George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
martes, 3 de enero de 2017
Desde hoy
No te vayas por las ramas.
No te escapes así
cuando todo te invita
a dar la media vuelta
y a hacer como que nada
de lo que pasa ahora
va contigo
echándole la culpa
a lo que hay y a lo que falta.
Al mercadillo
de siglas rimbombantes
que te aturden,
buscando un nuevo brujo
de la tribu escaldada
que le ponga discurso
e ilusión, ¡cómo no!,
a las ideas.
Pero la idea eres tú
y no lo sabes.
Y nunca lo sabrás
si sigues escapando
en modo tan pueril,
tan poco adulto,
de ti y tu circunstancia
y corres a encerrarte
en el bunker del miedo
a ser humano,
humano de verdad
y no de ensoñaciones
superpuestas, paridas
en cualquier aquelarre
de pirañas ad hoc.
Esa triste bocina
que te parece un dios
en sus alturas
y en la liturgia light
de las pantallas,
es sólo un pobre cojo
subido en unos zancos
para que no se note su cojera
y gritar desde arriba
y así tener audiencia.
No te escondas de nuevo
en milongas ajenas
ni escarbes en la historia
y sus histerias
para encontrar la fórmula
de hoy en derrotas de ayer
teñidas de victoria.
¿Te has parado a pensar
si aquel pasado áureo
tan digno de admirar
hubiera sido así como lo cuentan,
estaríamos hurgando en esta escoria?
Por desgracia y por suerte
todo está por hacer en cada tiempo.
Cada revolución llena un momento
pero no cambia el mundo para siempre,
se acaba cuando agota sus porqués
y a veces, -demasiadas-,
se extingue sin cumplir sus objetivos
ni solventar los retos pertinentes
y hasta dejando el mundo
aún más jodido.
Más útil nos será ver sus fracasos
para no repetirlos
que admirar sus victorias obsoletas
ya imposibles
y que seguramente nunca fueron
tan grandes y completas
como las han pintado.
Hubo más amarguras que alegrías,
más pueblo machacado que triunfante,
más sangre derramada que fortuna
más tiranos que sabios gobernantes,
eso por descontado.
La prueba irrefutable es este hoy
milagro de la ciencia de vanguardia:
un Planeta agotado por milenios
de guerras y masacres
al que ya no le queda tierra sana
sobre la que pisar
ni agua clara de limpios manantiales
sin botella de plástico adosada
ni aire que respirar
entre el alma y el cuerpo
que no esté emponzoñado,
ni apenas esperanza.
No queda ni la Caja de Pandora
aunque tal vez no esté todo perdido:
aún tenemos un Trump sin estrenar
y un Putin asociado en perspectiva
para ser timoneles mano a mano
de un mundo enloquecido a la deriva.
Este presente horrendo y condenado
no habría sido posible
sin la siembra constante y persistente
de tan justo y magnífico pasado.
No queda escapatoria, compañeras
y hermanos de odisea,
mas resta todavía
la loca calentura
de seguir al Flautista de Hamelín
que mejor sople
en la flauta letal de la impostura.
Nada nos queda pues
de lo caduco
salvo sus aberrantes
consecuencias,
y puede que desgracia
sea fortuna si con esto
nos nace la conciencia
y se nos borra el gen
de la tontuna.
De nosotros depende
el elegir,
no solo los gobiernos
que no sirven de nada
ya lo tenemos claro,
salvo para arruinarnos
con más saña
explotarnos de nuevo(¿?),
como esclavos,
sino una nueva forma de vivir
con una inteligencia solidaria
nacida de los pueblos
y sus almas
que haga del bien común
la nueva matria,
(la patria caducó
como el yogur más pocho
y degradado)
en la que caben todos
los hijos de una raza
que es la humana.
Todo está por hacer
y si no escapas,
-si no nos escapamos-,
al pírrico refugio
del miedo y sus distancias,
al imperio fatal
de la repetición
y los candados,
al bunker de los odios
y sus trampas;
entre todas y todos
los viejos y las nuevas
resistentes,
haremos otra historia
más hermosa,más justa,
más feliz y más coherente,
que parta de los retos
que vivimos
en un tiempo
que ya es sólo presente
con vistas a un futuro
de caminos, de propuestas
y asuntos en común, plural,
y diferente.Y sin embargo
unidos en la vida
y sus derechos,
en lo más trascendente y natural
que es esa libertad igualitaria
de hermanos convergentes
en lo fundamental.
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