Arden las redes sociales
En efecto, Iñaki define divinamente y nos recuerda en este video de hoy lo que es la democracia. Tiene razón y es muy sano tener en cuenta sus reflexiones siempre lúcidas y pedagógicas. Precisamente porque no puede haber democracia real sin reflexión personal. La democracia no es simplemente una forma automática de gobernar por mayorías, sino sobre todo una disposición dialógica de la madurez ciudadana, una condición y sensibilidad éticas que hace posible una escucha mutua y un honesto repaso a los propios fundamentos, una capacidad para reconcer los desaciertos y corregirlos en pro del bien común, lo mismo que para denunciarlos sin pelos en la lengua, aunque eso implique poner en segundo lugar los propios objetivos y no "ganar" a nadie. Porque una democracia no es un torneo ni una batalla constante de unos contra otros, sino un camino de entendimiento entre la diversidad, de compresión mutua y un compartir responsabilidades horizontales, sin fijaciones verticales, ni obediencias de rebaño. La única verticalidad admisible y siempre en alza en democracia es la excelencia ética. La transparencia en todo. Sin esa condición, la democracia fracasa como tal y se convierte en un graderío de estadio.
En cuanto al valor del clamor popular hay mucho que reflexionar ahora mismo entre los españoles. Para poder comprenderlo y no calificarlo de "populismo" o de desmadre en las redes sociales. Y preguntarse serenamente por qué éstas arden y si es normal que ardan de ese modo en un sistema de gobierno sano que cumple las condiciones necesarias para llamarse "democracia", donde la Jefatura del Estado es ejemplar, humana, cercana, honesta, dialogante, ética y los gobiernos,poderes institucionales y partidos políticos, en las antípodas de la corrupción, se dejan la piel por el bien común, respetan, consultan y los ciudadanos tienen la capacidad de participar en las instituciones como observadores y portavoces que enriquecen el contacto de los órganos de gobierno con los gobernados y sus necesidades, derechos, deberes y libertades son sagrados para representados y representantes, que son de la misma condición, excepto si hay monarquía a la española de por medio, entonces se introduce el elemento divino y la igualdad entre cabeza del estado y cuerpo social restante no existe. Se decapita la democracia . El monarca de por sí ya es un ídolo. Un diosecillo menor inventado para la ocasión, pero intocable, atravesado en el camino de la evolución, tanto como para estar por encima de una Constitución que no jura, y por ello puede ser eterno y prolongarse en su estirpe, aunque esa democracia sui generis y el 70% de los demócratas ciudadanos no hayan tenido la oportunidad de decidir si le aceptan como caput res publicae o no y haya sido impuesto por elementos no democráticos y para salir de un trance político absurdo y cruel cuarenta años atrás. Por desgracia o por fortuna, la democracia no es un modelo fijo que cumple su función con el mecanismo de un reloj. Está compuesta por seres humanos que no son predecibles como las máquinas. Sienten. Piensan. Sufren. Exigen soluciones y respuestas a quienes creen que les representan.
Una de las falacias de la democracia chapucera, no realmente democrática, es precisamente dotarla por su inventores, de una constitución inmutable de quitaypón para unas cosas que interesan que no cambien y cambiable si los intereses de los inventores y beneficiarios lo desean. Lo normal en las democracias normales es la consulta para refrendar los cambios. Sobre todo si esos cambios afectan a la soberanía, como en el caso del artículo 135 o a la estructura y composición del Estado como sucede ahora mismo, cuando no existe una normativa para la abdicación real y hay que improvisarla de tapadillo y a toda velocidad y sin preguntar a nadie por si acaso.
El clamor popular no es un divertimento y usar las redes para movilizarse en iniciativas reivindicadoras es un recurso muy útil de la conciencia ciudadana cuando a su reclamaciones justas ante abusos innumerables y atroces, la respuesta de los gestores "oficiales" es el silencio, el desprecio o/y la represión de los, digamos eufemísticamente, representantes. Si a esas reivindicaciones pacíficas y respetuosas se responde con antidisturbios y con esquiroles violentos que los provocan, a los ciudadanos sólo les quedan la redes sociales para explicarse, reivindicar y convocarse. Y la calle para reunirse. Para, digamos, defenderse, de un Estado que los maltrata, que "reparte dolor" según el ministro de Justicia(¿!), Estado que ya no reconcen como suyo sino como negocio de una casta aparte, en la que se entra por medio de la trampa pseudo-democrática de ceder cada cuatro años el poder de los muchos a unos cuantos, que al parecer se deterioran en cuanto pisan el hemiciclo y pierden el sentido de su función porque no hay cohesión instituida y encauzada entre la calle y el Parlamento. Se aposentan en un status opiaceo y se quedan catalépticos sociales para siempre enganchados en él, como si fuese a la marihuana, aunque sus intenciones no eran esas para nada cuando llegaron; la droga del poder es terrible. Y para manterse ahí abandonan su responsabilidad representativa de lo social y se vuelven representantes de sus intereses de partido. Oligarcas. Pierden, como los drogadictos, el sentido de la realidad en pos de una beatitud artificial y provocada, en la que sólo importa la dosis que les "pone". Como el golum del Señor de los Anillos, para ellos sólo cuenta su tesooooooro. También el golum fue primero un hobit estupendo, hasta que la posesión del anillo de Mordor le abdujo, lo sedujo y lo redujo a un estado repulsivo que lo incapacita para reaccionar a cualquier cosa que no sea defender su anillo privilegiado.
¿Desea el poder político que los ciudadanos pierdan interés por las reivindicaciones y por el uso flamígero de las redes? Pues lo tiene más fácil de lo que parece: basta con que escuche, deje de montárselo en plan Juan Palomo autista, y haga lo que es justo para todos y no sólo beneficioso para la idea sui generis de democracia que han configurado en comandita y de espaldas a la ciudadanía, y tantas veces contra ella, desde hace 36 años y que ya se pergeñó hace cuarenta, seguro que lo consigue si lo intenta y ya no es demasiado tarde y hayan perdido toda credibilidad, como está pasando hoy. Sólo así el poder político será de verdad democrático y no un trampantojo como hasta ahora. Como ya están reclamando hasta los mismos "barones" socialistas avergonzados de que una socialdemocracia ni siqjuiera contemple la posibilidad de un referendum para que los ciudadanos decidan el modo de gobernarse,ante el vacío normativo de la abdicación del rey. ¿Acaso siguen usando la misma ropa y la misma talla que llevaban en 1978? ¿Tienen la misma radio, la misma tele, la misma decoración, la misma lavadora o frigorífico, el mismo coche que entonces o la misma pareja, sus hijos siguen en el parvulario o en la cuna? Pues ¿como pretenden que unos acuerdos de entonces, pensados ad hoc, para salir del atolladero puntual de la historia, nos sigan siendo útiles ahora? Esto parece el letrero del banco pintado, que nadie se ha acordado de retirar. Renovarse no sólo significa poner a un heredero nuevo en años, pero igual en sustancia, al cargo del mismo negocio centenario, ruinoso y opaco. Sino revisar al negocio, mirar alrededor como está el mundo circundante, no a las monarquías que nada tienen que ver con ésta, hacer encuestas que indiquen el rumbo de lo que hace falta para no estar vendiendo locomotoras de 1870 que ya no encajan ni con calzador en las vías del AVE.
El problema que tenemos no es combatir los síntomas alarmantes, ni acallar la estridencia de los gritos del enfermo, sino sanar las causas profundas del síndrome que produce el grito. De la enfermedad social causada por la mentira y el encubrimiento miedoso de ésta. Es una torpeza lamentable y dramática no ver siquiera la necesidad de coger el rábano por las hojas e ir a la raiz que es el mismo rábano y ver en qué condiciones está. No dedicarse a frivolizar el dolor y el desajuste ciudadanos creyendo que es una pataleta de frikis. A nadie le gusta andar manifestándose y dándose la paliza por ahí. Ni gastar su tiempo en las redes para coordinar actividades que sirvan para ayudar en un estado de emergencia social y política. Reducir sólo a "los jóvenes" el descontento es propio de ciegos voluntarios o de manipuladores. Sólo con honestidad se puede ver claramente y hacer un juego limpio. Impecable. Lo demás sólo es marear la perdiz a favor del hundimiento social, político y humano y hasta del sistema que tanto defienden y tan poco mejoran.
Hay que tener mucho cuidado con los valores de las palabras que compartimos para no pervertirlos y convertirlas en somníferos. Frecuentemente parece que idéntico término verbal tuviese el significado opuesto según la intencionalidad, la visión o la ceguera de quienes lo pronuncian. Por ejemplo, la España de la monarquía no es la misma España de una gran mayoría de sus habitantes. Lo que los ciudadanos llaman corrupción, para el gobierno es "política" normal e "inversión". Lo que para el gobierno es un insulto violento, para los ciudadanos es una reclamación justa. Es el resultado de tratar de gobernar de espaldas a la realidad social y parapetados contra ella. ¿Arden las redes? Pues a lo mejor es por algo. Quizás no arderían si no hubiese leña seca y vieja que quemar ni chispas de cambio imprescindible que la encienden. Cuando el bosque está limpio y cuidado no hay incendios.
Hay que tener mucho cuidado con los valores de las palabras que compartimos para no pervertirlos y convertirlas en somníferos. Frecuentemente parece que idéntico término verbal tuviese el significado opuesto según la intencionalidad, la visión o la ceguera de quienes lo pronuncian. Por ejemplo, la España de la monarquía no es la misma España de una gran mayoría de sus habitantes. Lo que los ciudadanos llaman corrupción, para el gobierno es "política" normal e "inversión". Lo que para el gobierno es un insulto violento, para los ciudadanos es una reclamación justa. Es el resultado de tratar de gobernar de espaldas a la realidad social y parapetados contra ella. ¿Arden las redes? Pues a lo mejor es por algo. Quizás no arderían si no hubiese leña seca y vieja que quemar ni chispas de cambio imprescindible que la encienden. Cuando el bosque está limpio y cuidado no hay incendios.
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