domingo, 1 de noviembre de 2015

Cambios de verdad

                               Resultado de imagen de fotos de asambleas ciudadanas

El martes pasado las vecinas y vecinos del valenciano barrio de Patraix asistimos como protagonistas directos y por primera vez en nuestra historia a un acontecimiento tan nuevo que nos parecía estar soñando: el estreno de una verdadera y auténtica  asamblea municipal. 

Los nuevos aires plurales del gobierno autonómico y de los ayuntamientos votados en las urnas por una mayoría plural y equilibrada han  hecho posible que se realicen, en materia asamblearia, las aspiraciones de todas las ciudadanas y ciudadanos de un barrio trabajador, sencillo, optimista hasta puestos en lo peor, de tradición solidaria y muy comprometido con todo lo que atañe al bien común. 

De las asambleas en la plaza hemos pasado a la toma inteligente, pacífica y justa de la Bastilla, o sea de la Junta Municipal de Distrito. La ciudadanía dio un paso definitivo, perdió la compostura del lumpen falsamente "político" y se presentó a las elecciones municipales; ahora los vecinos y vecinas forman parte de la regiduría oficial sin perder la normalidad de la convivencia, sino dignificando y haciendo real la política municpalista. La mesa que presidía el pp en solitario hasta la última y degradada sesión de la Junta, ha desaparecido. El local cutre y miserable en el que sólo había sitio para muchos concejales y media docena de vecinos olvidados, amordazados en un rincón  y controlados por la policía municipal, como si fuésemos  jihadistas o miembros del ISIS, se ha borrado del mapa barrial. 

El pp, hace años, había construido en el barrio un edificio magnífico y enorme como centro social (ya se sabe cómo adora y se destarifa el pp con el sobre.cogimiento de las obras faraónicas), pero en esa maravilla de edificio del Carrer Salavert sólo se utilizaban un par de locales como vivero del voto  pensionista. El resto estaba sumido en el olvido. La Junta Municipal se concentraba en un desconchado y mugriento edifico mendicante, -curiosamente, el viejo manicomio para tontos y locos, del Padre Jofré- en el que sólo cabían los seis regidores peperos, un socialista, dos de Compromís y uno de IU. Los vecinos no teníamos espacio ni tiempo adjudicado para la participación. Éramos como los mendigos en la puerta de la iglesia, siendo los paganinis de impuestos que permiten  cobrar a los esbirros del poder. Una paradoja bochornosa y normalizada en la que se viene basando la falsa política desde la noche de los tiempos. Bueno, ese era el panorama ancestral del barrio y de la ciudad. Hasta el 24 de Mayo. Cuando asaltamos serenamente las urnas con desconcertante pluralidad para derrocar los rodillos que nos tenían maniatados por voluntad propia y enjuague adosado. Y se acabó lo que se daba. Lo que se dejaba por imposible. Claro que se podía. Sólo había que hacerlo: implicarse, mojarse. Y votar lo justo. Lo que dicta la conciencia desde su aterrizaje en la realidad civil y no el miedo ni la resignación. 

Cuando llegué al edificio, tarde, como tantas veces, flipé en colores. Espacios enormes, luminosos, ascensores fantásticos...y por fin una sala de juntas en el  tercer piso que era un salón de actos inmenso y... ¡lleno a rebosar de ciudadanía en plena toma de posesión de espacio, de tiempo, de responsabilidad y gozo de estar juntos en el proyecto de todas! ¿Quién ha dicho que no hay conciencia política en la ciudadanía?
Apenas encontré un hueco para sentarme. Un centenar largo de vecinos, sin tener que presentar el carnet de identidad a la poli... Con turno de palabra que se puede solicitar en el momento mediante una petición escrita...Tres minutos para cada uno, turnos de respuesta por alusiones...Moderadoras de tiempos y turnos, acta en directo...Toda una asamblea vecinal, donde los portavoces ejercían por primera vez su función, ya periclitada la pamplina de caciques electos o nombrados a dedo... Se acabó el plan monolítico, el obelisco del faraón, se cayó por sí misma la estatua del tirano sin que nadie usase la violencia para tirarla, solo las urnas.
Allí estaban tres socialistas, tres de Compromís, dos de Podemos que participaron de mil amores, y dos regidoras de Ciudadanos más reservadas,  y un par del pp mirando todo con asombro, callados como estatuas ante lo increíble, eso que ellos no creían que pudiese existir ni funcionar sin una porra, unas esposas y un silbato de por medio. Madremía qué metamorfósis! 

Hace unos meses, en Marzo, sin ir más lejos, esta realidad era un sueño imposible. Aún recuerdo la última Junta de Distrito, la indignación, la vergüenza, el asombro por bochorno, el sonrojo de saberme parte de algo inmundo a pesar mío. La rabia condensada en esperanza, el dolor y la impotencia por mi gente y la determinación conjunta de ir a por todas en las elecciones, la participación como apoderada-interventora, el cansancio agotador de la jornada electoral después de 16 horas de pie, hasta el recuento final pasada la medianoche y la entrega de actas llevándolas a la sede caminando por las calles vacías en la madrugada hasta llegar al centro y ver a los valencianos y valencianas en las plazas del Ayuntamiento, El Pilar,  Collado, El Tosal...de la Mare de Dèu...Bailando, cantando, haciendo sonar el claxon de los coches...y con charangas musicales improvisadas. La princesa Ciudadanía había derrotado por fin al dragón que devoraba lo mejor del pueblo que se le entregaba "normalmente" como pago del chantaje...Se acabó. 

Y aún cuesta creerlo. Hasta que cada mañana te llega otra confirmación más, algo que se recupera, que se repara, que se recicla, que se cura, que se inventa y se crea...Y vas a la sede de Compromís o de IU, a la del Psoe, sí también allí cuecen habas, o a los sindicatos, y ves el resurgir de otra fuerza distinta. Descubres a los "viejos" políticos con otra mirada, con otro aire, aprendiendo con humildad de la base ciudadana, a escuchar y a no dirigir sino aprendiendo a obedecer a la soberanía popular a la que nunca creyeron capaz de pensar por sí misma y sin "aparato" director, con una inteligencia colectiva mucho más lúcida de lo que imaginaban las ideologías previas a la experiencia comunitaria. 

La ciudadanía en la calle, desde hace cuatro años y medio, ha sido capaz de tejer esta tela impensable. Este espacio, esta realidad, en la que sólo  ella era capaz de creer mientras tejía y sigue tejiendo democracia, igualdad, libertades  y derechos, imparable, incansable. Como una Penélope sin Ulises, tejiendo la honestidad y la ética por el día y destejiendo la corrupción y dando un tajo a los nudos gordianos por la noche del silencio y del olvido de un Estado decrépito, moribundo con sus pomposas y huecas instituciones inútiles y carísimas. Insostenibles ya en el modo en que disfuncionan por agotamiento del sistema. Failure of system!!!! Pi-pi-pi-pi...lucecitas rojas y verdes...igualito que en Matrix con las píldoras de dormir o de despertar. La azul y la roja, respectivamente.

No, la sociedad no está cambiando porque han aparecido los arietes  viejóvenes aporreando las puertas del poder con la amenaza del rodillo absoluto de siempre. No. Ellos han aparecido para tratar de rentabilizar interesadamente la energía ciudadana y es esa energía, por encima de brillantina pegajosa y coletas urticantes,  la que está regulando el cambio y haciendo posibles a los viejóvenes y también, claro que sí, el reciclaje de los clásicos de la política, a los que no hay que dejar de lado, sino hacer posible que se reciclen, que eliminen la corrupción como asunto natural en política, que cambien su mirada y su forma de entender el nuevo tiempo con nuevo espíritu. El vino nuevo necesita nuevos recipientes y no se puede dar gato por liebre sin que el vino no se convierta en vinagre. No es tiempo de hegemonías. Eso ya acabó como acabó. Fatal.

Ahora es tiempo de acercarse, de dialogar, de preguntar, de responder, de escuchar, de conocerse sin máscaras ni emoticonos, más allá de las redes sociales, de la pantallas de tv, del plasma de la simulación y sus ocultismos confusos. La decencia que es transparente y siempre cercana, es, además, una virtud imprescindible, que no se improvisa en la maraña virtual. Otra forma de máscara. Ahora es el tiempo activo del codo con codo para construir lo que falta y demoler estorbos, cegar pozos negros y despejar escombreras, reciclando, también, lo válido de  lo que ya sobra. Toda experiencia negativa tiene el valor inteligente del aprendizaje práctico para no repetir errores del pasado ya sea remoto o reciente. Y sobre todo para erradicar como primer objetivo y, mutuamente, el sufrimiento de nuestros semejantes.

Ahora ya no sirve el carnaval, sino la fiesta responsable de la participación directa. De la eficacia de la asamblea, en la que la vieja guardia no cree hasta que se  mete dentro y comprueba la sabia sorpresa de lo más simple: las vecinas piensan, saben lo que quieren, lo pueden expresar con mucha lucidez y concreción en tres minutos y les sobra tiempo en muchas ocasiones. Y tienen propuestas geniales que hay que aprovechar; y sólo con levantar las manos, después de exponer diversas opciones y hacer  las preguntas necesarias, se decide en un instante y se aclaran los enrevesamientos y elucubraciones que terminan por facilitar lo más difícil. ¿Queréis que acabemos ya con el problema? Votemos. Tantos síes. Tantos noes. Tantas abstenciones. Listo. Ya está. No sólo no es ineficaz, es que es lo más completo y redondo.

 ¡Viva la ciudadanía!


                      

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