He encontrado un chiste y lo he colgado. No sólo porque es divertido sino sobre todo porque da qué pensar. Es fácil ridiculizar lo ridículo y reirnos a coro de la precariedad mental de los incapaces. Los españoles tenemos la manía de hacer chistes del precariado: gangosos, tartamudos, cojos, cortos y obtusos, cornudos, pobres, maltratados/as, inmigrantes, depresivos, niños...y políticos escasos de luces o demasiado pícaros. No tenemos capacidad para reirnos con algo ingenioso e inocuo, tampoco para reirnos de nosotros mismos. Pocos humoristas lo consiguen: Tip y Coll, Forges o Eva Hache. El resto sólo sigue la ruta de la parodia y la ridiculización. Y eso es un arma de dos filos, porque aunque parezca que así se alivian tensiones, lo que hacen es descafeinar la gravedad de los dramas y trivializar el horror que debería tomarse completamente en serio. Que el pp no se haga responsable de su desastre, de su cinismo, de su incapacidad para gobernar, de su falta de ideas, de sus delitos e ilegalidades, no es materia de chiste sino de denuncia, de verdadera indignación y de auténtica toma de contramedidas sociales para presionar y obligarles a cambiar o a marcharse.
El chiste facilón sobre las tragedias sociales tiene el poder de ningunear y quitar a las situaciones el hierro que tienen, la carga de verdad lacerante que la vida nos pone delante para que aprendamos, escarmentemos, maduremos y mejoremos. Y no aumenta el optimismo ni alivia las tensiones. Al contrario, crea una mala baba y una retranca crónicas, un escepticismo de tarbena y mus, una indiferencia torrezna y sanchopancesca que deriva en resignación colectiva y en aceptación de "todo lo que nos echen" porque " ya estamos acostumbrados"; nos hemos ido acostumbrando a base de ironzar y hacer humor sobre aquello que no tenemos el valor de cambiar, porque para cambiarlo, tendríamos que cambiar nuestras fijaciones programadas desde la noche de los tiempos.
Qué bien nos vendría que en televisión, en vez de culebrones, se hiciese un buen guión sobre el Quijote. Usar los arquetipos de Alonso Quijano y Sancho Panza como referentes y dialogar sobre ellos desde el punto de vista psicológico y social. Una sociedad que conoce su idiosincrasia, sus cualidades y sus defectos, que dialoga y escucha, que aprende de su propio caminar en la historia, de sus crónica humana refñejada en su literatura y en su pensamiento, es una sociedad sana y creativa. Inteligente y honesta. Capaz de superr lo peor.
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