El debate sobre la forma que debe adoptar el Estado
en España no está cerrado. Nunca lo ha estado. En esta semana de pasión y
de pasiones se han dado cita el aniversario de la proclamación de la II
República Española y las órdenes cautelares de jueces para hacer
retirar la tricolor de plazas y espacios públicos. ¡España, mañana, será
republicana! era el clamor. Y hoy, el mañana se convierte en un
horizonte inalcanzable porque nunca se admite el debate abierto, porque
se intenta estigmatizar de forma increíble una realidad común en las
democracias occidentales y porque una espiral de silencio recorre la
opinión pública cuando de este tema se trata.
En
primer lugar conviene analizar la represión ideológica que se ejerce
sobre aquellos que defienden políticamente el republicanismo. Lo han
hecho varios ayuntamientos. Un juez de lo contencioso-administrativo en
Cádiz ha obligado al alcalde a quitar la tricolor que se había izado en
una plaza con motivo de una exposición sobre la Memoria Histórica.
Alegan los del PP -siempre ellos- que colocar esa bandera "vulnera el
principio de objetividad y neutralidad de las Administraciones".
¡Escuchen, esto lo vulnera y no poner las banderas rojas y gualdas de
los cuarteles a media asta o presidir las procesiones como ha hecho
Cospedal! Eso no. Es la tricolor la que les molesta. Olvida este juez de
primera instancia que ya el Tribunal Superior de Justicia de Madrid
resolvió sobre esta cuestión (STSJM 16.861/2003) afirmando claramente
que "la bandera republicana como manifestación de ideología respeta el
orden jurídico existente" y que ordenar retirarla de un lugar donde ha
sido puesta por quien defiende ese sistema de organización política
vulnera los derechos fundamentales reconocidos en los artículos 16 y 20
de la Constitución Española.
Es, pues, un derecho fundamental reconocido por la
Constitución expresar el deseo de que la forma del estado sea una
república. Yo voy más allá e incido en que no existen argumentos
racionales ni es intelectualmente sostenible que la monarquía sea una
forma adecuada de atribuir la jefatura de un estado democrático. Me
perdonarán pero no conozco ni a un solo español que crea que un coito
productivo de una persona apellidada de una manera determinada sea un
método racional para nombrar jefe del Estado. Antaño les contaban
aquello del dedo divino, pero hoy no cuela. Todas las defensas que
conozco de la monarquía española son pragmáticas: va bien y es barata.
Lo cual no deja de ser un brindis al sol, puesto que no sabemos cuánto
de bien iría o lo barata que resultaría una presidencia de la República
Española similar a la italiana, francesa, portuguesa, griega.. ¡ah,
vaya, que todos los países latinos viven bajo la forma de república y
tan campantes!
Supongo que los que así se comportan
creen que tal defensa es un poco endeble -incluso hoy lo de "no soy
monárquico, sino juancarlista", cojea- porque hay fuerzas muy poderosas
que se concitan para convertir un debate perfectamente lícito y
políticamente relevante y conveniente en un tabú. Tengo que confesar que
en todos mis años como periodista de opinión sólo en dos ocasiones he
sido advertida sobre la necesidad de "ser cuidadosa" y en ambas el tema
sujeto a debate era la monarquía, si bien en la figura de su anterior
representante.
Lo mío, si quieren, ni siquiera es
algo personal. Felipe de Borbón me parece una persona íntegra. Ni
siquiera discuto que tenga cualidades con las que podría ser un
excelente candidato a revalidarse como presidente de la República tras
unas elecciones. Es esa la clave: tras unas elecciones. Ya lo hizo
Simeón de Bulgaria, rey exiliado con seis años y posteriormente primer
ministro electo de su país. Lo mío es una cuestión de racionalidad y de
comunión con los ideales republicanos de Libertad (de expresión, de
culto, de sindicación y de todo aquello que no perjudique a los otros),
de Igualdad (ante la ley, de voto, por sexo, de oportunidades...) y de
Fraternidad (solidaridad, ayuda mutua, familiar...) a los que muchos
franceses añaden también el de Laicidad que también comparto.
Y no crean que no entiendo la batalla de los conservadores y de muchos
poderes fácticos para evitar que este debate se produzca de forma
efectiva. El dinero y el poder quieren pocos movimientos una vez visto
que lo que hay les conviene.
No obstante, hay que
recordar que en una república algunos de los escándalos que hemos vivido
se gestionarían de otra manera. Eso a pesar de que hay que reconocerle a
Felipe VI la perspicacia y la habilidad suficientes para comprender que
hay actitudes y comportamientos que ya no van a ser fácilmente
digeribles por la sociedad española. Su llegada al trono supuso incluso
el atemperamiento de las tensiones y presiones que se ejercieron sobre
el sistema judicial desde un Palacio de la Zarzuela que no dudó, en una
decisión incomprensible, en criticar oficialmente el comportamiento de
los jueces.
Que cada 14 de abril se desplieguen
banderas tricolores es el menor de los males que puede esperarse en el
seno de una sociedad que no es monárquica militante ni mucho menos. Y es
que, si lo piensan, no encontrarán muchas posibles defensas de un
sistema arcaico, anacrónico y que tanto dolor ha causado en este país.
Excepto aquello de que nos es útil como si no fuéramos ya un pueblo
capaz de dotarnos de una república útil y, evidentemente, federal.
Compañeros: ¡Salud y República!
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Bravo, Elisa Beni. Y mil gracias por tus reflexiones. Salud y Republica, companyera! de parte de tantas y tantos espanyoles hartos de abusos infumables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario