lunes, 2 de noviembre de 2015

Ainss


 Resultado de imagen de caricaturas del rey juan carlos


Yo no sé qué necesitas,
español aletargado,
para entender de una vez
este país de pringados.

Puedes echar un vistazo
al historial de este reino
y revisar las facturas
que todas  hemos pagado
y que seguimos pagando
sin comerlo ni beberlo.

Caro nos está saliendo
el negocio zarzuelero.
Reyes de copas y oros
que salen de la baraja
de un dictador carnicero
con sus cuentos y sus ligues,
con príncipes y princesas,
con sotas y caballeros,
con reinas y viento en popa
navegando en su velero;
un reino de quita y pon
y un rey pendón verbenero.
De tal palo tal astilla,
que entre Noós y Suiza
soplan vientos y dineros.

Un pensionista de oro
que se ha forrado el bolsillo
viviendo cual marajá
con los impuestos de todos,
se ha dado la vida padre
y nos ha dejado al hijo
a las hijas y a la madre
como herencia rediticia,
con el bueno de Felipe
y la lista de Letizia,
con princesita de Asturias
agarrada a su Toison,
que no le falta detalle
para su egregia función,
mientras España se arruina
y los niños como ella
suplican por las esquinas
que no les quiten la escuela
ni tampoco el comedor,
porque si cenan no comen,
porque si almuerzan no cenan
y lo que pagan sus padres
en los impuestos de Hacienda
finiquita en los bolsillos
de cualquier vulgar Corinna,
hermosa y pícara dama
tan adicta a las 'coronnas'
y experta en jubilaciones
de monarcas tarambanas,
señores del buenvivir
adictos a las Lolitas
y a cazar en las sabanas
elefantes a extinguir.

Yo no sé qué necesitas,
españolito atontao,
al que solo le preocupa
ver el fútbol por la tele
y los toros embolaos,
para ponerte las pilas,
exigir el referendum
y que acabe este tinglao
en un país tan enfermo
que gracias a la tontuna
de tanta resignación
es un hospital robao
en la puerta del infierno.

No te quejes, español,
de un destino tan aciago,
que con tu resignación,
con tu aplauso a lo tarado,
y con la pasividad
con que ves la corrupción
desde la casa real
al político trincón
del partido popular,
tu obediencia sin fronteras
y tus votos desnortados,
tu vocación tan festera
entre el arranque del potro
y los parones del asno,
de la ilusión bullanguera
al bofetón desinflado,
no es lógico que se obtenga
algo mejor que este cuadro.

Sal a la calle, español,
reclama tu dignidad
y báñate en compromiso.
No pidas que hagan por ti
los políticos de siempre,
eso que tú nunca haces
porque no te das permiso
para unirte a los demás
y dar vida a lo que es justo.
Y no aceptes por más tiempo
ser tan tonto y tan sumiso.

Sal a la calle y no calles,
pero tampoco te pares
cuando te quieran parar
los testaferros del trinque
y deja de obedecer,
de aplaudir a gerifaltes,
a coronas que amordazan
y permiten que el país
a su capricho funcione
igual que un coto de caza
para monarcas trincones
y vividores sin alma
que al calor de la corona
de todo sacan tajada.

Y recuerda, españolito,
que aquello que no construya
un pueblo desde la base
con esa pedagogía
que educa en la honestidad
y en la transparencia mutua,
nunca podrá ser posible.
Que nunca una hegemonía
de cuatro marimandones
organizando el cotarro
sin preguntar a las bases,
dejará crecer al resto;
que para poder mandar
necesitan la obediencia
de un rebaño de borregos
que acepten sin rechistar
y callen como mastuerzos.

Aligera, españolito,
que los cuentos de princesas,
de reyes y reyezuelos,
no son cuentos, son sainetes,
son simplemente zarzuelas,
pero malas en el canto
y peores en el texto,
sin talento ni belleza
y sin miajita de ingenio,
aunque con mucho boato
y toneladas de atrezzo,
que desde siempre taladran
con idéntico argumento.

Como paripé nos cansan
Como espectáculo aburren
Como estado nos denigran
Como símbolo nos sobran
Como gasto nos arruinan
Como ejemplo nos asquean

Españolito querido,
sólo tú frente a las urnas
tienes la soberanía
de despertar tu conciencia
y espabilar tu memoria
para que este lodazal
y esta inmensa fechoría,
se conviertan en historia
y nunca más se repitan.


      Resultado de imagen de caricaturas del rey juan carlos


El respeto, como la libertad y la dignidad, hay que ganárselos. Son el resultado de nuestra conducta ética y de nuestra forma de vivir y de comportarnos, no depende ni del pedigrí, ni del poder ni de las riquezas acumuladas, ni de los méritos de los antepasados; el respeto, la libertad y la dignidad, no son derechos innatos como la vida elemental o la igualdad. Respeto, libertad y dignidad, son la consecuencia de nuestra evolución a mejor. Y quien no evoluciona a mejor, involuciona y fastidia, entorpece y perjudica la vida y los derechos del prójimo. Por muy conocida y famosa que sea la estirpe de un individuo no significa nada si su conducta es repulsiva, irresponsable, estúpida o dañina. Hay que trabajarse por dentro, desarrollando una conciencia ética y unas cualidades humanas de verdad, para  ser dignos del reconocimiento y del verdadero respeto de los demás, que no son protocolo sino atributos merecidos. Lo demás es fanfarria teatrera. ¿De qué sirve hacer una reverencia ante un fulano cuya conducta es repugnante a ojos vistas? Esa reverencia degrada igualmente al reverenciado que al reverenciador.







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