miércoles, 11 de noviembre de 2015

La voz de Iñaki


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Si lo sé no vengo

EL PAÍS  

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Tal cual, Iñaki. La votación de ayer talmente fue un "a la fuerza ahorcan" en plan tentetieso. Pero no nos engañemos poniendo tiritas en la gangrena, porque no es mejor que el motín de Esquilache catalán el Estado que nos "protege" de las veleidades separatistas. Que no nos pase como a los de  Esquerra Republicana, como al pp, a los monárquicos y al catolicismo, y demos por bueno lo "nuestro" sólo porque es lo más seguro y conocido que nos parece tener a mano. Más que la unidad del Estado de la calamidad, nos debería preocupar el pésimo estado de ese Estado y la basura que lo anima y encocora. De poco nos sirve sequir siendo "unos, grandes y libres" si nos sigue gobernando el fantasma del que inventó ese mantra, que es lo que lleva haciendo desde 1975, flotando en las cunetas y fosas comunes, en los recortes de derechos y de medios de vida y trabajo, en los peores planes de estudio que se pueda imaginar, en la sumisión a lo que mande más, grite más alto, engañe con más estilo, asuste y descalifique con más contundencia e insulte mejor. No son ninguna bicoca, de las que enorgullecerse, la 'fortaleza' y la unidad a la fuerza de un Estado tan tóxico. Tal vez una diátesis exudativa, como el rebote contundente de la ciudadanía saturada hasta los topes, como en el caso catalán, lo podría limpiar de tanta porquería y hacerle recuperar la salud y tal vez la verdadera unidad de la coherencia y la ética federales, que aún no han hecho acto de presencia verdadera, a pesar de tantísimo protocolo y preocupación por unas formas democráticas con fondo dictatorial. La antigua medicina para sanar los males no intoxicaba a los enfermos con mejunjes químicos ni radiológicos, sino que purgaba con plantas laxantes y diuréticas, hidrataba con agua pura y purificaba el organismo con el ayuno de sustancias pesadas y de difícil digestión y con sangrías para limpiar la sangre sucia. 
A lo mejor todo se reduce a un cambio de tratamiento del sistema enfermo y no en aumentar las dosis totalitarias que lo han dejado como unos zorros y convencido, para más inri y recochineo, de que es el non plus ultra ( y además de verdad, porque ultra, lo es un rato largo, tanto que, de tanta normalización de lo innormalizable, ya ni se nota, fíjate), sino, más bien, en suprimir las malditas dosis de una puñetera vez, chi lo sa... Por si las moscas, habría que hacérselo mirar ¿no?

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