La "jungla" de los refugiados que se esconden en las montañas de Macedonia
No muy lejos del pueblo macedonio de
Lojane, después de subir por un camino estrecho entre árboles, piedras y
un riachuelo, hay un edificio abandonado que apenas conserva cuatro
paredes de ladrillo gris y un techo. En el lugar hay señales de vida
humana: los muros de la estructura están llenos de inscripciones en
árabe y, en el centro, hay un hueco teñido de negro con cenizas y restos
de madera calcinados. Es el rastro de los refugiados que pasan por este
punto para continuar su camino al norte de Europa, cada vez más
complicado.
Según establece la jerga local, la gente que duerme casi al descubierto en las montañas de Lojane vive en 'la Jungla' . "Durante
el invierno, en el edificio llegó a haber unos cien refugiados que
hacían fuego y dormían juntos para resguardarse del frío", explican
voluntarios de Legis,
una organización humanitaria con sede en Skopje que trabaja en tareas de
apoyo a personas refugiadas sobre el terreno. "Seguramente, más tarde
va a haber alguien que vuelva aquí para pasar la noche", señalan los
activistas del pueblo.
La ruta de los Balcanes está oficialmente cerrada, pero el recorrido sigue activo en la clandestinidad. Desde
la aprobación del acuerdo UE-Turquía en marzo de 2016, la República de
Macedonia se ha convertido en un corredor de tránsito irregular de
refugiados que no pudieron llegar a su destino. Según datos de
organizaciones humanitarias que trabajan sobre el terreno, cada mes al
menos 1.000 personas recorren a escondidas el país en su ruta hacia el
norte de Europa.
Para ellos, Macedonia es solo una barrera a pasar. Durante
los últimos años, las montañas que conectan con Serbia y Kosovo se han
convertido en los lugares más transitados para los migrantes que
intentan cruzar este país en situación irregular.
Según el recuento de entidades como Legis, hay unas 700
personas escondidas en el bosque de Lojane a la espera de cruzar la
frontera por las montañas. "Para dormir, apenas tienen un techo y se
resguardan en sitios en condiciones deplorables", comentan dos jóvenes
voluntarios que reparten comida, ropa y productos de primera necesidad
para los refugiados.
Punto de encuentro entre traficantes y migrantes
Lojane es un pequeño pueblo anclado en un valle que hace de punto de
encuentro entre los refugiados y las redes de tráfico de personas que
les transportan hasta Serbia a través de caminos remotos en el monte.
Oscurece y de fondo se escucha el canto a la oración que sale de la
mezquita de la localidad. La mayor parte de habitantes del norte de
Macedonia forma parte de la minoría albanesa del país, de confesión
musulmana. Cuando anochece, muchos refugiados bajan al pueblo
para abastecerse de comida, tratando de no llamar mucho la atención. A
esa misma hora, los traficantes de personas se pasean por las calles de
la localidad en búsqueda de nuevos clientes.
Los dos
amigos de Yashar son originarios de Afganistán. No tienen vínculos
familiares, pero el hecho de ir juntos les ayuda a enfrentarse mejor a
los tropiezos del viaje. Ali Reza tiene 17 años y se fue de su país
natal sin la tutela de ningún adulto, pero ha madurado a marchas
forzadas a lo largo de su viaje. Después de recorrer varios países, el
chico afgano va a sortear otra frontera los próximos días.
En Lojane, la organización humanitaria Legis tiene una pequeña oficina
donde proporciona abrigos y botas de montaña a los tres refugiados.
Después de tomar una sopa caliente, los chicos se regresan a la montaña
con la esperanza de seguir adelante. Al cualquier precio.
En la Jungla
las personas refugiadas se resguardan en las cavidades más inhóspitas. A
falta de otro sitio donde quedarse, Salma duerme con sus padres y su
bebé en una mina abandonada. Unos días antes, esta mujer de Afganistán
intentó cruzar la frontera junto con su familia, pero los cuerpos de
seguridad de Serbia les devolvieron a Macedonia poco después de entrar en el país.
Salma se arma de jabones y productos de limpieza en la oficina de
Lojane. "La policía agredió a mi padre y dejó tirada a mi madre, que es
diabética y se desmayó por un descenso de azúcar", explica Salma. La
chica, con un niño pequeño, explica que se ha visto obligada a volver a
la mina, un sitio insalubre. Allí, su hijo tuvo una grave infección en
la oreja a causa de las condiciones de suciedad extremas, relata.
Durante el 2016, los cuerpos de seguridad macedonios llevaron a
cabo más de 35.000 devoluciones a territorio griego. "Con las
expulsiones de refugiados, los países balcánicos juegan a ping-pong",
denuncia Driton Mialigi, miembro de Legis. "La gente pone en riesgo su
vida para cruzar el país sin ser vista, no tiene ningún tipo de
seguridad. A lo largo de la ruta puede suceder de todo", explica.
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