En 2017 se cumplirá el centenario de la Revolución
de Octubre y, sin duda, se revisitará la figura de Lenin, uno de los
grandes revolucionarios de todos los tiempos. También en 2017 se
abordará la que puede ser la última batalla por un Podemos democrático
que realmente pretenda transformar la política. Hace dos años, la
propuesta organizativa Profundización Democrática
surgió como un intento honesto y humilde de aportar y sumar en un
proyecto inclusivo y ambicioso no solo en lo político sino, sobretodo,
en lo participativo. Guiados por el espíritu del 15M, nos atrevimos a
soñar un Podemos innovador, alejado de cualquier partido al uso y con
capacidad para cambiar de forma profunda la forma de hacer política en
base a los principios democráticos.
En aquel
entonces, en ocasión del congreso fundacional de Podemos (el llamado
Vistalegre 1) y frente a la propuesta vertical propia del centralismo
democrático leninista del CQP (Claro Que Podemos) de Pablo Iglesias e
Íñigo Errejón, ya escribí en este artículo
que "no parece que el repliegue de la promotora de Podemos en una
reedición algo mejorada de la forma partido propia del régimen del 78
sea por miedo a la democracia, sino por miedo a la pérdida de control
desde una óptica leninista. No hay motivo para temer al leninismo
(entendido como forma de organización vertical y centralizada en pos de
la eficacia revolucionaria). De hecho, es parcialmente necesario. La
problemática es de un orden mucho más pragmático que todo eso: ¿va a
funcionar no encarnar organizativamente el espíritu 15M del cual se
reivindica filiación, cuando adyacentemente el grueso del discurso
Podemos emerge del nuevo relato que el 15M instaura? ¿O se va a tener
que bregar contra el aroma de ser un PSOE 2.0 en lugar de avalar la
opción rupturista con la carta de presentación, más potente incluso que
cualquier programa, de encarnar en uno mismo el horizonte constituyente
que parece definirle?".
Mi apuesta como co-autor de Profundización Democrática,
tal como escribía entonces y sigo sosteniendo ahora, es colaborar,
desde lo organizativo, en desplegar "un leninismo inteligente [que] hoy
en día pasaría por encarnar el discurso democratista en lugar de tan
solo jugar a revestirse de su apariencia", y sin perder eficacia
operativa ni capacidad de sumar pluralidad y diversidad. Por eso fui
co-autor de Profundización Democrática y por eso
estamos ahora actualizando no solo la propuesta original sino también el
espíritu de colaboración en red para lograr, en un proceso abierto y
participativo de escasas semanas, culminar la propuesta de organización
de Podemos más potente y democrática. Aquí está, en abierto desde el 6
de enero, el primer pre-borrador para que todo el mundo pueda hacer online sus enmiendas y aportes.
Es curioso que apenas un mes antes de escribir aquello, el autor de este otro artículo,
cuya existencia desconocía hasta hoy, afirmase que "Iglesias y los
suyos son leninistas, pero leninistas 3.0., leninistas enchufados a la
red. Son gente de izquierdas, haciendo populismo de izquierdas y
aplicando las técnicas tradiciones del centralismo democrático para
construir un gran partido de izquierdas, férreamente controlado, con
vocación de hacer políticas de izquierda clásica. Es una fórmula que no
se veía en el patio público español desde que los maos se retiraron de
la escena para ganarse la vida como curas, diseñadores o cocineros. Con
el agotamiento del PSOE y la inanidad de Izquierda Unida, probablemente
este país necesitaba algo parecido a lo que está haciendo Iglesias, a
ver si así la izquierda española se sacude el polvo de tantos años de
moqueta y espabila". Y termina afirmando que "bravo, pues, por Iglesias.
El tío lo está haciendo muy bien. Pero que no nos cuente milongas…".
Simpatizo con el talante claro y directo del autor de este artículo,
pero difiero profundamente en al menos dos cosas: 1) el diagnóstico de
que el objetivo de Podemos sea simplemente reeditar políticamente el
viejo gesto de la izquierda tradicional, y 2) esa visión dicotómica
según la cual no se podría desarrollar hoy en día una solución eficaz en
términos revolucionarios que integrase el talante democratista sin
desvincularlo de la realidad de las sociedades ultra-complejas.
En Profundización Democrática
afirmamos que es posible tener eficacia operativa, ejecutiva y
mediática junto a un inteligente diseño organizativo que permita
capilarizar toda la pluralidad y diversidad de una militancia
sociológicamente transversal en una estructura de enorme potencia
democrática donde se combine con sensatez la multitud con la acción
política certera, operativa y eficaz.
Por ello fuimos la opción más ampliamente votada en Plaza Podemos y por ello entendemos que Profundización Democrática
es la propuesta con capacidad de garantizar un espacio de construcción
real para la refundación de PODEMOS según una lógica democratista,
plural y fraternal entre todos los sectores, partes o facciones (nadie
sobra, todos somos imprescindibles). Creemos que nuestra propuesta
original, debidamente actualizada y mejorada en red con todo el mundo,
es ahora más oportuna que nunca. Queremos que PODEMOS sea una
organización mejor, que promocione la participación política de la gente
común y que incentive su compromiso siendo capaz de implicar a la gran
mayoría en la vida pública.
Si Lenin viviera hoy en
día, utilizaría más que probablemente su inteligencia revolucionaria
para generar algo nuevo en lugar de intentar reproducir viejos modelos y
viejas soluciones. Probablemente comprendería a la perfección (y
aplicaría) la célebre máxima de Simón Rodríguez "o inventamos o
erramos". Desde luego que apoyarse en estructuras partidistas
tradicionales forma parte del juego político de lo viejo y obsoleto. Y,
por ello, si queremos avanzar, deberemos hacerlo en todos los frentes a
la par, no solo en lo programático, en la comunicación, en lo ético, en
la estrategia o en la táctica, sino también en lo organizativo.
Así, en Profundización Democrática
proponemos la posibilidad de una portavocía coral (en función de un
porcentaje mínimo de apoyos y con un portavoz principal que ejerza de
cabeza del Equipo Ejecutivo), unos mecanismos potentes de democracia
directa para un control directo y real desde las bases, una separación
orgánica entre la Ejecutiva y el Consejo Ciudadano, un Equipo Ejecutivo
con autonomía operativa y conformado de forma cohesionada en base a
equipos de confianza, una proporcionalidad y pluralidad muy potentes en
la conformación del Consejo Ciudadano (con cuotas de designación por
elección directa de los inscritos, por elección directa de los círculos y
por sorteo entre voluntarios).
También una Comisión
de Garantías absolutamente independiente y eficaz (normativizando una
procedimentalidad depurada y garantista, con una Comisión de Garantías
Federal como órgano de unificación de doctrina y apelaciones de última
instancia), unos sistemas de votación de máxima calidad democrática
(ordenación preferencial con recuento por VUT –o Dowdall para procesos
presenciales con recuento manual–), una amplísima autonomía a los
procesos de refundación en las Comunidades Autónomas para convertirnos
en una organización realmente federalizada, y mucho más.
Leninismo. Vale. Pero entendido como leninismo inteligente, lo cual
implica una actualización de la acción revolucionaria al contexto actual
en todos los sentidos y derivada, especialmente, de atender al
paradigma emergente democratista post-15M y a la nueva realidad
tecnológica y mediática que configura un espacio socio-político
totalmente inaudito hace tan solo dos décadas (no digamos hace un
siglo).
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El Caso de Silla en Democracia es una muestra del espíritu del 15M a pesar de Podemos. A la vista está el significado político de Podemos sin 15M, en medio de la democracia leer este artículo del cabeza pensante de la organización en Silla-(un municipio muy próximo a Valencia)-, Salvador Mestre, da unas cuantas pistas.
La figura de Lenin a estas alturas de la experiencia histórica tendría que haber sido, en vez de considerada un modelo imitable, analizada desde la ética y la praxis política de este momento histórico y sus necesidades reales no teóricas y nostálgicas, analizada, puesta en su lugar y bajada del pedestal, no sólo por anacronismo más que evidente, sino también por la estela de calamidades en que ha derivado el modelo leninista en el mundo; sólo basta mirar hacia sus modelos más señeros, Rusia y China, convertidos hoy en dos aberraciones patéticas y en burlas tristísimas de lo que pudo haber sido y no fue. Considerar las viejas secuelas en EEUU, cuya sociedad deformada tanto por el capitalismo más obsceno como por el miedo al leninismo y huyendo de cualquier leve parecido con ese paradigma, han cometido la locura de ignorar a Bernie Sanders para elegir a Trump. O en Reino Unido, donde han preferido la carcundia retrógrada de siempre antes que la mucho más justa y sana propuesta de Corbyn.
En este momento de la Historia, intentar tomar como modelo cualquier tipo de totalitaritarismo supuestamente exitoso sin mirar las consecuencias, por mucho que se lo quiera bendecir, es una barbaridad que acabará espantando a los votantes más pronto que tarde. Intentar recular en la Historia buscando reproducir fórmulas que fracasaron, en vez de crear nuevas vías ad hoc, pensando que con nosotros ahora, mucho más listos que la peña de hace un siglo y con un dominio tecno que tumba, esto puede rematarse en aquello que Lenin empezó con supuestas buenas intenciones y acabó como el rosario de la aurora, en la Rusia de Putin, en las migraciones hacia la Europa del euro de la ex Europa del rublo, en la aberración del comunismo capitalista chino o en la Cuba esplendorosa resignada de Raúl Castro. Por poner los ejemplos más cercanos y visibles.
En estas tesituras intentar reproducir el sistema Lenin produce tantos escalofríos como evocar el sistema Mussolini, Stalin, Hitler o Franco, que sin la figura de Lenin seguramente no habrían aparecido como reacción de métodos calcados, pero con opuesta inclinación política. Una 'dictadura' del pueblo no es nefasta porque sea del pueblo, sino porque es dictadura. Fue un experimento fallido, evidentemente, porque ni siquiera fue dictadura del pueblo, sino de un aparato "intelectual" y organizativo que desplazó al pueblo y destrozó la democracia, aplazando la horizontalidad participativa para mejores tiempos que nunca llegaron, entre otras cosas porque nadie quiso que llegaran, ni los que ostentaban el poder del "pueblo" ni el pueblo acomodado a que el aparato político pensara por él. Y a los que se les ocurría hacer una crítica o intentar algún cambio, ya se sabe como acababan: en las minas de Siberia, en cualquier gulag(*), sometidos a una conversión forzosa al credo dictatorial, escapando al mundo libre o ante un pelotón de ejecución. Por supuesto que nadie se moría de hambre y todos vivían bajo techo y tenían atención médica y escuela que enseñaba su propio credo y prohibía conocer la realidad desde otros puntos de vista, por seguridad; los proletarios estaban atendidos en lo básico siempre que estuviesen de acuerdo con el régimen. O sea, que la principal lección que aprendió el pueblo ruso fue la de no pensar en nada más que en aprender y memorizar aquel catecismo que le garantizaba la supervivencia. Es evidente que un pueblo al que se le mutila conciencia y libertad se muere por dentro aunque crezca en producción de granja organizada, como lo describió Orwell en su día.
Esa ideología no evolucionó. Se enamoró de sí misma, de su organización férrea, de sus planes secretos, de sus clanes políticos en rivalidad permanente de matices ideológicos y de sus planes quinquenales, de sus programas espaciales, de sus centrales nucleares sin apenas medidas de seguridad ni mariconadas de protección ni información al "pueblo" sobre el peligro de los escapes y residuos. Hasta que estalló Chernobyl y puso a la vista del mundo entero el descalabro humanitario de aquel desastre, que se había ido acumulando durante 69 años. Y le tocó a Gorbachov salir del trance y del derrumbamiento apocalíptico del monstruo creado desde la ceguera, el fanatismo dogmático y la agonía desesperada del sálvese quién pueda. Cabe preguntarse si de no haber ocurrido lo de Chernobyl en la época de la apertura y caída del "telón de acero", alguien se habría enterado de la catástrofe, además de las víctimas y sus jefes de producción. Cabe preguntarse también si Chernobyl habrá sido la única hecatombe de ese tipo en la gigantesca, cerrada y desconocida URRSS. Cuántos seres humanos considerados simples tornillos sin relieve alguno y perfectamente sustituibles en la máquina del Estado, habrán perecido anónimamente en horrores semejantes sin que nadie lo supiera ni los echara de menos, por las inmensidades de las estepas o las montañas interminables.
Esa es la Historia que los que ya no cumpliremos los 60, conocimos y presenciamos desde fuera del circuito. Lo mismo que conocimos a algunos y algunas de los antiguos niños y niñas que para salvar de la guerra civil española sus familias enviaron a Rusia, donde crecieron, se educaron y estudiaron. Es cierto. Pero muy pocos de ellos eligieron quedarse cuando les permitieron en los años 60-70, volver a España, y todas ellos comentaban lo mismo: "materialmente siempre tuvimos lo necesario, pero nos faltaba la libertad y la capacidad de elegir, nos obligaban a estudiar lo que el Estado necesitaba. Tal vez podías ser una buena maestra o un buen arquitecto, pero si en el plan quinquenal calculado hacían falta ingenieros industriales o economistas, eso es lo que se estudiaba en masa. Se vestía lo que había en serie, fuera de la talla que fuese, no se podía elegir donde vivir, ya estabas "destinado" al lugar y hasta las vacaciones eran reglamentarias donde te enviaban. Era asfixiante. Por eso, aunque salimos de España tan pequeños que casi no recordábamos nada, siempre teníamos en el fondo la idea de que tal vez algún día, nosotros, al no ser rusos de nacimiento, pudiésemos salir de allí. Nos trataron siempre bien, sin cariño, pero con respeto. Tampoco a ellos les habían enseñado a ser de otro modo".
En fin. El panorama no es como para desear un nuevo leninismo ni aunque sea inteligentísimo. Especialmente, si se tiene en cuenta la reflexión del propio Salvador Mestre, un alma buena y generosa, seguramente. Este es un momento de la Historia de ésos en que como dice el autor citando a otro, es urgente y necesario inventar con éxito o fracasar sin remisión. Y no se inventa nada repitiendo o inspirándose en el modelo de un fracaso apoteósico del que la humanidad no se sanará en mucho tiempo. Como pasa igualmente con el capitalismo salvaje que es tan aberrante como el Leninismo desmadrado, una dictadura que se impuso por medio de una guerra civil en la que venció. Como Franco. Ya se sabe que a los dictadores triunfantes y de larga duración solo se les ven las miserias a muy largo plazo: en el derrumbamiento de los estados que construyeron con los míseros cimientos de su soberbia y su crueldad sin escrúpulos. Quienes no tienen esas bases nunca pueden ganar ninguna guerra. Ni siquiera empezarla.
El futuro político de España tiene que orientarse a dejar de hablar de la organización de los partidos y sus rifirrafes logísticos, y a seguir en la línea sectorial y ciudadana de resolver y hacer vivible y decente la realidad. Lo cierto es que a quienes pierden su casa, su trabajo y la capacidad para mantenerse con dignidad, les importa un rábano Lenin, P.Iglesias, Errejón o Vistalegre XXV.
Estamos hasta la boina de tanta teoría especulativa y de tan escaso compromiso lúcido a la hora de la verdad, como es andar tras el sorpasso más que tras el bien común.
Creo que Silla en democracia hace un servicio magnífico en su municipio y ése es el camino: trabajar la sectorialidad y la convivencia en células municipales sin tentaciones de hegemonía, ni de estructura rígida ni de máquinas de guerra, sino de humanidad inteligente, creando un tejido conjuntivo y horizontal, participativo y directo, que dé cuerpo natural a ese modelo de Estado que la obsesión por reproducir lo viejo y lo grandilocuente, ya tan hueco como inútil y descascarillado, parece que Podemos no acaba de comprender. Tal y como va la cosa, no creo que esté en disposición de hacer algo así. Su ilusión es reproducir lo que ya se agotó. Ser un Lenin 2.0. Y eso ya no toca. El capitalismo, tampoco. Los dos pilares del desastre han tocado fondo coincidiendo patéticamente en la conjunción Trump-Putin-Comunismo capitalista chino, para la traca final de ese sistema ya en la morge. O nos reinventamos desde la sencillez y el minimanlismo natural o no quedará ni rastro de nada.
(*)
El concepto gulag está explicado con bastante claridad en el post inmediatamente posterior a éste.
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