El pánico de las clases medias
No sé si es pánico lo de las clases medias; tampoco veo varias clases medias, sino un degradado cromático humano que va desde el blanco-roto de quienes tienen un empleo sólido por oposición, por ejemplo, en la Administración o contratos fijos y bien remunerados en empresas fuertes ligadas al Estado, de ahí se pasa al blanco-amarillento de quienes teniendo formación y preparación suficiente para acceder a ese plano laboral, no pueden hacerlo por falta de oportunidades y por sobra de obstáculos a la hora de emprender cualquier proyecto cuya aventura se parece más a una peli de Indiana Jones que a la vida normal, pero aún les queda la salida al mundo para comprobar que lo de "la patria" es más falacia que otra cosa y que tu verdadera patria es la que te permite vivir con dignidad, con justicia y lo más felizmente posible; de ahí pasa la tonalidad al gris merluza de la antigua clase obrera, que ha sido la más defraudada en su esperanza, la que más se promocionó en consumismo y falsa igualdad, porque además no se formó culturalmente ni maduró socialmente, y ahí se ha quedado, con su mismo nivel de antaño, con su misma frustración y con una deuda terrorífica, más la sensación desesperante y depresiva de haber fracasado después de pasarse la vida trabajando como una máquina al servicio de la misma sociedad que ahora la engulle sin compasión y que además con su filosofía consumista del chocolate del loro consiguió arrancarles el afán de justicia social que les movía antaño, les aficionó a comer zanahoria todos los días, no como un derecho, sino como una concesión, y ahora la zanahoria vuela por encima de todos y se escapa, y ellos, como el perro de Paulov no tienen medios para evitar que los jugos gástricos no fluyan automáticamente.
Luego el tono se hace gris marengo al hundirse en la clase más olvidada, los que nunca han sido ni siquiera clase alguna. Ni obrera, ni media ni nada. Sólo fantasmas ambulantes, dependientes, incapaces sociales, enfermos crónicos, parados eternos sin cualificación ni oficio determinado, madres de familia abandonadas o/y maltratadas con niños problemáticos a su cargo, ancianos con pensión mendicante o sin ella, drogodependientes o enfermos de SIDA sin recursos y sin familia, todos ellos carne de contenedor y de limosna, estatus que se ha multiplicado, lógicamente, al bajar o desaparecer los sueldos de las tonalidades anteriores, que les solían socorrer y con cuyos impuestos se les ayudaba a sobevivir, atener un techo y una asistencia social. Y por último el color se degrada y desaparece hundido en el negro hulla. Hemos llegado a la peor y más peligrosa de las clases: la oligócrata, la soberbia, la cacique, la cínica, la que carece de ética, de sentimientos y de vergüenza, cuya tonalidad envuelve las otras convirtiéndolas en un desflecado archipiélago en medio de un mar negro-negrísimo, que como un agujero, obviamente negro-negrísimo, las rodea, las seduce, las agota y se las va tragando con su erosión hasta convertirlas en arena submarina e invisible. Esa clase nunca tiene pánico, ella misma es la inventora de la separación en clases y diseñadora de los pánicos sociales para poder dominar el tinglado desde el terror, la amenaza, la inseguridad y el miedo. A esa clase pertenecen todos los individuos que no dudan en sacrificar al resto de la humanidad para mantenerse en su negrura y rampar hacia el Himalaya del pastón que compra el poder y el poder que atrae el pastón. En esa "clase" puede haber elementos de las demás tonalidades de la trágica gama. Incluso para muchos de los demás tonos, puede llegar a ser una aspiración hasta "legítima", les atrae la riqueza, el poder y la vida regalada y si un día consiguiesen trepar hasta fundirse en negro, serían tan crueles, insolidarios e irresponsables como los oligócratas que les oprimen en esa tinta de calamar pegajosa y resbaladiza a la vez; precisamente esa ilusión es el anzuelo con que el negro-negrísimo engaña al resto de tonos y los intenta pringar por medio de inocular sus contravalores desde la escuela elemental.Desde la guardería.
Y uno de sus señuelos favoritos y más eficaces es el espejismo de "entrar en política", que es uno de los caminos más fáciles y veloces para llegar al negro quemando etapas y "prejuicios morales" a todo trapo -que es como suelen calificar a un código deontológico, a la honestidad y a la decencia- vertiginosamente en plan progresión geométrica; a más intensidad, más rapidez.
Ahora hay que pensar en el modo de hacer cambiar esa escala de degradación sin más color que la ausencia de variación cromática. Del blanco-roto, al negro. De la precariedad al suicido de la conciencia y de la salud emocional y mental, ergo, derivar hacia la liquidación programada y teledirigida de la misma especie. Se pasa poco a poco de estar in albis a estar deshumanizados por completo y casi sin posible recuperación, porque esa misma condición inhumana se contempla como "progreso", como cualidad estupenda para triunfar y como símbolo de éxito social, al que todos los tonos medios quieren llegar cuanto antes instigados por el reino de las negruras. Tienen pánico insuflado por si no alcanzan o pierden el tren que lleva a la oscuridad insondable del Pánico en estado genuino. Nadie tiene más pánico que el propio Pánico. Se muere de miedo sólo de pensar que millones de tonalidades medias pudiesen cambiar de color y se pintasen de amarillo, de verde, de rojo, de violeta de azul o de naranja y se conviertan en mareas polícromas de conciencia. Vivas. Activas. Y reactivas. "Sería el caos", dicen los habitantes de tenebrilandia horrorizados, en sus spots publicitarios. Pero resulta que cuando los colores logran despertar y unirse, se forman unas ondas de soluciones y de viabilidad que con el negro-negrísimo no son posibles, puesto que en ese estado no se ve nada. Todo es una sombra densísima, caótica, donde las soluciones son exterminarlo todo, es ese caldo informe y primitivo que precede a la creación, sobre el cual flota el espíritu creador del Hombre.
Y al hombre sólo le falta un tris para despertarse y reconocerse como el Hombre. Ya hay muchos signos de que está siendo así. Precisamente mañana celebramos la expansión cromática del 15M hace tres años. Y durante estos días habrá una exposición de todos los movimientos que han nacido de esa semilla que nunca ha querido tomar la forma de ese apaño mordoriano que ya no nos sirve, ni someterse al molde de las "clases" porque sólo ve una sola humanidad con muchos colores y está comprendiendo que ya es hora de despertarse de los sueños fatuos que sólo son pesadillas con que la ignorancia de lo que somos ha ido hilvanando los folios de la historia, ya cansina, desencuadernada y con necesidad de releerse en otras claves más inteligentes y más lúcidas. Más felices y sencillas. Más hospitalarias y más bellas. Como dijo Forges hace muchos años en el diario Pueblo (¡no hay casualidades!), lo que toca ahora es que en los baches de lo negro vayamos sembrando flores. Y árboles frutales. Y plantas medicinales. Y huertos urbanos de inteligencia. Y jardines de sabiduría. Y macizos de futuro en flor. De eso se trata el cambiazo que necesitamos. Y en ello está ya empeñada en sincronía natural una gran parte de la sociedad española y europea. Y del mundo.
A la basura no la puede hacer desaparecer más basura, ni al miedo el pánico, ni a la injusticia la hace desaparecer una 'dura lex', sino la ley del mejor, del que comprende, perdona y anima a cambiar de verdad con posibilidades solidarias realizables y utiliza la basura como visión crítica hecha compost fertilizante. A la basura sólo la hace desaparecer la belleza, la higiene, la salud, el orden del cariño por las personas y por la naturaleza y por los objetos armónicos y útiles para el bien común. En ese territorio nuevo no hay más clases que las de la escuela universal. Por eso el futuro le pertenece y el presente lo necesita.
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