El eurodiputado sobre ruedas
Un retrón se va al Parlamento Europeo.
No hay mejor manera de comprobar la estructura de
una sociedad que mirar en sus capas "altas", en los puestos de poder
económico y político.
Bien lo saben las mujeres. Sólo el 16,6% de los consejeros de las empresas del IBEX 35 son consejeras y sólo el 36,2%
de los diputados de nuestro Congreso son diputadas. Como las mujeres
son más o menos el 50% de la población, sabemos que tanto en el IBEX
como en el Congreso están infrarrepresentadas.
Algo
similar y posiblemente mucho más grave ocurre con las personas con
discapacidad. Sin embargo, las estadísticas son en este caso muy pobres y
tan sólo podemos hacer estimaciones o relatar anécdotas que lo que no
tienen de científicas lo tienen de sugerentes.
En el campo de las estimaciones, por ejemplo, y si tenemos en cuenta que aproximadamente 1 de cada 10 personas tiene una discapacidad, en el Congreso de Diputados debería haber unos 35 diputados retrones. No he podido averiguar si esto es así o no, pero, desde luego, en silla de ruedas sólo va uno (cuando debería haber tres o cuatro) y no me suena haber visto ningún diputado sordo, o ciego.
Es cierto que el hecho de que el Rey sea retrón
compensa un poco las cosas y me llena de orgullo y satisfacción, pero
no corrige la infrarrepresentación del colectivo, que sin duda es
brutal.
En el apartado de las anécdotas, analicemos unas cuantas que me han ocurido a mí mismo en los últimos meses.
Como quizás sabéis, harto ya de que millones sufran hambre, privaciones
y miseria mientras un puñado de psicópatas sin empatía se compran más
yates, más cuadros y más mansiones que nunca, decidí recientemente que
no me bastaba con mi trabajo de científico en el CSIC y con mi
colaboración en esta casa y que tenía que hacer algo para parar esta
sangría de derechos humanos, empezando por echar de las instituciones a
los lacayos de los marqueses del IBEX.
Con este deseo en mi mente, empecé a participar activamente en PODEMOS, me presenté a unas primarias ciudadanas y abiertas, y salí elegido en el quinto puesto de la lista para el Parlamento Europeo.
Desde entonces, he viajado por muchas ciudades de España, me he puesto
moreno en muchas plazas, me he subido a unos cuantos escenarios y he
acudido a algunos medios de comunicación más o menos importantes. El
domingo por la noche me enteré de que soy oficialmente eurodiputado, pero es de los escenarios y de los medios de lo que os quería hablar.
En cuanto a los primeros, he descubierto que, si bien casi todos los
teatros, salones de actos o auditorios están más o menos bien adaptados
para que los retrones acudamos como público, muy pocos permiten que
subamos al escenario con comodidad. Como a mí no me importa hablar desde abajo, no pasa nada. Pero es un hecho.
En una importante emisora de radio me encontré con cuatro escalones en la entrada y tuve que reclutar al conserje, a uno de SEUR que subía cajas a un camión y a un transeúnte que pasaba por ahí.
Los medios de comunicación están aún peor.
En una importante emisora de radio me encontré con cuatro escalones en
la entrada y tuve que reclutar al conserje, a uno de SEUR que subía
cajas a un camión y a un transeúnte que pasaba por ahí. No sabían que
peso 200 kg con silla y todo cuando dijeron "¡Pues claro, hombre, vamos
allá!". Al acabar, me bajaron el presentador y un par de periodistas. No
sé si me volverán a invitar.
A otra emisora, a un debate con varios partidos, directamente no fui. Era en un sótano sin ascensor.
A los pocos días, me invitaron a una televisión y no pude acceder al
plató porque tenía que pasar entre una mesa y una pared. Yo no pasaba,
pero uno que estuviese un poco gordo tampoco. Estoy seguro de que fui el
primer (y quizás el último) retrón al que invitaban.
La semana pasada, en otra televisión bastante vista en Zaragoza, acepté
que me ayudasen a subir tres escalones y bajar siete más. Pero sólo
porque el candidato de VOX se ofreció a ayudar y me dio morbillo.
Semejante desastre no es casualidad. No.
Obviamente, lo que ocurre es que los retrones casi nunca detentamos
poder, casi nunca participamos en debates políticos, casi nunca nos
tenemos que subir a un escenario porque no pintamos nada en esta
sociedad. La opresión a la que estamos sometidos nos condena a ser, casi
siempre, sujetos de caridad, público, oyentes, televidentes.
En nuestro caso, el techo no es de cristal. Es de hormigón armado.
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