martes, 6 de mayo de 2014

La voz de Iñaki

¿Qué pasa con Otegi?

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Pues con Otegi pasa lo de shiempre, que, buscando el castigo, el ppoder actual consigue que el 'castigado' sea el bueno de la película, sobre todo, cuando se empeñan en castigar al más válido, al más espabilado y menos tonto de la banda enemiga. Es una estrategia más propia de percebes que de políticos con algo más que serrín en las entendederas. Por desgracia en España, después del intento a medio gas del pobre y defenestrado Suárez y los acuerdos negociadores del psoe, en la época de Zapatero, entre Patxi López y el pp de Basagoiti, acompañados de la inteligencia política de Rubalcaba, que pusieron, junto a la corriente Otegui, los pilares del fin de la criminalidad etarra, no ha habido ocasión todavía de experimentar otra forma de hacer política coherente y lúcida con normalidad. Se suele quedar en el semisótano, en el mejor de los casos. 
A este tipo de gestión desastrosa la pierde la ceguera, el orgullo sin metabolizar y la soberbia dogmática de catolicismo inoculada en vena patriótica, que adquiere manifestaciones laicas, económicas, políticas, sociales e institucionales alucinantes. Es el modo inquisitorial en que se juzga, se margina y se ningunea a la propia justicia, colocada de felpudo en todos los pasillos de lo incomprensible. Arrastrada por los suelos al servicio de lo peorcito de la casta mandona. Así nos va. Incapaces de entender, de comprender el propio desarrollo de los acontecimientos y el lenguaje de los tiempos que se viven, empeñados en poner soluciones propias del General Espartero, en pleno siglo XXI y queriendo llamarle a "eso" nada menos que Estado Democrático, porque se vota cada cuatro años y ahí se para la democracia en seco para dar paso a la barbaridad de la manipulación pseudodemocrática que nos quieren vender constantemente junto a la cabra sempiterna del timo como sistema único. 

Otegi equivaldría al Gerry Adams euskaldun. Es el que además de una ideología nacionalista, tiene sentido e inteligencia política y es capaz de conseguir el acuerdo y el fin de la violencia entre los abertzales y el Estado. No es un vivales ni un cantamañanas como Artur Mas, que ha aprovechado el tirón del descontento catalán para ponerse al frente de un proyecto secesionista que le va enorme. Al contrario, el vasco es un verdadero gestor de ideas y de acuerdos imprescindibles, que ha podido conseguir lo que nunca hará Mas, porque no posee las cualidades de Otegi, obviamente.  Artur Mas no movió un dedo por negociar la  independencia de Cataluña antes de ser President. Otegi no ha necesitado llegar a  Lehendakari para tener todos los méritos para serlo de verdad. Mas ha sido President por la inercia a dedo de una lista electoral, mientras, seguramente, en el ánimo de la mayoría de los vascos, Otegi puede que ya sea Lehendakari , no tanto por ser abertzale, sino por como ha hecho que los abertzales se hayan insertado en el sistema democrático con toda limpieza y derechos en mano, cívicamente y sin pistolas ni amenazas de por medio, sino con la voluntad de la paz y el acuerdo, desarmándose y abandonando en público la tentación violenta del pasado. Una gran lección de sensatez, de lucidez política que es tan necesaria y una riqueza institucional que no se debería dejar a un lado y mucho menos perseguir, sobre todo cuando no se persiguen delitos como el latrocinio de los banqueros y de los corruptos políticos, que están socavando los cimientos del Estado de Derecho, dejando la democracia convertida en basura y el patrimonio público de los españoles en un botín para Botines, haciendo mucho más daño que una ikurriña o que una posición de izquierda nacionalista que dialoga y sabe valorar el bien de todos por encima de la cabezonería y la cerrazón de unos cuantos.
Quizás el gobienno de Eshpaña es tan torpe para esto como para todo lo demás. Y lo mismo que está resucitando vicios sociales, contraculturales, meapilas, fanaticos y rapiñero-económicos de la dictadura, también ha heredado la misma ceguera y el mismo miedo del dictador a reconocer la realidad que no atina a valorar porque se escapa de sus programaciones ideológicas y repetitivas. No hay un manual de instrucciones que explique como gestionar lo nuevo con las herramientas de Matusalén. No comprende que no se trata de informatizar el hacha de silex o de hacer domóticos los dólmenes y cibernéticos los menhires, ni de controlarlo todo a lo bestia y a lo sucio, sino de comprender serenamente para que nadie tenga que controlar lo que no necesita ser controlado sino sencillamente, comprendido, debatido, respetado y consensuado. Sólo ve un símbolo pro-etarra del pasado y un "peligro", donde hay una puerta abierta a la construcción del futuro inevitable e imprescindible. Pero cuando sólo se entienden las cifras y los dineros del gran negocio de la emppresa, la mente mecánica no suele dar para Mas ni para Otegi. Se queda en tablas. O sea, en madera pura y dura. Y un gobierno de madera es un gobierno de maderos. Por eso sólo le da para ser Pinocho. El muñeco de madera al que le crecía la nariz por mentir como un cosaco y fantasear como un cretino. Con un triste añadido: Gepetto, el autor, aunque dejó las maderas atadas y bien atadas, ya no está disponible para desatarlas y hacerle entrar en razón, ponerlo firmes a toque de corneta, bajarle los humos de nuevo terminator-arruinator y recordarle su precaria condición intelectiva y gestora de títere en serie. Ains!


Forges




 



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