La realidad y la política
por Luis Gracía Montero
Lo significativo en la política española no es sólo que el PP se haya desplomado con una pérdida notable de votos y diputados en las elecciones europeas. Lo significativo no es sólo que el PSOE haya perdido suelo y se acerque al abismo o se haya hundido en algunas comunidades autónomas. Lo significativo no es sólo que IU haya conseguido una notable subida en votos y en diputados, obteniendo un respaldo electoral importante. Lo significativo no es sólo la irrupción de Podemos con un magnífico resultado, un verdadero acontecimiento que debe celebrar la democracia española.
Nuestra realidad política adquiere sentido si se comprende la lógica de los vasos comunicantes y se relacionan cifras que están llamadas a entenderse entre sí. Porque las novedades se han instalado en la circulación de los vasos comunicantes. Más significativo que el hundimiento del PP: sus votos perdidos no sirvieron para levantar al PSOE. Más significativo que el naufragio del PSOE: su castigo no se traduce en una mayoría absoluta del PP. Más significativo que el éxito de IU: a su lado surge con fuerza una opción política con la misma ideología y no controlada por el aparato del Partido Comunista. Más significativo que la irrupción de Podemos: su triunfo no se ha debido a un fracaso de IU. Son estos vasos comunicantes lo que define una nueva realidad política.
El bipartidismo no está muerto, pero ha sufrido un golpe que evidencia la posible configuración de una nueva mayoría social en España. Y la precariedad del bipartidismo va más allá de los problemas de los dos partidos mayoritarios. Se ha desplomado también el control mediático de las cabeceras que venían escribiendo el relato de la política española desde la Transición. Para muchos ciudadanos de menos de 40 años, la información servida por los medios tradicionales tiene menos credibilidad que el PSOE y el PP.
La realidad de las condiciones de vida española es grave. Los índices de pobreza, la pérdida de poder adquisitivo, la degradación laboral, el desempleo y las brechas de la desigualdad hablan de forma clara. Muchos votantes españoles saben por su propia experiencia que las críticas de IU y Podemos al bipartidismo o a los partidos de la casta no suponen un ejercicio populista o un alegato demagógico. Más demagógica parece la política neoliberal sobre la que los socialdemócratas y los conservadores han fundado el proyecto europeo, provocando entre otras cosas el deterioro de la vida española y de su Constitución. Con los datos y la realidad delante de los ojos, menos demagógico es decir que la cúpula del PSOE y el PP han trabajado para los bancos que afirmar una y otra vez que el sacrificio de los ciudadanos es necesario para salir de la crisis.
La configuración de una nueva mayoría será posible cuando la crítica al bipartidismo trascienda y se supere en favor de una política alternativa a la economía neoliberal. Lo ciudadanos necesitan romper con la lógica descarnada de un capitalismo que cancela sus derechos y los hunde en la precariedad. Y la configuración de esa nueva mayoría en España necesita de un entendimiento entre IU y Podemos que atraiga a sectores amplios de la población. La historia de IU y las nuevas formas de Podemos deben confluir en un nuevo sujeto político capaz de entender la realidad de los vasos comunicantes.
Pero no basta con una negociación entre aparatos. Hace falta un verdadero proceso de convergencia. Si se cae en el error de un pacto entre aparatos y dirigentes, Podemos perderá parte de sus votantes, que no han querido apoyar a IU por confundirla con un partido tradicional, e IU será incapaz de analizar su situación interna. IU necesita dejar de ser la máscara electoral de Partido Comunista, dispuesto siempre a sacrificar la configuración de una mayoría alternativa al neoliberalismo en la dinámica de sus tensiones internas y en la obsesión de su aparato político por el control. Sacrifica militantes, mítines, ayuntamientos, comunidades autónomas y listas electorales…
El proceso de configuración de listas en IU y el resultado de las elecciones ha venido a demostrar que el papel del PCE dentro de la izquierda dejó hace años de ser un asunto de discusión ideológica. Los militantes del PC, los militantes de IU y los votantes de Podemos tienen muchas cosas en común, comparten con facilidad su ideología incluso con un sector de las bases y los votantes del PSOE. Discutir hoy sobre el PCE es lo mismo que discutir sobre Rubalcaba, un tema de aparato, de control interno, de formas.
Y las formas son ahora muy importantes para devolverle el crédito a la política y para configurar una nueva mayoría social. Las formas son parte de los contenidos. Es ahí donde deben abrirse las conversaciones entre IU, Podemos y las demás organizaciones sociales dispuestas a reconstruir la relación de los ciudadanos con la política.
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