Antón Losada
El dictador Bashar al-Asad y sus amigos rusos gasean
sin piedad a la población civil siria en nombre de los sirios. Donald
Trump empieza a amortizar su incremento en el gasto militar bombardeando
una base siria en nombre de los sirios, previo aviso a los rusos para
que se aparten antes de que caigan esos 59 tomahawks
que al parecer le han dado un perfil tan presidencial ante los ojos de
medio mundo, siempre encantado de ver una película con héroe y final
feliz. Los cínicos gobiernos europeos aplauden aliviados un ataque que
les ahorra intervenir a ellos y también lo celebran en nombre de los
mismos sirios a quienes tenemos encerrados al otro lado un Mediterráneo
convertido en foso, valla y tumba a la vez. El día que todos dejemos de
hacer cosas en nombre de los sirios y se les permita decidir su propio
destino seguramente sea el día que cambie su suerte.
Hasta entonces, seguirán cayendo asesinados y masacrados en su propio
nombre y por su propio bien a manos del ejército y los gases del
dictador, las milicias armadas por Turquía, Irán o Arabia Saudí,
Hezbollah, el ISIS, la aviación rusa, la aviación norteamericana o la
indiferencia europea. Mientras se sigan acribillando y exterminando
dentro de sus propias fronteras, los sirios serán una excusa y una
coartada; y Siria será un banco de pruebas para los juegos de poder y
geoestrategia de las dictaduras vecinas y las grandes potencias, además
de un sustancioso negocio militar y armamentístico donde todos ganan y
la cuenta siempre la pagan los mismos.
Quién necesita una estrategia o un plan cuando puedes
tuitear todos los días y colgar tus videocomunicados en You Tube. A
Donald Trump le ha venido bien recuperar por unas horas el papel de
gendarme mundial que tanto gusta en el Partido Republicano de siempre, y
de paso hacer un poco de teatro en sus promiscuas relaciones con
Rusia. A Vladimir Putin tampoco le va mal fantasear un poco con ese
papel de emperador viril y poderoso que por esta vez -y por ser tú,
Donald- lo va a dejar pasar. A la UE siempre le ha resultado muy
conveniente dejar que Estados Unidos haga el trabajo sucio y aplaudir
cuanto haga falta sus intervenciones. Israel, Arabia Saudí, Irán o
Turquía tienen más munición para armar sus intereses y Bashar al-Asad
tiene más papeletas para ganar el puesto de nuestro hijo de puta en la
zona.
Todo el mundo saca tajada en nombre de los
mismos sirios que corren a esconderse de las bombas, del gas, de los
drones o los suicidas. Todo por los sirios, para los sirios, pero sin
los sirios. En Siria unos masacran a la población civil con armas
llegadas desde Europa, Turquía o Arabia Saudí; otros con armas
suministradas por Irán y otros con armas traídas desde Rusia. La bandera
del vendedor marca la diferencia entre buenos y malos. Si se las
vendemos nosotros o nuestros aliados, son de los buenos. Si se las
venden los otros, son de los malos.
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Tambien en el nombre de los sirios refugiados como Rashid, Jussuf, Amira, Farah, Samir, y tantas otras y otros que no saben nada de lo que queda de sus familias en la actualidad, y que ya dan por perdidas sus casas, sus libros, a sus amigos, sus escuelas, universidades, sus mezquitas o iglesias,a sus vecinos, sus jardines, sus trabajos, sus recuerdos. Su vida como sirios y sirias, ahora convertidas en extranjeros incomodos en todas partes. Hablan ademas del arabe, el ingles y el frances, algunos tambien el aleman...pueden darnos lecciones de todo tan solo con lo que llevan vivido y superado.
Ante seres asi, Donald Trump y los sicarios rusos o saudies o los europalmeros son ridiculos pasmarotes sin dignidad, sin inteligencia ni la mas minima empatia que les rescate de su enfermedad sociopata. En valores y humanidad, nuestros hermanos sirios y refugiados, como otros de diversas procedencias, son como un Gulliver colectivo en el pais de Liliput.
Ante seres asi, Donald Trump y los sicarios rusos o saudies o los europalmeros son ridiculos pasmarotes sin dignidad, sin inteligencia ni la mas minima empatia que les rescate de su enfermedad sociopata. En valores y humanidad, nuestros hermanos sirios y refugiados, como otros de diversas procedencias, son como un Gulliver colectivo en el pais de Liliput.
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