domingo, 8 de enero de 2017


La dignidad de Javier Cercas

Lidia Falcón (Público)



Despidiendo el año, el 31 de diciembre, Javier Cercas, nos obsequia con un artículo publicado en el semanal de El País titulado La dignidad del PCE. En él, para defender la línea de Iñigo Errejón, en la polémica que están manteniendo los dirigentes de Podemos, lanza una rabiosa diatriba contra Alberto Garzón a cuenta de la crítica que este se atrevió a exponer contra el eurocomunismo de Carrillo y la Transición.
Cercas, bien conocido gracias a dedicar su literatura a embellecer la Guerra Civil y la Monarquía, se lanza en este artículo a defender arriscadamente a Carrillo, a la Transición y al eurocomunismo (aquel invento de Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano, cuyo fracaso y el del PCI ya vemos), a cuenta de estigmatizar a Garzón.
Los elogios que Cercas dedica a Carrillo, la defensa del PCE y la sorprendente fe eurocomunista que muestra, de quien antes no supimos que se decantara por ninguna tendencia de izquierdas, corresponden a quien ha merecido elogios, apoyos, premios y fama gracias a distorsionar en sus obras la verdadera historia de nuestro desgraciado país. Imposible hacer aquí una crítica de sus novelas Soldados de Salamina y Anatomía de un Instante con las que se compró la fama. Baste decir, para quien no lo conozca,que corresponden a la hagiografía de la reconciliación entre los“bandos” que lucharon en la Guerra Civil y a defender la inocencia del rey Juan Carlos I en la conspiración del Golpe del 23 F. Postura bien premiada por las fuerzas burguesas que construyeron el régimen del 78.
Pero resulta ciertamente chocante que este escritor, nada conocido por su ardor militante, ante las valientes declaraciones de Alberto Garzón que, como él mismo cita: “desdeña el papel desempeñado durante la Transición por PCE” y denuncia –lo que ya era hora- que el PCE ejerció de “izquierda domesticada” por los poderes políticos”, se lance a defender a Santiago Carrillo, a la Transición y a la postura del PCE. Este partido, que en aquella época abandonó sus anteamientos comunistas –para los que había sido creado- y sumisamente se dedicó a apoyar a los gerifaltes posfascistas en su propósito de organizar el régimen de que disfrutamos: es decir el poder omnímodo del capital, administrado alternativamente por el PSOE y por el PP.
Para lo cual tuvo que aceptar que nuevamente se instalara la casa de Borbón en la cúspide del poder y que Juan Carlos, criado, educado y entronizado por Franco, ocupara el trono 39 años, con todas sus prerrogativas, beneficios, comisiones, negocios, socios (recuérdese Mario Conde, Javier de la Rosa, Colón y Carvajal) y familiares (Cristina de Borbón, Margarita de Borbón, Iñaki Urdangarín, etc.) Tan escandalosa ha sido la conducta de ese admirado monarca que es la primera vez en la historia de España que un rey ha tenido que pedir perdón públicamente en la televisión por su golfería. La monarquía sigue siendo la garante de que el régimen del 78 se perpetúe.
También se aceptó que el ejército franquista mantuviera a los oficiales que habían participado en la represión franquista, con los mismos privilegios. Y así, el hoy heredero de aquel mantiene una organización tiránica, donde se alimentan las corrupciones y no cabe ni la democracia ni la disidencia, y donde los mandos actúan igual que bajo la dictadura, como denuncia en este mismo periódico el teniente Gonzalo Segura.
La política del PCE en la Transición aceptó que a la Iglesia Católica, cómplice y beneficiada del genocidio que supuso la Guerra Civil y la Dictadura, se la mantenga con los privilegios que se le reconocieron en los acuerdos pactados al margen de la Constitución. Así, se la subvenciona con decenas de millones de euros cada año, se le pagan todos los profesores de religión, los gastos de mantenimiento de un patrimonio inmobiliario incalculable y se le permiten latrocinios permanentes con la inmatriculación de los terrenos y edificios que le gustan, amén de ser la difusora de una ideología inquisitorial que transmiten sus obispos diariamente contra los derechos y la dignidad de las mujeres, de los homosexuales, de los transexuales y de los hombres progresistas.
La mayor rendición supuso la firma de los Pactos de la Moncloa que arrasaron con los derechos de los trabajadores y hundieron a los sindicatos. En esa misma Transición se organizó que seamos súbditos de las compañías trasnacionales que montaron la Unión Europea que nos ha convertido en un país turístico al servicio de los veraneantes alemanes, y ha arruinado los avances en igualdad social que el Movimiento obrero habían conquistado en cien años de luchas. Ahora más: los tratados transnacionales que firmará la UE con Estados Unidos y Canadá, apoyados por el tándem PSOE y PP, nos reducirán al papel de siervos de los intereses de las corporaciones.
Pero aquellos pactos, para el señor Cercas, suponían “la construcción de un sistema político donde todos cupiésemos”. Y yo supongo que el que cabe cómodamente en este sistema es él, porque las mujeres que arrastramos las más grandes desigualdades, humillaciones y violencias; los trabajadores que están siendo explotados sin freno; los jóvenes sin empleo ni porvenir; los parados, los jubilados, las amas de casa, que viven en la pobreza, cuando no en la miseria, estamos bastante incómodos sometidos al régimen económico y político que Carrillo y Fraga nos organizaron.
Recuerda Cercas que tales pactos fueron aceptados por el PCE de la época, que “desde los años 50 estaba apostando por la reconciliación nacional, para no ajustar cuentas con el pasado y por lo que luego se llamaría “la ruptura pactada””. Y así fue, ciertamente. Y de tal modo, por no ajustar cuentas con el pasado, en España todavía existen 150.000 desaparecidos, enterrados sus restos en las fosas comunes donde los hundieron los criminales fascistas, sin que ni sus descendientes ni nuestra sociedad que los reclama, logre que este Estado pseudofascista que nos oprime acceda a organizar su búsqueda y excavación, a darles sepultura digna ni a anular los infames juicios con que a otras muchas miles de víctimas las ejecutaron y las calumniaron.
Añade el señor Cercas, convertido de pronto en hagiógrafo del Partido Comunista de España: “Si se recuerda que quienes proponían tal cosa eran gentes que habían llevado el peso brutal de la lucha antifranquista y que habían padecido exilio, persecución y a veces cárcel y tortura, se entenderá por qué esa era una apuesta heroica”. Ciertamente el razonamiento lógico no es patrimonio del señor Cercas. La apuesta heroica hubiese sido negarse a apoyar semejante rendición, rechazar la monarquía, el Ejército franquista, los acuerdos con la Iglesia, los Pactos de la Moncloa, aunque fuese a costa de que no se legalizara el PCE, y proseguir la batalla por lograr implantar el socialismo en España, para lo que, como dice Cercas, había luchado durante más de cincuenta años. Aceptar lo que impuso Abril Martorell y Martín Villa y los secuaces fascistas transvertidos de demócratas que gobernaron la Transición, fue precisamente todo lo contrario de
heroico. Fue cobarde y entreguista.
Sigue Cercas despreciando a Garzón porque acusa a los del PCE de ser “una izquierda domesticada… lo que significa despreciar lo mejor de la historia del comunismo español”. Y sus preferencias quedan claras cuando considera que lo mejor del comunismo español fue la aceptación de las imposiciones de todos los poderes fascistas y capitalistas, y no la brava lucha contra todos ellos durante la Guerra Civil y los 40 años de dictadura.
Comienza y termina el artículo diciendo que no le extraña que Garzón tenga problemas en IU, “porque quien no sabe de dónde viene difícilmente sabe adónde va”.
Es evidente que Cercas sabe bien a donde va: a ganarse cada día la aceptación de las clases poderosas de nuestro país con sus escritos aduladores de la política del régimen del 78. Lo que no es de extrañar, dado que bien sabe de donde viene: de una familia falangista.
En vez de defender con tanto empeño la dignidad del PCE podía dedicarse a defender la suya, que falta le hace.

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                     La dignidad del PCE 

Quienes vivimos y padecimos la dichosa transición, recordamos sin problema  de memoria lo que significó en aquellos momentos la dignidad del PCE. La única izquierda presentable de que disponíamos. Otra cosa, fue Carrillo. Más que comunista, político ad hoc para el momento. Como un destornillador. Una herramienta para acoplar situaciones e intereses.  Para la mayoría de españoles interesadas en algo más que sobrevivir al franquismo, el PCE era mucho más la dignidad coherente de Marcelino Camacho, de los trabajadores y trabajadoras, de los abogados laboralistas decentes, y no los trepas con ambiciones de mando y poderío.

Tampoco creo que lo de Carrillo no sirviera de algo en el primer momento para abrir la puerta a la legalización del PCE y a facilitar la entrada del partido en las instituciones en un momento histórico tan histérico, tan cerrado, asustado y crítico, donde hasta quienes habían vivido la guerra y una posguerra franquista de cuarenta años solo habían sido castigados sin piedad por disentir lo más mínimo, sobre todo si procedían de la izquierda. 
Los eurocomunistas fueron el resultado y la consecuencia lógica del horror stalinista. Para quienes no conocimos en directo esa época negra de un marxismo que con Karl Marx nunca habría sido posible, intentar un comunismo humanizado era una obligación no sólo política, sino también , moral. Togliatti, Berlinguer, Tito en Yugoeslavia o Carrillo en el exilio, primero y en España después, fueron abriendo caminos y explorando posibilidades para poder convivir en la pluralidad sin caer en las tentaciones de otra dictadura, aunque fuese, teóricamente, del pueblo. España, en concreto, estaba saturada de barreras, de líneas azules, sobre todo, -hasta se llegó a prohibir la palabra "rojo" que se sustituía por "colorado"- y pasos al frente, hacia el paredón donde cada día se fusilaba la dignidad y la inteligencia  de los ciudadanos, que no eran ciudadanía sino gleba y carne de cañón. 
En aquellos momentos la actitud conciliadora de Carrillo no fue en vano. Lo malo es que fue lo único.Que el comunismo a medio cuajar se quedó en esa tierra de nadie entre el miramiento y andar de puntillas para no molestar demasiado, y que España no fuese mañana republicana, sino, mejor, luego, otro día...Mientras tanto, pues eso, Mundo Obrero que se legaliza y se puede vender por la calle, CCOO que ya es legal, Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, los símbolos de la resistencia decente que pasaron en la cárcel veinte años, como le sucedió a Mandela, en el Congreso...delegados y enlaces sindicales en las empresas, manifestaciones de protesta que se permiten cuando las empresas exprimen más de lo habitual...hasta los cristianos de base son comunistas en Entrevías, en El Pozo, en la Mina, en Portugalete o en Asturies. La clase trabajadora se despierta despacio y a trompicones, porque los más lúcidos y más conscientes nunca han abandonado el compromiso y la lucha en el silencio y en la amnesia social, de una tierra cansada y agotada de recibir tantas palizas desde siempre.

Poco a poco el PCE se iba convirtiendo en un bandera de decencia tras  la que Carrillo se quedó reducido a un recuerdo sombrío y demasiado acomodado. Llegó Gerardo Iglesias y sacudió el felpudo, dando un ejemplo impresionante de coherencia decente en la denuncia, en la convivencia plural y en la decencia de no aferrarse al poder, sino al cumplimiento del servicio, hubo gente como Sartorius, un noble de alta alcurnia y grande de España que se sacudió la mugre de la herencia recibida y pagó con la cárcel su atrevimiento, como Isabel Medinasidonia, que igualmente amando la justicia y a su pueblo más que a sus privilegios familiares también acabó entre rejas...Luego llegó Anguita, sin ir más lejos, peña ejemplar como Antonio Romero, Sánchez Gordillo o Diego Cañamero, la figura poética y hermosa de Marcos Ana, el maestro alquimista en verso, capaz de obtener el oro del amor a base del plomo del suplicio y el castigo. Por no hablar de tantas compañeras y compañeros decentes y anónimos que son la fuerza imprescindible y preciosa.

Muchas veces, a  lo largo de los meses, lo he comentado con los compas de IU de Valencia, cuando en momentos de trastorno, se temía lo peor. No, nunca puede borrarse  tanta bondad gratuita y tanta nobleza de verdad, aristocracia en sentido real, no figurado: el poder de los mejores. Y es que ese "poder" es inderrotable, porque no es poder al uso del magoneo, sino servicio generoso al bien común, de las almas más grandes y por eso más directas y humildes en su enormidad; el PCE es patrimonio de la humanidad verdadera, participativa, compasiva, consciente, solidaria, inteligente, adelantada a los tiempos y buena. Y por eso incomprendida por el mogollón de peña que está manipulada y aún no se ha tropezado con la conciencia despierta, como siempre pasa con los genios, los sabios y los maestros de vida. 

Muchas veces lo pienso en voz alta y lo digo sin complejos: yo, que soy comunista jesusista y libertaria por obra y gracia del amor, confieso que en ninguna iglesia ni liturgia ni rito, me he encontrado tan con dios y el reino de los cielos fraternos, como ayudando a parar desahucios, acompañando recortados y pisoteadas o en una asamblea donde se decide cómo hacer el programa, cómo resolver problemas, qué elegir entre todos, o pasando la jornada de domingo en una mesa electoral en la sede de Borrull, en unas primarias abiertas y complicadísimas por lo boicoteadas, en las que, por cierto, se eligió a Garzón y a Sol Sánchez como portavoces de un grupo parlamentario que supo abrir barreras, limpiar la casa y poner en marcha de nuevo el motor cansado de un aparato que ya no se siente aparato, sino un pueblo enorme sin catalogar, un corazón infinito fortalecido con el dolor y las pruebas durísimas que ya se reconoce como ciudadanía, sin que por ello deje de ser común y base de todo, como el bien por el que trabaja y la misma carne trabajadora que lo sustenta y le da la fuerza.

Ante realidades así, los comentarios  con tan poca sustancia y llenos de lugares amañados, es que se nos quedan en nada. Lástima que la peña pierda el tiempo en leerlos en vez de aprovecharlo en el don de compartir, en disfrutar de la vida y las causas justas en común y el cariño por los hermanos de especie, a pie de obra, a pie de calle, a pie de urna decente. En esa ciudad infinita y plural, como la intuye Italo Calvino en su metáfora de  Le città invisibili. Entonces es cuando la lucidez del amor fraterno nos explica todo de igual a igual y podemos entenderlo además de con la mente, la memoria y los sentimientos, con el ser.
Esos comentarios de laboratorio, de quienes poco o nada de valor han tocado en la realidad y solo son participantes de escritorio y especulación bien remunerada, no son dignos de tener en cuenta, como no lo son los horóscopos de las revistas de peluquería. Poco importa lo que digan esos cercas si en realidad están tan lejos...




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