Elisa Beni
La situación es insostenible. Esta semana hemos
asistido a la visualización pública y general de lo que muchos llevamos
años denunciando. La promiscuidad pornográfica de la oligarquía con
otros poderes del Estado, incluido el llamado a controlarlos, que sitúa a
nuestra democracia a un paso del precipicio.
De todo
lo que podríamos reseñar me quedo con la necesidad imperiosa de hacer
frente al hecho de que existen indicios serios de que una magistrada de
la Audiencia Nacional haya delinquido. Y no sólo ella sino también quien
le hizo partícipe del secreto que ella posteriormente habría revelado a
terceros. No se trata de un delito menor, sino de una revelación de
secretos cualificada y por tanto penada en su tramo máximo con entre dos
y medio y cuatro años de prisión. La responsable no podría siquiera
obviar su ingreso en prisión. Esa es la gravedad del panorama. Los
indicios apuntan a que la Ilustrísima Señora X ha revelado secretos y
además ha entorpecido la acción de la Justicia, así que habría que
sumarle otros delitos contra la Administración de Justicia. Hay pues una
persona en la Audiencia Nacional, o más de una, que deberían pasar una
temporada en prisión y son personas que administran Justicia. Digo más
de una porque si en efecto una de las nueve magistradas del tribunal
-verán que tampoco el campo de investigación es tan amplio- alertó de
que había escuchas activas ordenadas por el juez Eloy Velasco, alguien
tuvo que decírselo a ella. Y o fue el propio Velasco o fueron los
fiscales o los investigadores de la Guardia Civil. Todos los que lo
hicieran delinquieron.
Ahora no le queda más remedio al magistrado Velasco que
poner su conocimiento de la posible comisión de un delito en manos de la
Fiscalía y que esta lo lleve ante un juzgado de Instrucción de Plaza de
Castilla que será el competente para instruir este caso. La Audiencia
Nacional no tiene competencias para investigar revelaciones de secretos
aunque sean de sus propios miembros. ¡Habrá que ver a un juez de Plaza
de Castilla tomando declaración a los magistrados de la Audiencia
Nacional! ¿O no lo veremos? Porque dicen las malas lenguas que si el
propio Eloy Velasco le contó la existencia de las escuchas a uno de sus
compañeros o a otra persona, él mismo estaría implicado y por tanto le
convendría más dejar morir el asunto. Sería un escándalo pero
...¡cuántos escándalos mayores estamos viendo pasar!
Existe otra opción y es que una acusación popular presente querella en
Plaza de Castilla por la comisión de delitos de revelación de secretos y
otros contra la Administración de Justicia. Sí, esa acusación popular
que el PP y el PSOE se quieren encargar de laminar.
Además de esta vía penal, insoslayable, es responsabilidad del
presidente de la Sala de lo Penal, Fernando Grande-Marlaska, y del
presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro, realizar una
investigación administrativa interna para conocer qué ha sucedido dentro
de su propio tribunal. Ellos saben, mejor que yo, qué posibilidades
reales hay y a quién beneficiaba mostrarse próximo y obsequioso con el
Partido Popular. Desgraciadamente, existen magistrados y magistradas que
creen que vendiéndose moral y en este caso hasta legalmente pueden
conseguir los puestos y la promoción que ansían.
No
deberían dejar de lado el hecho de que la presidencia de la Sala de lo
Penal de la Audiencia Nacional va a quedar vacante en breve cuando
Grande-Marlaska pase a formar parte del núcleo duro del CGPJ -la
Comisión Permanente- puesto que es incompatible con su actual cargo. El
todopoderoso sillón de la presidencia de la Sala de lo Penal, el bombón,
el caramelo, está a la puerta del colegio esperando a ver quién puede
cogerlo. Todos los rumores apuntan a que esta vez será elegida una
mujer, puesto que ese puesto siempre lo han ocupado varones y además
existe ya una norma de discriminación positiva. Las entrevistas de los
candidatos -una apariencia de imparcialidad y de transparencia que es
sólo un trámite- tendrán lugar los primeros días de mayo. El pasilleo ha
tenido que comenzar mucho antes. A este puesto aspiran tres magistradas
de la Audiencia Nacional junto con varios compañeros varones. Se trata
de Manuela Fernández-Prado (de Jueces para la Democracia); de Concepción
Espejel (Querida Concha) y de Teresa Palacios (APM).
Esta y otras cuestiones relativas a puestos apetecibles son bien
conocidas en la Casa. Incluidos aquellos a los que ha optado el propio
Eloy Velasco. Ellos saben mejor que nadie quién está próximo a quién y a
quién puede beneficiarle hacer favores. Ahora no les queda más remedio
que pasar de saber a buscar. La sociedad no puede exigir otra cosa. La
sombra de la duda amenaza a todo el tribunal. Si la Audiencia Nacional
no es capaz de averiguar quién de entre los suyos está jugando en el
bando equivocado, sin importarle siquiera delinquir, entonces no hará
falta argumentar nada respecto a su propia existencia.
No voy a dejar de lado tampoco el inasumible caso del Fiscal
Anticorrupción, Manuel Moix. Hace muchos años que le conozco y su
sintonía con Esperanza Aguirre, primero, y con el resto de partido,
después, ha empujado con viento de popa su carrera profesional. Dado que
el intento del fiscal jefe Anticorrupción de impedir medidas de
investigación acabó en una Junta de Fiscales, todo se achacará a una
discrepancia técnico-jurídica sin relevancia penal. No obstante, es
evidente que el fiscal jefe estaba intentando que la investigación penal
no llegara a algunas conclusiones o a algunas personas. Eso, en este
caso, y tras su polémico nombramiento que responde al agrado con el que
le contemplaban los propios investigados -las grabaciones cantan- hacen
que sea imposible su continuación al frente de la Fiscalía
Anticorrupción. La posición de su jefe Maza no es mucho más firme.
Tengo que confesar que me alegro de que este episodio se haya
producido. Las grabaciones de las conversaciones de los imputados dejan a
la vista de la sociedad algo que unos pocos ya sabíamos y que llevamos
denunciando hace mucho tiempo. Esta trama no visible es algo más
compleja de lo que hace ver la campaña de Podemos que no visibiliza sino
a las cabezas visibles sin reparar en que estas nada podrían hacer sin
este segundo escalón. El escalón de la banalidad del mal. Los que
haciendo en su propio beneficio o callando lo que otros hacen están
permitiendo el desmoronamiento de nuestro Estado de Derecho.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::;
Esplendida Elisa Beni. Gracias por el curro investigador y la decencia periodistica, sin los que es imposible conocer la verdad y ejercer la libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario