jueves, 5 de noviembre de 2015

La voz de Iñaki


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Qué hubiera pasado si...

EL PAÍS  

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¿Qué hubiera pasado si...? Pues que un Rajoy con inteligencia no hubiera sido Rajoy, que un Franco con conciencia y sentimientos humanos no hubiera sido Franco y un Mas con decencia y honestidad no hubiese sido este Mas. O sea, que nunca habríamos padecido una dictadura matarife ni un gobierno socialicida ni un esperpéntico pseudo Viriato con barretina  liderando su propio enjuague como el Mas actual. 
Pero me pregunto otra cosa también: ¿qué nos ha pasado o qué no hemos permitido que nos pase nunca a las españolas y españoles para llegar a semejantes tesituras históricas, tan demoledoras como repetitivas? Porque echar la culpa constantemente a unos políticos que son más bien la cara más irrisoria, patética y sombría de la política normal, sólo nos paraliza y nos desactiva las pilas y casi justifica que nos hartemos y abandonemos el impulso cívico de cambiar las cosas, cambiando nosotros. 
Esa morralla indecente de la que nos quejamos cuando ya no se puede seguir tapando, por más tiempo, la inmensa fosa séptica de la inmundicia patria, es el producto de una forma de vivir, de hacer, de entender y de pensar, de la que sólo vemos la punta del iceberg cuando choca con nosotros y nos hunde. Sin percibir ni comprender, siquiera por un momento, que esa miseria la producimos entre todas y todos. La produce la des-educación, la indiferencia de un egoísmo cerril y cegato, la hace posible la irreflexión, la beneficia la comodidad del dogmatismo y la letanía de los tópicos, la engrandece la pereza mental y el rebufo primitivo de la rabia "justa" que sólo es el eructo residual de una conciencia colectiva dormida. Que nuestra fauna político-gestora es el producto interior brutísimo de nuestra forma de malvivir creyendo ser la repera y que nos las sabemos todas porque somos la leche o, en el extremo opuesto, lo contrario: que no tenemos arreglo. O sea, otra trampa, saducea y hereditaria, para seguir lo mismo.

La indignación con causa es sanísima y muy necesaria como combustible del motor social, pero la rabia y el rencor antipolítico son la escoria de ese combustible, la una y lo otro son inútiles y autodestructivos porque cristalizan la acción, la distorsionan, la privan de flexibilidad y dinamismo inteligente. Prohíben subliminalmente aprender, mejorar. Progresar. 

Si se entra en el rastrojo de las redes on line se ve enseguida lo que hay y lo que no, en nuestro caldo de cultivo social. Por una idea inteligente, se encuentran cien estupideces  y narcisismos adjuntos que se dedican al rifirrafe para jorobar algunos razonamientos ajenos que superan los propios, porque se mira todo desde el juicio y la comparación peyorativa y/o cenizo fashion. O bien cuando encuentran algo que otros proponen se apuntan al "me gusta" sin más aportación ni discernimiento, sino sólo porque les suena bien, lo ha escrito una amiguete o amigueta o coincide con la  visión propia, que no significa, necesariamente, que sea la justa. Y resulta que un largo elenco de "me gusta" o retwitteos, pone contentísimos a los autores, en vez de preocuparles profundamente que haya tanta unanimidad sin más o tanto tirarse a la yugular sin menos, sin aportar nada sustancioso que supere el flash del impacto momentáneo.

Así es también, por desgracia, la tónica del "compromiso político". Un rasgo de forofilia. Un modo de compadreo o comadreo, a la altura de la afición al fútbol, a los toros o al juego. Igual que la religión, la política mal entendida  establece una pertenencia emocional y folclórica sin matices, de colegueo, sin percibir competencias ni niveles de implicación sana o patológica. Y los signos afines llegan a convertirse en signos de identidad afectiva simplemente por tradición familiar o vínculos amistosos, en los que las ideas, las creencias, los argumentarios juampalomistas y las costumbres de siempre constituyen el principal e irracional filtro subjetivo con que se interpreta la realidad de cada día y  adquieren así un fuerte poder de interferencia, precisamente porque son "lo nuestro" y nos identificamos con ello dándole  a ese entramado cuasi religioso un valor absoluto que no tiene. 
Por todo eso, si a lo largo de nuestra historia nos encontramos ya por costumbre con resultados parecidos, deberemos plantearnos que tanto revival no se produce por casualidad o porque nos ha mirado una realidad tuerta y nos han salido rana los mesías electorales del momento, cuyos milagros esperábamos como agua de mayo, sino porque nuestra disposición personal y social no da para más y hasta los mesías nos salen anticristos. No se cosechan toneladas de cardos y ortigas donde se cultivan hermosos jardines o huertos frutales. 
Ahora se está viendo con la llegada a las instituciones de la ciudadanía, que era y es necesario un corte radical en la inercia del "pertenecer" a un bando determinado por una ideología y unos intereses de partido. Ahora se está recogiendo la cosecha de las nuevas semillas plantadas por el 15M, que, a pesar de los pronósticos de la "listeza" mediático-nacional, sí han germinado, crecido y fructificado adecuadamente. Ahora toca desarrollar  entre todas una infraestructura sana que sea capaz de elaborar los productos recogidos, en diversos formatos para su distribución y aprovechamiento social. Y ya está en marcha en el municipalismo y las autonomías. Falta la cabeza legislativa, ejecutiva y judicial del Estado. Todo se andará sin duda.

 Me pregunto ¿qué hubiese pasado si, durante las cuatro últimas décadas del siglo XX y las dos y media del XXI, en vez de no sembrar nada y dejar que salga y crezca cualquier cosa a su aire o de sembrar fundamentalmente superficialidad competitiva, goles de Iniesta, champions leage, AVEs a saco, recalificaciones de los bosques quemados para hacer chalets, amor al dinerito fácil o al enchufe caciquil, o ese ingenio de lo soez que disfruta con el ridículo ajeno sin ver el propio, o los chismes de portería televisiva convertidos en trend toping, o parir leges ad personas et negotia, o la picaresca de los "listos" que sacan leche de las alcuzas púnicas y gürteles en ayuntamientos y comunidades, o si en vez catecismos y jaculatorias a tutiplén, hubiésemos sembrado ética y cívica en las escuelas para pequeños y para mayores, -el analfabetismo no consiste solo en no saber leer las letras, sino también en  entender y en asimilar el libro de la vida nada más que desde un solo color y un solo significado- utilizando la tele para ese menester mucho más que para 'divertirse'(!?) dejando las neuronas K.O.? 
No sé... pero esto es parte de lo que se me ocurre a estas alturas del psicodrama nacional.


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