martes, 10 de noviembre de 2015

La voz de Iñaki


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Desobediencia

EL PAÍS 


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La desobediencia civil tiene unas causas. No es un capricho de cuatro histéricos. Sobre todo cuando dos millones de personas se plantean desobedecer unas leyes determinadas, que otras personas aceptan y acatan sin más. 
Si ampliamos un poco más la visión del panorama, es fácil comprender que el conflicto nace de la existencia de leyes o imposiciones que no favorecen el bien común sino solo el de una parte de la sociedad, y es lícito y legítimo que quienes se sientan vulnerados y oprimidos por un sistema de gobierno o de gestión, lo manifiesten y si no son escuchados, desobedezcan, obedeciendo, por otro lado, a su conciencia antes que normas impuestas que otros han consensuado en su nombre pero sin contar con ellos. Así se termina por considerar que es el Estado utilizado por mafias de poder partidista a merced de una oligocracia heredada y cultivada como falsa democracia, la más poderosa arma de disuasión y amenaza constantes contra la ciudadanía. Una concepción más propia de finales del siglo XV que del comienzo del XXI.
¿Es lícito y legítimo el derecho a la huelga? ¿No es acaso la huelga general una desobediencia total para denunciar un sistema que se considera injusto y lesiona los derechos laborales de una parte de la sociedad? Me pregunto que si la desobediencia en la huelga nos parece muy normal ¿por qué una desobediencia pacífica y civilizada de una soberanía pequeña frente a una grande, por la que se siente oprimida, y que ante la falta absoluta de escucha  y diálogo decide romper las negociaciones y convenios por los que se siente perjudicada, causa esta conmoción, si es simplemente ejercer un derecho a la protesta y a la presión social y política para cambiar las cosas que no funcionan? Y si las cosas siguen sin funcionar e incluso los poderes oficiales se empecinan en ello para demostrar el poderío de un Goliat acorazado frente a un David casi inerme ¿no será la reacción más lógica que esa actitud en vez de capitular ante las amenazas se crezca en su resistencia y cada vez tenga más razones y más apoyo entre los que antes eran indiferentes e incluso contrarios a la causa de la "rebelión"? 

El Estado corre el riesgo de hundir el proceso de posible entendimiento si sigue a piñón fijo identificando legalidad con legitimidad y a todos los españoles con el Gobierno del pp y sus métodos y modos de entender la Constitución y las competencias e incompetencias de un poder ejecutivo que es un desastre muy "legal" aunque moralmente injusto e  ilegítimamente ético, que se salta las mismas leyes que impone a los demás, que castiga en la ciudadanía lo que dispensa, disculpa, y hasta premia y blinda para sí mismo. 
Nos intentan confundir haciendo tabula rasa al apelar al sentimiento de "patria" y de "unidad de España" como llamada de la tribu, pero ya no vale ese sistema tan viejo y apolillado y con tantos daños colaterales y efectos secundarios horribles. Un ejemplo de insensatez matasiete y fatal ha sido citar a declarar a Mas (un impresentable, es verdad) el día en que se conmemora nada menos que el asesinato "legal" del President Companys, algo que ha terminado por convertir a un pícaro y vividor de la política en héroe nacionalista. 
Que Miquel Iceta se apunte a la reivindicación del españolismo catalán en comandita con C's y Albiol, por ejemplo, en vez de ir junto a Iniciativa de izquierda  apoyando el referendum justo y necesario, ha colocado al Psoe a la altura de los que quieren, además de seguir funcionando como "españoles" de condición  ppera, limpiar las calles de indeseables inmigrantes, quitarles la atención médica a esos inmigrantes, legalizar la miseria de la prostitución o eliminar el estorbo del Poder Judicial o suprimir esa tontería de la memoria histórica, que no sirve para nada según Albert Rivera...
No es extraño que, con tanta solemne metedura de pata, cada vez haya más independentismo en marcha, es decir, más conciencia y desacato hacia esa barbaridad, que independentismo en sí. Y que cada vez sea mayor la oposición en la calle y en el Parlament a permanecer en el mismo sistema político de un Estado que ve perfecto el desastre y el desguace social y político del pp y cuya Jefatura del Estado comulga, al aparecer y para más inri, con lo que hay y no hay, sin decir ni pío ni poner freno al desvarío de estos cuatro lamentables años de una legislatura demencial. 
Una torpeza tan absoluta como la mayoría parlamentaria ppera, ya teóricamente disuelta, pero aún activa y matona en la práctica, que no tiene recursos para solucionar un problema que ella misma viene configurando al prolongar el franquismo camuflado, porque no conoce políticamente ni admite algo distinto, en una democracia cada vez más penosa y más triste. 
Visto lo que hay y al parecer, la desobediencia es el recurso más decente que le queda a la ciudadanía catalana  y española para forzar el cambio y defenderse de las formas políticas del Jurásico. 
Es muy posible que los ciudadanos catalanes, que aún siguen queriendo ser parte de España, vayan cambiando de parecer si empiezan a sufrir castigos como funcionarios o servidores del orden público, por parte de un Estado imperial fashion. Por eso no queda más remedio que escuchar y ceder, porque hay cada vez más razones lógicas para no querer seguir bajo la bota de una España ppera, que para continuar en las mismas, como hasta ahora. Esta vez, mal que le pese a los tercios pperos de la armada invencible estrellada, contra los acantilados de una estupidez prepotente y obtusa, no se trata de vencer sino de convencer y si eso no se entiende ni se sabe gestionar sólo queda la ruptura, la desconexión del alma y la mente, la secesión de la independencia porque ya no corresponde lo que se vive por imposición con lo que se es realmente. Y la conciencia colectiva, cada vez más despierta, prefiere arriesgarse a afrontar dificultades a su aire bajo la propia responsabilidad, que aceptar el 'disfrute de seguridades' por imposición forzosa y chantaje político. 
Que Mas y Convergencia aprovechen la coyuntura cínicamente para sacar  tajada, no puede ser una coartada ni la justificación para que un Estado indecente se enlode al cabo de años de conocer y tolerar lo que había y hay en el clan Pujol, usando la Justicia a destiempo y favorecer las tramas inmundas  del pp para salirse con la suya. Este Estado de fango y basura corrupta ha perdido hace mucho la auctoritas moralis para exigir nada a la ciudadanía, porque ella está demostrando cada día ser más decente, más sensata y más humana que el propio Estado que la oprime en vez de potenciarla y servirla, como debería ser su función. Ella es más política en esencia. De "polis", no de enjuague consensuado, que es en lo que se ha convertido estatalmente la política española, endogámica y de espaldas a la realidad de la calle.

Es este Estado español el que está naufragando estrepitosamente mientras le echa la culpa a los grumetes que están a babor protestando porque el rancho es malo y escaso y por eso quieren abandonar el barco mientras haya tiempo para escapar del hundimiento.

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