Los autos locos del PSOE ya tienen a su segundo
participante. Al lado del corazón de la Andalucía susanista, Pedro
Sánchez se ha tirado a la piscina de la militancia esperando encontrar
la abundante agua que mana del cabreo general entre las bases por la
abstención que dejó a Mariano Rajoy en La Moncloa.
Si
la intención de Patxi López y sus estrategas era cerrar el paso a
Sánchez postulándose primero, el fracaso no podría haber resultado más
total. Lejos de desanimarle, parecen haber suministrado al anterior
secretario general la dosis de rabia y decisión que parecía faltarle
para dar el paso definitivo.
Pedro Sánchez entra fresco en una carrera donde Patxi
López lleva ya unas semanas peleándose contra la vacuidad de presentarse
como la tercera vía cuando aún no había ni primera ni segunda,
desgastándose bajo la sospecha de comparecer con la intención de dividir
el voto de la militancia y exponiéndose a fotografías y abrazos con
sanchistas irreductibles, reconvertidos ahora en patxistas convencidos.
Imágenes de imprevisible efecto en una militancia ya muy irritada por
tantos meses de traición y doble juego.
El mensaje
del aspirante Sánchez no puede sonar más claro y directo. Él es el Robin
Hood de los socialistas, el candidato que roba poder a la casta
socialista para devolvérselo a los sufridos militantes.
El hombre que firmó el acuerdo con Ciudadanos y nos avisó durante meses
de los peligros de Podemos y la megalomanía de Pablo Iglesias se
presenta ahora como un candidato antisistema, un maldito que vuelve para
plantar cara a los poderosos. Busca convertirse en el aspirante a quien
deberían votar todos aquellos militantes socialistas indignados por la
apostasía del 'No es no' y movidos por un argumento único y primario:
votar a quien moleste más a la gestora, a los barones, a Susana Díaz y a
todo cuanto representan dentro del partido.
No
parece probable que ni las prisas de López ni la audacia de Sánchez
vayan a variar la estrategia de Susana Díaz. No le conviene acelerar la
entrada en una carrera larga que prolongaría su exposición a una campaña
interminable, donde ella sería la cara exculpatoria de la abstención
frente a Rajoy y Pedro Sánchez la cara animosa del 'No es no'.
La primarias socialistas han entrado en la misma dinámica que acabó
decidiendo el Brexit, el referéndum italiano o las elecciones
norteamericanas. No se vota a favor de algo o alguien. Se vota contra
alguien y todas las papeletas para ser ese alguien las tiene Susana
Díaz. Por eso espera, porque no está segura de poder controlar la
campaña. Si las primarias socialistas se convierten definitivamente en
un ejercicio de castigo a quienes han mandado y mandan en el PSOE, el
apoyo de aparatos, barones e históricos no sólo no supondrá una ventaja
sino que se convertirá en el problema.
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Posiblemente Sánchez llega tarde al escenario hasta para hacer el papel de sir Robin Hood.
Posiblemente se le pasó el arroz hasta chamuscarse cuando desechó la posibilidad de un gran pacto inteligente y operativo de izquierdas a la valenciana o a la portuguesa tras el 20D en 2015.
Posiblemente acabar con una espantá el camino del "no es no" y dejar tirados y sancionados a los compañeros de proyecto renovador de lo mismo de siempre no sea ya la garantía necesaria para ser creíble ni para confiar en la volatilidad de sus apuestas bailonas como base estable de algo sensato.
Posiblemente esa actitud de río Guadiana desapareciendo y apareciendo según el momento, los humores y estados anímicos tampoco suponga un estímulo para el futuro político que las Españas supervivientes al momificado y tóxico pp y al decrépito y no menos intoxicado psoe, están intentando construir. No, no nos hagamos ilusiones, Sánchez nunca será un sorprendente Benoît Hamon. Ni una sustanciosa Segolène Royal. Ni un contundente Mario Soares ni un atrevido y punzante Matteo Renzi...ni siquiera un tejemanejes Martin Schultz, y hasta es posible que ni siquiera le llegue a los talones a Hollande e incluso a Manuel Valls.
Posiblemente en el monográfico que le ofreció Jordi Évole para que, explicándose sin trampas ni cartones, se rehiciera políticamente ante la sociedad -que estaba expectante y sin saber a qué carta quedarse con él-, obviamente, si quería y podía hacerlo, nos dejó claro que no todo el que quiere puede ni todo el que puede quiere si no sabe quién es ni donde está, ni para qué está, oyendo campanas sin saber donde repican ni a qué tocan y para colmo, intentando hacer de campanero, cura, sacristán y hasta de obispo o cardenal, en un mismo conato de intento, si se lo pidiera el electorado.
Posiblemente Pedro Sánchez está tan despistado y perdido como parece. Hasta ahora su mejor cualidad es la transparencia de su opacidad natural que deja a cara vista el ser de su no ser.
Posiblemente lo mejor de Pedro Sánchez sea que no miente ni finge lo que no hay ni tiene. Su inanidad es tan potente que llega a ser una especie de virtuosismo alevoso.
Posiblemente Pedro Sánchez es el Hamlet de nuestra Dinamarca política, pero camuflado de Robin Hood, como lo ve Antón Losada, -tal vez, quién sabe, that's the question-, para no crear conflictos en la corte y dejar la tragedia en una carrera cómico-burlesca entre locos y cacharros pilotados por los locos y que así el drama se note menos y derive en chirigota, que el carnaval ya está ahí rematando con el entierro de la psanchina.
Posiblemente esta España patética con estrambote se lo merezca.No lo dudo, porque méritos ha hecho de sobra para llegar hasta aquí. Aunque ya va resultando un karma que se pasa de rosca y la dignidad y la paciencia muestren la necesidad de poner a la astrakanada y al abuso unos límites cada vez más necesarios.
Posiblemente.
Ains!
To be... or no to be...To make...or no to make,
y si eso, luego,ya veremos
y si eso, luego,ya veremos
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