Isaac Rosa
El año pasado aumentó el número de muertos en
accidentes de tráfico, y el gobierno ha decidido tomar medidas: desde
ahora solo se contabilizarán como víctimas los que mueran en el acto,
aquellos cuyo cadáver saquen los bomberos del amasijo de hierros. En
cambio, los que lleguen con vida al hospital y palmen en las horas
siguientes se apuntarán en otra casilla, pues no se les puede considerar
con precisión muertos en accidente, solo heridos a los que posteriores
complicaciones hospitalarias han provocado el triste final. Se prevé que
el número de víctimas mortales descienda entre un 25% y un 30% solo
este año.
Si la medida funciona, el gobierno dedicará
después sus esfuerzos a reducir los asesinatos de mujeres: se
considerarán víctimas de violencia machista únicamente a aquellas que
hayan estado legalmente casadas con sus asesinos. El resto de mujeres
acuchilladas, estranguladas, tiroteadas o arrojadas al vacío por sus
parejas o ex parejas sin haber relación matrimonial se inscribirán como
casos de delincuencia común, lo que seguramente permitirá una
disminución histórica en los próximos meses.
Sobre la mesa del Consejo de Ministros se acumulan las
propuestas para aplicar similares planes de choque a otros problemas que
generan alarma social: los desahucios (si la familia no se queda tirada
en la calle, no se la podrá llamar desahuciada); la pobreza energética
(las velas contarán como iluminación); las listas de espera hospitalaria
(solo te incluirán cuando te vea el anestesista. Ah, no, que eso ya se
hace…), los incendios forestales, el fracaso escolar, la emigración de
jóvenes o la corrupción.
Tras tantos éxitos
políticos, una vez reducidos a cifras históricas los muertos en
accidente, mujeres asesinadas, desahucios, pobres o corruptos, el
gobierno se atreverá a cruzar la última frontera, el gran problema de
nuestro país, la primera preocupación de los españoles según el CIS, el
dato que nos deja siempre a la cola de Europa, el drama de millones de
familias: el paro.
Según fuentes del Ministerio de
Trabajo, se plantean contar como trabajo (y descontar como paro) todo
tipo de situaciones que tengan algún parecido, por remoto que sea, con
una relación laboral: contratos por horas, tiempo parcial y hasta
parcialísimo, prácticas no remuneradas, cursos, salarios por debajo del
mínimo, comerciales a comisión, becarios eternos, emperdedores
y cualquier persona que en el mes anterior haya dedicado un rato a
trabajar, por poco que haya sido y poco que haya cobrado. Es decir:
contar como trabajador al parado que trabaje algo.
Para que esta ambiciosa política de empleo tenga éxito, se requerirá la
colaboración de toda la sociedad: trabajadores que acepten formas
extremas de precariedad (incluso ser pobres con salario), medios de
comunicación que celebren los nuevos datos o como mucho los maticen
(“datos históricos ensombrecidos por la temporalidad”), sindicatos que
critiquen pero acepten el juego de seguir comparando con los datos del
año anterior, y por supuesto empresarios que estén dispuestos al
sacrificio de sustituir empleo estable por subempleo precario, contratar
trabajadores parciales para luego cargarlos de horas extras (la mitad
de ellas sin pagar), firmar cuarenta contratos anuales para un solo
puesto, y recurrir a subcontratas, externalizaciones y lo que haga falta
para batir récords mes tras mes.
Venga, que acabar con el paro está a nuestro alcance.
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