estabilidad! En vez de bloqueo, el orgullo español del Todos nosotros se plasma en el apoyo parlamentario que ha recibido el Gobierno en relación a sus objetivos presupuestarios, deuda pública y techo de gasto.

Las palabras del rey, por ser hijo de su padre, se permitieron elevar el olvido del conflicto hasta los años de la guerra civil. Llegó a pedir que nadie agite viejos rencores o abra heridas cerradas. En esa línea de renuncia a la verdad y la justicia, Rajoy desplazó la armonía sentimental hasta el presente, para que la actitud responsable y el entendimiento acaben por fin con meses de protestas, desacuerdos y rupturas.
La crispación de los necesitados se arregla con la serenidad de los que ocupan el trono, con un consenso sentimental no basado en la igualdad, sino en la servidumbre voluntaria
Se trataba de anunciar el nacimiento de una nueva época en la que van a seguir gobernando los mismos. Salimos de la crisis provocada por las élites económicas y políticas gracias al sentido común de esas mismas élites. La crispación de los necesitados se arregla con la serenidad de los que ocupan el trono, con un consenso sentimental no basado en la igualdad, sino en la servidumbre voluntaria. Rajoy lo dijo: ha sido admirable el esfuerzo que ha hecho la sociedad española en su conjunto. La reina y yo, el presidente, los banqueros, los ejecutivos de ÍBEX-35, los jueces, los fiscales, los políticos, los albañiles, los funcionarios, los autónomos, los parados, los poetas, las putas y los putos, todos hemos hecho un gran esfuerzo de familia española. No escribo eso de todos y todas porque la igualdad de género, la violencia machista y la feminización de la pobreza han recibido poca atención en los discursos navideños. Para romanticismos ya están el rey y el presidente.

A la hora de crear una realidad virtual de amor y éxitos resulta imprescindible silenciar asuntos como la violencia de género, la corrupción, la pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas, el futuro de las pensiones, la judicialización de la política en Cataluña, el carácter precario de los puestos de trabajo que se crean, el deterioro galopante de la sanidad y la educación públicas, la violación de los derechos humanos, la telebasura, la manipulación informativa de los grandes medios y el espectáculo de traiciones, mentiras y asesinatos políticos al que hemos asistido. En fin, todo lo que ha caracterizado nuestra realidad en 2016. Primero se ocultan los conflictos; luego se nos niega el derecho a ser conflictivos ante la injusticia. Vamos hacia una Navidad perpetua.

El rey aludió con voz firme a la tecnología. Los discursos navideños han aprendido de ella a crear realidades virtuales capaces de negar la realidad histórica, el mundo de carne y hueso.

¿Y qué puede hacer un poeta? Cuando los reyes se ponen líricos, me parece oportuno que los poetas se nieguen a compartir sus coronas. Nada hay más poético que la realidad de la gente que sufre bajo el manto navideño de los poderosos. Os deseo un 2017 lleno de conflictos, sin serenidad, sin consensos amañados, sin mentiras, sin patrias, sin dioses, sin reyes, sin tribunos.


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Dándole un repaso a Gramsci coincido con su visión del estereotipo del año nuevo y de la navidad:un invento del capitalismo para festejar tópicos ancestrales que nada tienen que ver en realidad con nuestra vida, pero que hacen que nuestra vida esté, precisamente, condicionada y dependa de todo ello. Atada y bien atada al duro banco de una galera dantesca, que no turquesca...Una especie de merengue que nos pringa a todos y a todas, queramos o no. Como el progreso(¡?) a base de contaminación forzosa. A elegir por narices, entre mierda cómoda y rentable, injusta, tóxica, precaria y letal para el ser humano y la naturaleza e incomodidad pobretona y austera voluntaria, escaseces y renuncias para sobrevivir y superar la debacle suicida, demasiada independencia consciente respecto a los poderes de siempre camuflados de modernez y actualidad e incluso de rebeldía si hace falta para lavarle la cara y maquillar lo mejor posible la cara de cemento del disparate. 

Veo este asunto en malas tesituras y peor futuro. Canta Silvio Rodríguez desde su lucidez y su coherencia práctica, que el problema señor, no es la lucha ni la rabia que nunca faltan, ni la organización, ni el conflicto que nos crea el poder más que la necesidad, ni el odio estructurado y convertido en tesis doctoral, ni el hacha para cortar las cabezas del monstruo que se reproducen en el mismo acto de las decapitaciones y se instalan en el hueco que no ocupa la conciencia, tampoco es la logística de los credos, que nunca declinan, y a veces, hasta sobran, que el problema, señor, es el alma, que el problema es la resurrección, que el problema, señor, sigue siendo sembrar el amor. Un amor que no es romántico ni blandito ni complaciente, que no tiene glamour ni sale en la prensa rosa de la intelectualidad competente y farandulera. El amor que corta como un diamante y sin concesiones ni complacencias, pero sin destruir ni humillar, que trabaja en la normalidad cotidiana, en la serenidad de la lucidez que nada tiene que ver con la resignación y el besamanos de la revolución teórica que nunca cambia nada en serio, un amor que es como las mareas y los barrios: natural y sin estrambote de soneto obsoleto. Y sin ese amor no hay nada que hacer, todo se pudre en la abundancia del egoísmo acaparador de voluntades y recursos, de vanidades y de tontunas tan listísimas como torpes y cegatas. 

En realidad, el poeta es amor o no es poeta. Porque su materia sólo es posible desde el sentimiento, que no es sólo emoción y conmoción ni habilidad palabrera, sino la fusión en vez de la fisión. El poeta es acto, realidad que transforma empezando en sí mismo para ser nosotros, para ser la tierra, para ser el aire, los derechos y la dignidad del fuego, la liquidez transparente del agua del espíritu que trabaja y procesa la realidad, el tiempo, el espacio y la justicia. Y respira compartiendo y escribe con la vida como tinta indeleble. A Marcos Ana, por ejemplo, en vida no se le hizo ni caso ni apenas se habló de él, era como un adorno en la pared en el que nadie repara. Tuvo que morirse para que le colocaran en los altares. ¿Por qué? Porque él había descubierto que la esencia vital es el amor y no el odio, teniendo motivos infinitos para odiar. En el fondo era un mal ejemplo para la supervivencia del ceño fruncido y las malas leches condensadas por la inercia y la teoría de la exhibición sin práctica, que predica como Lenin y se comporta como Obama, González o Trump.

Debería preocuparnos muy seriamente qué nos pasa para que los berridos y los malestares del odio eclipsen tantas mentes y voluntades y no den al amor su espacio necesario para salir del infierno social, que al parecer se alimenta de la negatividad y del instinto mucho más que de la inteligencia emocional, que es la llave maestra de ese cambio que todos desean y frustran en el mismo movimiento "salvador". Como la mosca que se empeña en salir estrellándose contra el cristal de la media ventana cerrada, sin ver la otra media que está abierta.

El problema, señor, es el alma que sostiene la conciencia, el problema es la resurrección de cada día, levantarse y alzarse de una muerte sutil y atroz sin odio ni venganzas ni cuentos almacenados en los rencores y frustraciones, en culpar siempre a los otros y escaquearse una misma de la revisión y la honestidad, camuflarse de lagarterana en las fiestas anestésicas, en las pantallas ilusorias, que se amparan en las ideas manipuladas y que no dejan ver y descubrir al ser humano que palpita y se ahoga en el mismo pozo negro. Unos se ahogan por falta de oxígeno, anoxia, y otros, petan por hipoxia, por exceso de oxígeno. El problema no es el oxígeno, sino la carencia de alma-conciencia que lo regule. Y el alma solo es posible desde el amor. Y viceversa.

Como Gramsci, no creo que haya ninguna diferencia entre ayer 2016 y hoy 2017, ni creo que haya un poder por encima del ser humano que divida el tiempo en tandas de doce meses, semanas y días, que todo es cosa nuestra y de lo que hagamos con el presente, hoy, aquí y ahora. Lo demás ya no es o todavía no ha llegado. No podemos vivir alienados constantemente por lo que acabó y mareando la perdiz de lo que aún no es. Si queremos que el pasado no sea una tara y nos encadene, cambiemos el presente, si queremos que haya un futuro, cambiemos el presente y no repitamos el pasado, tanto si fue genial como si fue desastroso, no es repetible, somos distintos de lo de ayer, de nuestros padres y de sus tics y lo de mañana depende de que entendamos esa diferencia. Encadenados no es posible avanzar, aunque las cadenas sean una maravilla. Cadenas son y la sarna con gusto puede que no pique pero sigue siendo sarna. Mientras vivamos pendientes de las estupideces de los discursos de los reyes, de las cretinadas de Rajoy, sometidos a las celebraciones de la caspa y de los rifirrafes del marujeo inoperante, sin crear, sin poner en marcha iniciativas independientes y de apoyo mutuo, seguiremos atados y bien atados, como los burros en la noria, con el alma secuestrada y la conciencia en off. Con una democracia que es la tapadera del franquismo analfabeto estructural. Tan frustrados y resignados como cabreados. Lamentando aquello que aceptamos como lo más natural e inevitable. El cambio que no nos cambia por dentro, uno por una, no es cambio real ni social, sino un trampantojo ilusorio para que no cambie nada. Más de lo mismo.


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