sábado, 24 de mayo de 2014

Reflexión sin jornada

 
Si la democracia es el poder ejercido por el pueblo, si la herramienta que tiene el pueblo para ejercer su poder es el voto y el pueblo no quiere votar ¿es posible que esa democracia exista? ¿Se puede llamar democracia a un sistema que se gobierna con un mínimo de participación de votantes y donde sólo votan los incondicionales de determinadas ideologías más volcadas en sí mismas que en el bien común? ¿Se puede llamar democracia al sistema que gobierna por defecto debido a la abstención o por exceso en caso de mayorías desesperadas que solo buscan castigar al que gobierna mal, pero nunca por consenso positivo para que todos tengan voz y voto y puedan aprovecharse las buenas iniciativas vengan de donde vengan?
Una democracia en la que la abstención es la protagonista es más bien una tontocracia. Renunciar por cabreo sordo a tus derechos y a tu deber cívico de participación responsable, es de idiotas. Sencillamente. De cretinos, que se merecen dictaduras en las que no hay que molestarse en elegir nada ni a nadie, porque todo está decidido por un caudillo del palo que sea, espadas, oros, copas o bastos. Y eso es lo que nos está pasando en España. A base de abstenerse según la excelsa teoría fascista de que todos son iguales, de que los dos 'grandes' gobiernan igual y los pequeños no pueden hacer nada, estamos haciendo posible que esa barbaridad se haga real. O sea, que nunca cambie nada y que el mismo sistema de apaños y chanchullos durante décadas sea el rey del mambo. Es nuestra comodidad la que nos impide ejercer la democracia, la que no le da importancia a asistir y a participar, por ejemplo, en los plenos municipales, en  organizar y participar en iniciativas que pidan cuentas en el Congreso de la gestión irregular en las consejerías y ministerios donde se cuecen las cacicadas más escandalosas. Todo eso requiere organización de la ciudadanía, construir herramientas que hagan posible participar y reclamar lo que es justo. 
Los gestores, para poder manejar su trabajo necesitan las referencias de los gestionados para no equivocarse ni ir a ciegas con lo que han escuchado o leído en libros e informes económicos o sociales.
Cuando el médico pone un tratamiento a un paciente, revisa los resultados de la medicación, le da fecha para visitarle todas las veces que sea necesario hasta darle el alta, le hace periódicamente un nuevo reconocimiento, una analítica, radiografías y scanners para ver si mejora o no con la terapia aplicada. Los gestores políticos, en cambio, dan por hecho que nunca se equivocan, por eso no se preocupan jamás por el resultado de su gestión si no es porque hay urnas de por medio; y ya es hora de que empiecen a cambiar de estilo y de rumbo. Las encuestas no sirven de nada. Ya lo estamos viendo. Afirman cosas que salen al revés de lo que son. Y nadie parece estar interesado en que eso cambie, porque las encuestas también se utilizan para maquillar la realidad al gusto del patrón que manda. Hace falta el contacto, hablar y escuchar, dialogar, y no sólo con los representantes que acaban distanciados de las personas que representan y terminan por no representar, sino con comisiones y plataformas populares que expliquen lo que pasa en la vida real y sacar a los gestores de la burbuja autista del poder manipulado por el mismo sistema que lo mantiene como arma contra la ciudadanía que lo está haciendo posible con sus votos. 

Si queremos que cambie el panorama, si no queremos más de lo mismo: votemos lo distinto. La pluralidad parlamentaria que obligue a la escucha y a la fértil inteligencia de la humildad. En vez del bloque monolítico de los gemelos distintos en el genotipo de la ideología pero idénticos en el fenotipo de la praxis financiera; votemos la diferencia. No a los que ya nos han demostrado que cuando se apoderan del sillón pierden las referencias de todo lo que prometieron en su día, sino a los que nunca han conseguido el sillón entero, sino porciones del mismo y por obligación tienen que hacer sitio a los demás, para que se sienten. Así se puede conseguir mucho más que dejándolo todo en manos de una sola banda, que pronto olvidaría su cometido de representar, para servirse a sí misma y a sus intereses sin que nada se lo impida. Como está haciendo ahora el pp. El psoe no machacaría los derechos ni las libertades, pero el tema de la pasta justa no lo controla en absoluto. Tiene miedo de ser socialista de verdad y pierde aceite. Así que necesita no ganar, sino tener que apoyarse en los pequeños que sí lo tienen claro y le van a pedir cuentas y a negarle el apoyo, así que tendría que ceder, escuchar y cambiar a mejor para poder gobernar. Lo mismo que el pp si queda en baja cota de votos.
Si  los Verdes de Equo, Podemos, Partido X, izquierda plural, las izquierdas nacionalistas, etc, etc, suben en votos, la cosa dará un giro importante. Y la clave está en el voto. No lo olvidemos cuando nos vengamos abajo al ver el panorama. Se puede cambiar participando con inteligencia. Y nada está perdido si se vota lo menos malo para que no triunfe lo peor. Y nos olvidamos tanto de la abstención como del voto en blanco que equivale al mismo disparate: regalar el voto a aquello por lo que no votaríamos jamás.

Buena reflexión y buen voto, amigas y amigos. y no olvidemos que si queremos y nos ponemos a ello, Sí se puede!


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